Capítulo 5

2029 Words
Número desconocido -Permíteme cortejarte como se debe entonces. Tengamos una cita- Ese mensaje no dejaba de darme vueltas en el cabeza una y otra vez. Acostada en mi cama, viendo el techo de mi habitación, pensaba en que responder a este hombre que ni siquiera sé cómo luce. No soy una mujer superficial, el hombre puede no ser el más agraciado del mundo, incluso puede estar gordo, o sin una pierna, o ciego, pero con tal de que me amara y me respetara, por mí estaba bien. Pero aun así no evito sentirme en la incertidumbre. Toco la cadena de oro que llevo en mi cuello colgando desde hace muchísimos años tras, con la inicial de su nombre y la acarició con las yemas de mis dedos. Después de él, no ha habido un hombre que ocupe su lugar en mi corazón, pero por alguna razón, los mensajes de este hombre desconocido despiertan algo en mí que no logro descifrar. ¿Realmente quiere cortejarme y ser un caballero?. Esto tiene que ser una broma, porque no creo que hombres como él, que pagan para estar conmigo, terminen enamorados así de fácil. Así que decidida a seguir su juego, me armo de valor y le respondo. -Acepto salir a una cita con usted Señor Reinart- Listo, le doy enviar y quito mi teléfono de inmediato. Me siento nerviosa, me siento como una adolescente en estos momentos, me acomodo en mi cama para descansar y cuando cierro mis ojos, el sonido de un mensaje me hacen abrirlos de golpe. Número privado -Mañana a las 8 p.m. hay una fiesta de máscara donde soy invitado, y me encantaría que usted sea mi acompañante. Dígame su dirección y mandaré a alguien por usted- Pienso, pienso y pienso. No es la primera vez que asisto a una fiesta así con esa temática, son muchos los clientes que me buscan solo para ser la compañera perfecta, sensual, bonita, que llevan en su mano, ya luego lo que ocurre después de eso, es cuestión de mutuo acuerdo y una buena cantidad de dinero de por medio. Pero aun así me siento nerviosa. -Dígame usted la dirección y allí estaré, siendo puntual como siempre- Ni loca dejaré que él sepa donde vivo, por lo menos no ahora que no lo conozco aún. Número privado -¿Desconfiando Señorita Cat? Pero no se preocupe, la entiendo- Deja más abajo la dirección donde será la fiesta. Es en una zona exclusiva de la ciudad, donde viven personas con mucho dinero y de seguro, por ser de antifaz, ocurrirán muchas cosas en esa mansión. Así es la gente de la élite, las personas que tienen mucho dinero, hacen sus fiestas para poder pasar una noche donde todos quieren demostrar su poderío. Se mueven negocios tanto legales como ilícitos en ese tipo de eventos, y todo lo quieren tapar con una fiesta, y de antifaz para guardar la identidad y mantener la discreción. -Precavida, Señor Reinart. Pero le aseguro que allí estaré- dejo el teléfono y me dispongo a dormir.   A las 6 a.m mi alarma suena. Me levanto en modo automático. Esta es mi rutina al comenzar la semana, alistar a mi Cris para asistir a la escuela, irme a la pastelería, trabajar hasta las 3 de la tarde que mi hijo sale, regresar a casa, para luego alistarme yo y esperar por Megan la niñera que ha cuidado de mi bebé durante los últimos 5 años. Cris la adora, se llevan muy bien y se porta muy obediente con ella. Normalmente necesito de ella cuando tengo eventos donde sé que llegaré algo tarde a casa, pero del resto, es Margarita y Franco quienes lo cuidan hasta que yo regrese, máximo hasta las 9 de la noche. -Cris, mi amor, hora de levantarse- le hablo al oído con dulzura. Siempre es así con él, los fines de semanas se levanta súper temprano, pero al llegar la semana de ir a clases, justamente le da por dormir mucho más. -Ya me levanto mami- me habla con voz perezosa. Le enciendo la luz y salgo dándole una advertencia -En media hora vuelvo, y espero encontrarte listo niño- uso mi voz autoritaria, pero al quedar fuera de su habitación me río sola. Voy a la cocina y comienzo