Salimos de nuevo al terreno de juego. Un empate no nos servía, debíamos marcar más goles, y no dejar que los culés lo hicieran. No hubo ningún cambio en mi equipo ni en el del Barsa, seguíamos los mismos jugadores. El árbitro pitó para anunciar el inicio del segundo tiempo y empezamos dominando la pelota nosotros, pero el miedo de que los culés hicieran otro gol reforzaba nuestra defensa pero debilitaba nuestro ataque, lo que obviamente impedía que nosotros marcáramos. Pasaron 15 minutos en los que sólo nos dedicamos a quitarle el balón a Yessi y evitar que siquiera se pasaran de la mitad de la cancha; yo sabía perfectamente que si seguíamos así, el partido terminaría en empate. Y un empate no nos servía, ya que no tendríamos los suficientes puntos para pasar a la otra fase de la competen