Llego al departamento súper cansada, Cris me hizo caminar todo el centro comercial. Comimos, jugamos, nos reímos demás, y como siempre, hice algunas compras. Son alrededor de las 9 de la noche, y no quise cenar para así poder hacerlo con Paolo. En cambio mi niño, él si cenó, lo hice comer para estar más tranquila, lo lleve a un restaurante de comida tradicional italiana, todo es recién preparado, con productos frescos y muy saludable también. Se comió una pizza pequeña acompañada de un jugo natural. Ahora estamos ya en casa.
-Cris, bebé- lo llamo -Es hora de un baño, lavar los dientes y a dormir- le hablo con mi voz de mamá autoritaria.
-Está bien mamá- me responde con un puchero -¿Puedes dormir conmigo?- mi corazón se derrite.
-Me quedaré contigo solo hasta que te duermas, luego estaré en la sala- me mira confundido.
-¿Por que?- su pregunta me hace reír un poco.
-Mami tiene una visita, vendrá Paolo a charlar unas horas conmigo- le digo mientras lo llevo a su habitación tomado de la mano.
-Él no me gusta- me dice con tono serio, así que me siento en su cama mientras le ayudo a quitar su ropa. Trato de parecer normal, pero mis alarmas se encienden. Ciertamente los niños tienen algo que nosotros los adultos no podemos discernir a veces, y que él me diga que Paolo no le gusta, me hacen estar alerta.
-¿Por qué no te gusta mi amor?- mi voz la hago sonar lo más relajada posible.
-No lo sé, pero no me gusta como te mira, y si lo saludo es por educación mamá- le sonrío para así tranquilizarlo.
-Tranquilo, yo también lo noto mi amor, por eso lo dejaré venir esta noche, para decirle que no tiene que verme así- le respondo de una manera simple que él pueda entenderme -Luego de eso, no vendrá más a nuestro hogar. ¿Estás de acuerdo?- le sonrío.
-Me parece bien- se va al baño y yo me quedo allí pensando en lo que me acaba de contar. Jamás imaginé que él se diera cuenta de las intenciones de Paolo, y aunque no me lo dijo de forma directa, en su lenguaje me lo dio a entender. Me salgo de su habitación llevando la ropa al cuarto de lavado, algo que le enseñe a mi hijo, ya que éramos solo nosotros dos, es algo de independencia. Por eso sabe ducharse solo, vestirse solo y acomodar habitación solo, nada más le hace falta cocinar. Me río de mi pensamiento.
Voy a mi habitación, no me quito la ropa que llevo puesta, ya que estoy muy cansada y no pretendo masque una simple cena amistosa con Paolo. Lo que sí hago, es lavarme mi cara para así quitarme el maquillaje del día, me lavo mis dientes también, solo por costumbre. Me quito los tacones y me pongo unas sandalias sencillas y bajas. Dejo mi cabello tal cual como esta y tomando mi teléfono vuelvo a la habitación de Cris.
-¿Listo?- es lo que digo al entrar.
-Listo mamá- me responde ya acostado en su cama, con su pijama puesta, y por el olor a pasta dental que invade mis fosas nasales, sé que ya se lavo los dientes. Me acerco a él, me acuesto a su lado.
-Te amo Cristian, y siempre te amaré- le doy muchos besos los cuales hacen que se ría, le comienzo a cantar una canción de cuna y en unos treinta minutos ya se encuentra profundamente dormido. Me levanto con cuidado, apago la luz de su baño y le enciendo la lámpara de estrellas con una luz tenue, tomo mi teléfono, salgo de su habitación y la dejo un poco cerrada.
Al llegar a la sala comienzo a revisar mis mensajes esperando mientras Paolo llega. Hay uno que me hacen acelerar el corazón.
Número privado
-No he dejado de pensar en ti. ¿Cuánto tiempo me dejarás en espera?- mi pulso se acelera, pero aun así, lo bueno se hace esperar.
-El tiempo que yo desee Señor Reinart-
Número privado
¿Y si me canso de esperar?- alzo mi ceja derecha.
