Capítulo 1: ¿Qué hago yo?
Cada día, cada hora, cada minuto, y cada segundo que paso desde aquella noche donde mi vida cambio para siempre, no dejo de pensar en él. Miro a cada instante el anillo que traigo en mi dedo anular y me pregunto si de verdad viví todo aquello o es que fue una gran pesadilla. Sin embargo, cuando en mi cabeza se repiten los sonidos de los disparos, de la gente gritando, y aquel ultimo “te amo” que Mateo pronuncio mientras que perdía su vida entre mis brazos, me doy cuenta de que nada de eso fue mentira. Realmente perdí al hombre que amo, o, mejor dicho, me lo arrebataron, me dejaron llena de sueños, de ganas de un futuro a su lado, pero sobre todo con esta gran incógnita, ¿qué le voy a decir a mi hijo cuando me pregunte por su padre?
En uno de aquellos amanecer cuando regrese a Australia, a ese sitio escondido en la playa donde él me propuso matrimonio, mi vida volvió a cambiar. Había ido con la idea de tener una despedida con los recuerdos que tenía junto a él, quería hacer las paces con la vida y recordar una y otra vez los momentos tan hermosos que habíamos vivido, pero mis planes cambiaron, me di cuenta de que nunca más iba a estar sola.
No debí sorprenderme cuando los mareos se hicieron presentes, cuando aquella prueba de embarazo dio positiva, después de todo era lo que él y yo queríamos. Por alguna razón la vida quiso que pasara, no sé si fue la primera vez que hicimos el amor en nuestra noche de bodas, o en una de esas veces que le admití que conocer el placer en sus brazos era peligroso. No nos cuidamos, no quisimos hacerlo a pesar de que tal vez toda nuestra familia diría que éramos muy jóvenes para ser padres, pero bueno, aquí está este pequeño bebé creciendo dentro de mí y recordándome aún más a su padre. La idea era que fuéramos tres, pero su padre nos salvó de la muerte aquella noche sin saber que no solo me estaba salvando a mí.
Regresar a Miami no fue una opción ni lo es todavía, no me siento preparada para afrontar todos los lugares que para mí llevan el nombre de mi esposo. La gente puede evitar mencionártelo, puede tratar de distraerte, pero la verdad es que los lugares no tienen piedad. Ellos hablan, gritan lo que viviste junto a la persona que tanto amaste y solo te queda llorar hasta que no queden más lágrimas, pero haciendo eso nunca podría reencontrarme, solo caería en una profunda depresión de la cual no tendría idea de cómo salir.
Miro el edificio que esta frente a mí, y sé que esta es la mejor opción para mí, que en este lugar tal vez pueda encontrar paz, y también pueda hallar una manera de hacer algo por personas como Mateo o como yo que quede aquí sin saber que hacer sin él. Respiro profundo, acomodo mi bolso y camino los últimos pasos que me quedan hasta la fundación en la que voy a colaborar.
Entro al edificio y de inmediato un gran cartel lleno de fotografías con rostros de personas que fueron víctimas de la violencia y el terror se hace presente haciendo que mis ojos se llenen de lágrimas —Señorita, ¿puedo ayudarla?— Escucho una voz masculina detrás de mí y de inmediato volteo para ver a quien me habla ya que su voz me suena familiar. Sus ojos negros me miran incesantemente y de pronto frunce el ceño —¿Usted es Nicole Gagnier?— Me pregunta.
—Zondervan, Nicole de Zondervan— Le corrijo —¿Usted es Gabriel?— Averiguo con dudas ya que por nuestras conversaciones telefónicas, lo imaginaba un poco más mayor, pero tal vez tiene uno 30 y algo.
—Si, Gabriel Roux, bienvenida a la ciudad de Rouen ¿había estado en Francia antes?— Me pregunta acercándose a mí y asiento.
—Si, mi familia es francesa— Aclaro y me sonríe.
—Bienvenida de regreso y es un gusto conocerla personalmente— Comenta.
—Gracias—
—Pero venga, le enseñare las instalaciones ¿tiene donde vivir?— Averigua y niego.
—Llegue hoy, la verdad últimamente he sido una nómada, no tengo idea de que hacer— Le confieso y me mira de manera un poco extraña.
Sigo sus pasos por los pasillos hasta que finalmente él abre una puerta y me indica que siga —Hablaremos un poco primero, sabe, para que alguien pueda trabajar aquí tiene que estar preparada en algunas cuestiones, más que nada por las cosas que pueda llegar a ver en este lugar— Me explica mientras que cierra la puerta detrás de nosotros y luego me invita a tomar asiento alrededor de la inmensa mesa que hay en esta sala de juntas.
—Está bien, hablemos— Accedo y nos sentamos uno frente al otro.
Él acomoda su cabello ondulado y me mira fijamente —¿Por qué no me cuenta acerca de usted y de porque quiere ayudar en una fundación como esta?— Propone.
—Para eso tendría que contarle mi historia— Susurro.
—Cuénteme su historia entonces, aquí estoy para escucharla— Insiste y respiro profundo.
—¿Seguro? No es una feliz— Advierto.
—Si está aquí es porque es valiente, y a mí me interesa escuchar la historia de personas valientes, así que soy todo oídos— Me anima y en el fondo sé que necesito contarle a alguien todo lo que me paso, tal vez un desconocido sea el indicado.
“Las Sobras de tu Amor”
Una obra de: S. Dal Santo
IG: s.dalsanto17
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