Y esta era la fecha, este día se conocería como el día que le pedí que fuera mi esposa. El restaurante donde habíamos quedado de encontrarnos para almorzar era uno de los más exclusivos y elegantes de la ciudad, perfecto para una ocasión como esta. La propuesta de matrimonio que planeaba hacer a Lina no era un acto de amor apasionado, sino más bien una concesión a sus deseos y expectativas, estaba cediendo ante ella, estaba dándole lo que ella deseaba, lo que fuera porque Lina estuviera bien. A pesar de mis reservas personales sobre este matrimonio con Lina, sabía que esto la haría feliz y, en cierto modo, era lo que se esperaba en nuestra situación. Llegué antes para asegurarme de que todo estuviera en orden. Había reservado una mesa privada, aislada del bullicio del restaurante, c