-Lástima por usted entonces-
Número privado
-¿Qué tengo que hacer para verte esta semana?- mi pongo a pensar, sería imposible que alguien como él me dé lo que realmente necesito.
-Tal vez si me cortejara por lo que soy y no por lo que hago, puede que le dé una oportunidad-
Al momento que le di enviar, me arrepentí de inmediato ¿en qué estaba pensado? No pude eliminar el mensaje porque leyó de inmediato. Se estará burlando de mí este hombre, que idiota soy. ¿Cómo se me ocurre insinuarle que busco amor en un hombre que me estaría pagando por mi compañía? Que tonta eres Catalina.
Frustrada, tiro el teléfono en la mesa, y cuando me voy a levantar, unos golpes en la puerta me llaman. Camino tranquila porque ya sé dé quien se trata.
-Hola, Paolo- responde con una sonrisa de cortesía invitándolo a pasar, este me mira por unos segundos de arriba abajo.
-Pensé que te encontraría con un traje elegante o algo así- dice en broma, pero reconozco que no del todo ¿Acaso, pero pensó que me arreglaría para él? Me rio sola mientras camino.
-Soy mamá Paolo, y realmente hoy fue un día bastante movido- me siento en el mueble imitando su acción. Lo veo bien vestido, tal parece que se tomó su tiempo, pero yo no tengo tanto como él, noto que tiene unas bolsas de comida en sus manos junto con una botella de vino.
-Permíteme- le digo tomando las bolsas y llevándolas al pequeño comedor que tengo afuera en el balcón, siento sus pasos seguirme, pero no le hago caso.
-¿Y Cris?-
-Se durmió como hace una hora, y sabe que estás aquí también, te mando sus saludos- mi sonrisa debe de ser un poema.
-Es un buen chico, me agrada- por supuesto que es un buen chico, y más le vale que diga eso -Pero noto que te cela mucho, es muy posesivo contigo- dice con una pequeña risita, respiro profundo para no mandarlo de paseo.
-Siempre hemos sido solo los dos, además, yo soy igual que él de celosa y posesiva- lo dejo sentado en la silla mientras voy por unas copas, dos platos, y cubiertos. Al llegar colocó todo en la mesa bajo su atenta mirada.
-¿Por qué nunca has tenido a un hombre en tu vida Catalina?- me pregunta mientras comienza a sacar la comida que trajo consigo. Noto que es Sushi y no puedo evitar sonreír, amo esta comida.
-Bueno, realmente no creo poder abrirle mi corazón a un hombre Paolo- tomando un poco de vino continuo -Cuando le entregas tu corazón a una persona, por mucho que hagas después de él o ella, será imposible dárselo a alguien más-
-Vaya, no sabía esa faceta de ti- me responde mirándome con intensidad.
-¿Y qué sabías de mí Paolo?- pregunto con interés.
-Bueno, somos dos adultos acá Catalina, y ambos sabemos a lo que te dedicas. Nunca considere que albergabas esos sentimientos- asiento con una sonrisa falsa, muy muy falsa.
-Eres un hombre muy prejuicioso. ¿Si yo te diera una oportunidad, te importaría mi pasado o lo que hago?- obviamente eso jamás pasará, pero solo quiero saber su opinión
-No soy hombre de prejuicios. Pero… admito que no me gustaría salir contigo y toparme a cualquier hombre en la calle que me eche en cara que te tuvo primero-
-Lo dudo, no suelo salir con cualquier hombre que te encuentres en la calle Paolo. Como verás, mi estilo de vida no lo pude mantener “cualquier hombre” con un trabajo corriente- lo miro de manera amenazante -¿A qué viniste?-
Paolo toma un gran sorbo de vino, se lame sus labios y se acerca mucho a mí sin decir palabra alguna.
-¿Somos adultos, verdad?- lo cuestionó y este asiente -Entonces habla- demandó con seriedad.
