NARRA JOCELYN
1 día antes de la visita del Capo al Palazzo Grigio.
El encuentro con la Regina, fue bastante raro, no pensé nunca que una mujer como ella se preocupara por las cosas de una mujer insignificante como yo, pero al mismo tiempo fue gratificante, saber que por fin alguien de manera sincera escuchaba lo que decía y que en realidad me ofrecía su ayuda, no precisamente de manera desinteresada, pero dejo claro que el precio a pagar era sumamente pequeño teniendo en cuenta que de lograr pasar todas las pruebas el rango que ocuparía en la Famiglia sería directamente al lado de la su hija Montserrat, la futura Regina y heredera del imperio de los Angelucci.
Quizá me tomen como a una loca por confiar en alguien que apenas conozco, pero en realidad ¿Qué otra opción tenía?, Mauridcio había dejado claro que no estaba dispuesto a hacer nada por mí, menos cuando termine comprendiendo que nunca estuvo en sus planes ayudarme con algo que posiblemente me haría querer salir de este mundo lleno de a*mas, d*ogas y sangre, esto es todo lo que no quiero para Kete, algo que si me ofrece ella, la mujer más elegante y distinguida que he visto en mi vida, su aura es pasiva tranquila y tiene un brillo en la mirada que hace imposible no creer en cada una de sus palabras aún más, cuando me ofreció algo que si bien puede ser considerado un s******o al mismo tiempo es mi forma de escape.
- Estando en este lugar nadie podrá tocarte, ni siquiera Mauridcio, este es un recinto privado donde lo único que te puede lastimar son las batallas en la arena, recuerda que la fase de entrenamiento dura poco más de dos años, luego de eso tendrás que enfrentarte a las que también decidan postularse para Generale. La Regina le iba ablando al tiempo que Jocelyn estaba embelecida viendo aquel lugar. Ahora comprendía la razón de su nombre, estaba toda a blanco y n***o, los acabados eran perfectos, pero con un aspecto casi gótico que incluso daba un poco de miedo - ¿Me estás escuchando?
- Sí, señora. Se compuso para responderle.
- No te dejes llevar por la belleza o el misterio de estas pareces, créeme, es más acogedora que muchos otros lugares y sé que le tomarás cariño, al igual que tú, ese sitio siempre está en un completo silencio casi que enloquecedor.
Allí no encontraría fiestas ni sitios donde platicar con nadie, Palazzo Grigio, está conformado pro dos grandes torres, una para hombres y otra para mujeres, la lucha dentro de la casa estaba completamente prohibida y las únicas veces al día en las que se veían las caras todos era al momento de almorzar y de cenar, los protocolos de etiqueta y educación eran exigidos, no se permitía un mal comportamiento a la hora de comer o de recibir cualquier otra lección. Más que una simple casa, es una escuela, una en donde aprendes todo lo básico para que tu capacidad de crear estrategias se desarrolle de manera máxima, para posteriormente ponerlo a prueba en la arena, el sitio en el que todos se convertían en enemigos, dado que siempre uno debía morir.
Allí no se creaban amigos ni se forjaban alianzas, eran entrenados para matar y desconfiar de cualquiera, para mantener su lealtad solo en la Famiglia y para que todo su centro girara alrededor de ellos. Al mando del lugar estaba Franccesca, una mujer ya entrada en edad y quien tiene el respeto de todas y todos, pero su estancia permanente no podía considerarse como un beneficio, dado que solo aquellas que habían cometido una traición no tan grande como para merecer la mu*rte eran desterradas a vivir por siempre en aquel lúgubre lugar donde los vientos del más allá siempre estaban presentes.
- Mi Regina, qué bueno verla. Me alegra que nuevamente esté aquí con nosotros, es más que un placer que ilumine nuestras paredes.
- Gracias, Franccesca. Tomo de la mano a Jocelýn – Ella es mi candidata para Genera de mi hija, sabes que tengo derecho a traer a quien yo considere es mejor para que permanezca a su lado.
- Claro que sí, mi señora, está en todo su derecho, solo que conoce las reglas. Para ingresar, ella tendría que hacer los botos de manera inmediata. Tristemente, sabe que este no es un hotel en el que siempre estemos recibiendo huéspedes.
