Era un buen día.
Un buen día para dar a luz a tres hermosos bebés
Con el crepúsculo pintando de dorado las ventanas de la casa, Mariel se encontraba en el umbral de un nuevo día de su vida, sintiendo las emociones palpitar a través del aire tenso y a la vez cálido de lo que se avecinaba. Los preparativos para dirigirse al hospital indicaban que el momento que tanto habían esperado estaba a punto de llegar: el nacimiento de sus trillizos. Basil y Tobías, inmersos en una danza de nerviosismo y emoción, cargaban el coche con todo lo necesario, cada uno lidiando con sus propias tormentas internas.
No había cosa más divertida para Mariel que verlos dar vueltas de un lado a otro como pollos sin cabeza.
Ellos eran los que estaban nervioso, menos mal que era todo programado y no que ella est
