Trato con el Diablo.

1024 Words
-¿Qué haces aquí, Ricardo? O ¿Debería decir Sr. Marcel Villalobos?- pregunta Vanessa cuando abre la puerta del departamento al notar varios toques. -Basta de ironías, Vanessa ¿Qué es todo este teatro que acabas de montar?- él sonaba molesto, como si tuviera algún derecho sobre ella, cosa que le molestó bastante. -Qué gracioso ¿Me hablas a mí de teatro cuando eres tú el único que ha estado actuando todo este tiempo?- preguntó Vanessa, cansada de aquel asunto, había quedado como una tonta ante él. -Escucha, Vanessa. Lo que te dije es verdad, estoy enamorado de ti por completo, como un loco. Voy a dejar a mi esposa en cualquier momento, lo nuestro hace rato que no funciona- dice Marcel, quien intenta acercarse con su cara bonita y sus suaves cabellos rubios a la vista. -Siento que me ves como un chiste. Dime ¿Te parece esto una broma? Estás muy mal si p...- Vanessa fue cortada del habla con un apasionado e intenso beso que ni siquiera ella supo cómo reaccionar, pero se dejó llevar por la sensación abrumadora y correspondió el gesto. Sabía que estaba mal, pero no podía dejar de desear a aquel hombre. Era una tonta por pensar así, pero no tenía remedio. Cuando se separaron, Vanessa sentía su corazón latir a mil por hora, cosa que le parecía extraña sabiendo la situación en la que se encontraba en la actualidad. -Dame la oportunidad de demostrarte que lo que siento es real- imploró Marcel, pero Vanessa no podía confiar del todo en él. -Lo mejor es que te vayas. Jonathan debe llegar en cualquier momento- dijo ella, como si de verdad estuviera preocupada por ello, tenía que seguir fingiendo. Marcel solo la miró un poco decepcionado, pero asintió y finalmente se fue de allí. Vanessa cerró la puerta y se deslizó hasta el suelo contra ella cuando vio aquello suceder, estaba exhausta emocionalmente de todo lo que había vivido, y encima se sentía aún más tonta que nunca. Cuando Jonathan llegó, la encontró en el sofá, ella ya se las había arreglado para darse una ducha. Él llevó su maleta desde el hotel, pasó por allí y también llevó comida. -Gracias por todo, Jonathan. Eres un ángel- dijo ella cuando estaban comiendo. Le llevó comida china, y le gustó demasiado el sabor que tenía el arroz, no había probado nunca uno tan bueno. Le gustaba de verdad la sazón de la gente en ese nuevo país en el que jamás había estado antes. -Para servirle- comentó él, pero se veía distante, ya ni siquiera estaba curioso como antes por la situación. ¿Quizás fue demasiado dura cuando dijo que no quería que le hicieran preguntas? -Sé que todo esto es muy confuso, pero gracias por ayudarme- le dijo a Jonathan, quien solo asintió sin decir palabra. Luego de aquello, Vanessa decidió que era hora de poner el plan en acción. Se vistió nuevamente con un nuevo atuendo, esta vez iría a fingir que hacía deporte a las canchas de tenis que tenían allí. Jonathan, por su parte, iría a trabajar, ya que, según ellos dos, era él el que mantenía al hogar, al matrimonio. Él salió de casa y entonces ya podían decir que vivían en la residencia. Jonathan llevó también varios cambios de ropa, pero estaba seguro de que no los usaría mientras estuviera en el apartamento. Vanessa sabía muy dentro de sí que estaba jugando con fuego, pero se encargaría de revelar esa situación y salvar su orgullo, su autoestima como mujer, necesitaba esa validación más que nada en el mundo. Cuando llegó a la cancha, se encontró con varias mujeres allí reunidas, así que pensó "le di en el blanco". Se encaminó hasta ellas con una enorme sonrisa. -Buen día- les dijo con cortesía. Varias se le quedaron viendo como si fuera un perro con tres cabezas, pero eso no la detuvo. -Ella es Vanessa, nuestra nueva vecina- se apresuró a decir Sabrina, la esposa de Marcel. Le agradeció mentalmente que ella fuera quien decidiera empezar la conversación, ya que, de otro modo, habría sido muy incómodo. -Un placer, yo soy Martina- dijo una de las mujeres que tenía un top deportivo en color verde neón. Luego le presentaron a Alejandra y Paola, quienes parecía que siempre iban en conjunto con Martina y Sabrina, como un pack las salsas que se les agregan a las carnes. Buscó la manera de agradarles como diera lugar. -¿Desde hace cuánto practican tenis?- quiso saber -En realidad no venimos aquí a hacer deporte. Para eso tenemos el gimnasio. Venimos porque es mucho más divertido estar aquí que compartir tiempo con nuestros aburridos esposos- mencionó Martina, y las demás la dieron la razón, a excepción de Sabrina, quien se quedó en silencio. -Entonces ¿Puedo unirme a ustedes?- quiso saber ella, como si comprendiera la situación - De verdad es estresante pasar tiempo en casa-. -Finalmente alguien que nos comprende- dijo Alejandra, como si Vanessa fuera Dios. -Claro que puedes unirte a nosotras, pero para eso, debes pasar el reto de iniciación- mencionó Sabrina, con una pequeña sonrisa bailando en sus labios. -Eso suena emocionante ¿De qué se trata el reto?- quiso saber Vanessa, pues le intrigaba. -Debes ir a recepción corriendo en traje de baño y decirle al guardia de seguridad que no hay toallas en la piscina. En realidad debes pelear con él, tienes que seguirlo hasta las duchas de hombres en el gimnasio y pasar frente a ellos ¿Te atreves?- quiso saber ella, mirándola desafiante. Vanessa sintió que había ganado. Por supuesto que estaba preparada para algo como eso. -Acepto- dijo, estrechando la mano con Sabrina. Todas rieron como si fueran chicas de preparatoria. Vanessa se cambió en la piscina por su mejor traje de baño, el cual era uno strapless naranja y celeste con líneas negras. Ella se veía fabulosa. Todas se le quedaron viendo sorprendidas, pero más grande fue la sorpresa cuando corriendo hacia la casilla del guardia de seguridad, se tropezó con alguien y ambos cayeron al suelo. Se trataba de Marcel. ¡Mierda! Esa no era la idea.
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