El palacio tenía muchas reglas, una de ellas era que prácticamente funcionaba al igual que una universidad, habría convocatorias cuando la Famiglia necesitaba nuevos reclusos, los tomaban de los hijos de terratenientes que tenían cuentas por saldar, de gente del común que le debía algo a la Famiglia o los mismos pequeños delincuentes que se presentaban en busca de tener un futuro mejor, si algo era sabido era que el p**o por servir a los Angelucci era monetariamente muy alto.
- No habrá problema por ello, ella los hará enseguida.
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NARRA MAURIDCIO
Nunca el camino hasta el Palazzo Grigio me parecía tan largo, voy moviendo mi pie en señal de desesperación en realidad no le agrada nada de lo que está pasando, eso de que sea ella quien escoja no me convence, está enojada, lo que la puede llevar a tomar una decisión estúpida que me haga enfadar más de lo que ya estoy, pero si se atreve a desobedecer lo que yo le indique juro que yo mismo entraré por los túneles y la deg*llare mientras duerme, no me apetece que aprenda todo lo que aquí enseñan y menos que sea una de las nuevas súbditas de mi cuñada.
Al llegar, me desabotono los primeros botones de la camisa, siento que voy a ahogarme para después salir del carro para recibir una noticia que me dejó helado.
- No entrarás conmigo. Dijo el Capo – Tu presencia podría hacer que ella decida algo que en realidad no quiere y, como te dije, esto será solo su decisión sin que tú intervengas en nada. MALDITASEA
- ¿Mi señor, ha ocurrido algo? Franccesca estaba preocupada, no era normal que él se presentara de esa forma y menos con la cara que traía.
- Trae a la chica que mi esposa trajo.
- ¿Jocelyn?
- No vine a que me interrogues, te di una orden, ahora cúmplela.
La mujer salió casi corriendo y llevó sin decirle nada a la chica ante el hombre que ya se encontraba sentado en el enorme sillón de caoba y oro que se encontraba en la mitad del salón. No supo si su imagen era la del mismísimo Dios o la del mismísimo Diablo. Fue guiada por Franccesca para que se acercará hasta el Capo.
- Seré breve contigo. ¿Mi esposa te ha traído aquí a la fuerza?
- No, señor. Ella se apresuró a responder luego de que la mujer que estaba a su derecha la codera para que lo hiciera – Ella me ha propuesto algo y yo acepté.
- Bien, tu traída a este lugar le ha generado molestias a mi hermano, quien alega que eres suya y que te han sacado de El Averno sin consultárselo. – ¿Su hermano?, ¿Mauridcio es hermano del Capo? Ahora terminaba de atar muchos cabos – Dime, ¿por qué saliste sin que él lo autorizara?
- En realidad, él mismo la noche anterior me había propuesto, no sé runa pr*stituta, no firmé el contrato, pero asumí que, dado que no permite que otros hombres me toquen, ya no era una rehén.
- Asumir cosas puede costarte la vida.
- Oh, en ese caso Capo, mi libertad y la de mi hermana.
Él sonrió, no le tenía miedo, de hecho, estaba hablando con soltura, lo cual era extremadamente extraño, pero al mismo tiempo, siguiendo las normas de su Regina, la mujer no le mantenía la mirada por más de un segundo. Era sabido que de hacerlo la orden de matar sería dada de inmediato.
- Pese a que estás aquí por tu voluntad, te propondré algo que nunca había ofrecido, te doy admitía. Si decides irte ahora mismo, me aseguraré de que tú y tu hermana estén bien, pero se enfrentarán solas al mundo, o puedes quedarte y hacer lo que debes, es tu decisión.
- Me quedaré. Carlo abrió los ojos como platos al ver que ni siquiera dudo en decir aquello – Su esposa me ha hecho una promesa y yo le he hecho una a ella ¿Podría ser considerada signa de su ayuda si no soy capaz de cumplir con mi palabra?, conozco los parámetros y reglas por lo que se rige su mundo y si estar aquí es el precio a pagar por mi libertad y la de Kate lo haré señor, me disculpará agradezco su oferta, pero en realidad no deseo deberle nada a nadie.
Valor, fuerza y lealtad, esas fueron las cosas que Carlo vio en ella y supo que no había duda que ella sería la próxima Generale de la Famiglia.