Paolo no dice nada, solo me desnuda con sus ojos. No me muevo, le mantengo la mirada también, y luego siento su mano posarse en mi muslo dándole una caricia.
-¿Somos adultos no?- me responde mientras va subiendo un poco más -Así que si quieres total sinceridad, pues te digo Catalina, que desde que te vi, no he dejado de fantasear en tenerte encima de mí jadeando mi nombre- mi cuerpo se pone tensa debido a su toque, pero aun así me muestro segura.
Llevo mi mano a la suya y la detengo con mucha fuerza.
-Creo que te quedarás con las ganas Paolo- aparto su mano y me pongo de pie de inmediato.
-¡Ay por favor Catalina!- exclama con risa -¿Te vas a poner santa en este momento?- se levanta y se me acerca.
-No soy una santa Paolo, pero tampoco soy una regalada- pongo mi mano en su pecho para tomar distancia.
-¿Y lo que haces no te hace una regalada?- se está burlando de mí. Está muy cerca de mí y yo siento que estoy perdiendo el control de la situación.
-Yo cobro por mis servicios, eso no me hace menos que nadie. Además, es mi cuerpo y yo decido con quien estar y si te deje venir hasta acá fue con la intención de tratar de arreglar las cosas contigo y llegar a una amistad. Pero tal parece que me equivoqué- volteo mi rostro porque ya siento su aliento golpeando mi cara.
-Contigo no quiero una amistad. Contigo quiero sexo. ¿Te cuesta mucho abrirme las piernas?- se pega más a mí, haciéndome sentir su evidente erección. Indignada con lo que oigo reacciono de inmediato. Levantando mi pierna con fuerza le doy con todas mis ganas en su pene haciéndolo ponerse rojo del dolor.
-¿Te cuesta mucho caminar con tus piernas Paolo?- respondo con burla en mi voz -Tome clases de defensa personal para poder defenderme de hombres asquerosos como tú que creen que por tener buen cuerpo pueden hacer lo que quieran con una mujer. Conmigo te has equivocado una vez más. Y de mí no obtendrás más que lástima, así que de manera amable te pido que te marches de mi departamento- mi voz ha cambiado a una con tonos de ira. Paolo no dice nada, aun se está recomponiendo del dolor genital que le cause. Como puede se pone de pie y me habla.
-No vuelvas hacerme algo así Catalina o te juro que…-
-¿Qué me harás daño?- lo cuestionó -¿Me estás amenazando Paolo?- lo miro con una ceja alzada -¿Te recuerdo que mis clientes son de alta jerarquía, con mucho dinero, y así como tengo comiendo de la palma de mi mano a políticos, empresarios?. También tengo a mafiosos que no dudaran en mandar a alguien por ti- me mira asombrado -Te lo dije, mis clientes no son cualquier hombre Paolo, y si no quieres amanecer tirado a un lado de la carretera es mejor que te largues de aquí y no vuelvas a buscarme- Paolo sale de mi departamento hecho una furia, y cuando me encuentro sola comienzo a temblar del pánico, la rabia y la impotencia. Obviamente jamás mandaría a matar a nadie, le mentí en eso, pero tenía que ponerle un alto de alguna manera, y aunque no mentí en decirle que mis clientes son hombres poderosos y de mucho dinero, incluso mafiosos, o debería de decir un mafioso, el cual se enamoró de mi hace años, pero comprendió que no obtendría nada de mí más que un servicio, quedó una sincera amistad de por medio y solo bastaría una llamada para que esté acá a mi rescate, pero eso es otra historia, en este momento me siento muy asustada, jamás me había pasado algo así, ni siquiera estando con ese mafioso había sentido tanto miedo. Me regreso al balcón, tomo la botella de vino y bebo directamente de ella un buen trago. La comida la tiro a la basura con mucho estrés y me voy hacia mi habitación para darme un baño y despejar mis miedos. Al salir enrollada en una toalla un mensaje me llega. Tomo mi teléfono y lo que leo me deja sin palabras.
Número desconocido
-Permíteme cortejarte como se debe entonces. Tengamos una cita-