6 de abril de 1885 Layla Si se pudieran cambiar las cosas, Layla habría sido la primera en hacerlo. Cerró los ojos e imaginó que todo era un sueño. Se obligó a creerlo, pero los recuerdos del inicio de la noche pesaban en su cabeza y la invitaban a recordar los sucesos una y otra vez como si hubiera ocurrido apenas unas pocas horas desde el inicio de los acontecimientos. Apenas habían llegado a la casa de Lord Fleming, cuando Elliot atrapó la atención de todos. Apenas habían pasado unos minutos cuando comenzó a discutir con el joven rubio que se hacía llamar su amigo. Y, aun así, ella no se había quedado atrás. Layla podía sentir las miradas de todos los presentes sobre ella, hablando sobre su persona, sobre su cabello rojo como el fuego. Y como diversos rumores sobre el motivo por