Se supone que hoy iría a mi primer taller de ayuda en la fundación, pero, a decir verdad, después de haber conocido a mi bebé, no he tenido cabeza para nada más. Llevo horas sentada en el sofá de este departamento con la ecografía de mi hijo o hija en las manos. No tengo idea de que hora es, tal vez ya oscureció… ¿Quién sabe? La única certeza que tengo es que la imagen que tengo frente a mis ojos es la más hermosa que he visto nunca. —¿Cómo puede ser que en medio de la muerte la vida se abra paso de esta manera?— Me pregunto mientras que con la yema de mis dedos acaricio la ecografía. Cierro mis ojos por un momento y los vuelvo a abrir como queriendo asegurarme de que esto no es un sueño, pero al hacerlo, me doy cuenta de cómo las lágrimas se han vuelto a acumular en ellos. Hago mi mejor