–Manuel…–Toqué su hombro, retiré un poco la manta de su cabeza y vi los ojos cerrados de mi hermano. Aún no habíamos ordenado nada de cena y él parecía ya estar dormido–. Vamos, Manuel. Tienes que ir a la cama, no te dejaré en el sofá. –Espera, no hagas esfuerzos–Ya se había despertado–. ¿Te quedas aquí o vas a casa? –Voy a casa, una vez que estés en la cama, mañana almorzamos juntos y en la noche vengo a tu casa, ¿qué te parece? –Me parece que eres la mejor, Mariel. Gracias por estar a mi lado. –No se me ocurriría estar en ningún otro lugar, hermanito–Tomada de su mano, fui con él hasta la cama, coloqué las sábanas cubriendo su cuerpo y le di tres besos en la mejilla–. Yo te amaré siempre, Manuel. –Es el mejor consuelo que he recibido en toda la noche. Gracias. Apagué la luz y sa