Y pensar que hace un par de horas creí que era imposible que Mariel estuviera aquí esta noche. Ahora estaba sentada frente a mí. La brisa marina jugueteaba con las llamas de las velas mientras Mariel y yo nos sentábamos frente a frente en la mesa elegantemente dispuesta en la cubierta del yate. Cada detalle, desde la suave música que flotaba en el aire hasta la vajilla finamente seleccionada, estaba diseñado para crear un ambiente de ensueño, una velada perfecta bajo las estrellas. Tenía que ser perfecto, era lo que ella deseaba y yo le iba a dar una noche tan especial como jamás la había imaginado. La primera de muchas. Mariel lucía radiante, su belleza acentuada por el vestido que había elegido para ella. La luz de las velas danzaba en sus ojos, reflejando la felicidad que sentí