a prepararle el desayuno que comerá aquí en casa y su lonchera con su merienda, colocándole siempre una bandeja de más por si le da hambre. La escuela donde va mi Cris es una de las mejores de la ciudad, y más le vale, ya que su mensualidad no es nada barata. A pesar de que es una primaria, les enseñan muchas cosas, no nada más lo común, allí enseñan música, inglés, diseño, tecnología, entre otras actividades extracurriculares que el niño desee optar. Mi bebé eligió el inglés y tecnología. Por ese motivo pasan casi todo el día en clases, dándoles ellos una hora de descanso. Ya con su bolso listo, y el desayuno ya preparado corro a mi habitación así ducharme rápido y vestirme para salir, no paso por la habitación de Cris porque la puerta estaba abierta y vi como se sujetaba sus cordones. Me ducho rápido y comienzo a vestirme. Me colocó un conjunto deportivo n***o, no me maquillo porque considero que es muy de mañana para usarlo, y tampoco lo necesito mucho, mi cutis es limpio, lo he mantenido muy cuidado y al no usar maquillaje, se ve mi belleza natural. Me hago un moño alto, rocío perfume en todo mi cuerpo encima de la ropa y tomando mi bolso, me dispongo a salir a desayunar. -Que belleza- le digo a mi hijo cuando llego al comedor, lo encuentro sentado mientras revisa que en su bolso esté todo lo que necesita -Vamos a desayunar- comienzo a servir el desayuno, el que consiste en unos huevos revueltos, con pan tostado, café para mí y jugo para él. Ambos desayunamos en total silencio. Al terminar, nos vamos cada uno a lavar nuestras manos y dientes para así salir nuevamente hacia la sala. -¿todo listo?- le pregunto a mi hijo quien trae su bolso en la mano. -Todo listo, mamá- me responde con su voz dulce. Le doy mi mano y ambos salimos del departamento hacia el ascensor para así llegar al estacionamiento, subirnos en nuestra camioneta y conducir hacia el colegio. Bajo de mi camioneta con mi bebé en la mano, las miradas de las mamás santas perfectas me escanean, me miran de arriba abajo y aunque me duele sus desprecios y sus miradas desdeñosas, camino con mi cara en alto, luciendo importante, divina, y muy costosa. Les sonrío para que más sufran, y saludo a una que otra que si me agradan y yo a ellas. Al estar en la entrada me agachó para así darle muchos besos a mi hijo, este se ríe y me abraza. -Vuelvo por ti en un par de horas para irnos donde los abuelos hasta que termine mi turno. ¿Ok?- -Está bien mamá- me da un último abrazo y me lanza un beso. Muero de amor por este hombrecito. Con esa actitud de seguro tiene a más de una niña enamorada. ¿Y como no estarlo? Es la viva imagen de su padre. Alto, rubio, ojos azules y muy pero muy maduro para su edad. Me levanto y me colocó mis lentes de sol marca Prada. Camino de regreso y una de las madres que me caen bien me detienen. -¡Catalina!- alza su mano para que la vea, lo que no sabe la mujer es que por ser pelirroja ya se ve a distancia con ese cabello llamativo el cual me fascina. -Hola, Lorena- la saludo de besos -¿Cómo has estado?- le pregunto con entusiasmo. -Bien, ya sabes, mamá 24/7 y ama de casa- ambas nos reímos -Quiero darte esto- me entrega una tarjeta, la observo extrañada -Es el cumpleaños de mi hija, y esta invitación es para Cris y para ti. Ella quiere que él asista, y a mí me encantaría que tú también lo hagas- me mira sonriente. Al abrirla noto que se trata en efecto de una fiesta infantil. -Con gusto estaremos allí Lorena- la abrazo -Gracias por invitarnos- me despido de ella guardando la invitación en mi bolso. Sonrío porque Lorena es como yo, de cierto modo es la pecadora del grupo de madres también. Ella llegó hace un año a la ciudad, siendo madre soltera. Y de inmediato puso a su hija a estudiar en el mismo colegio que mi hijo. Sus padres por tener mucho dinero son quienes costean la educación de la niña, mientras ella se dedica a tiempo completo en cuidarla y brindarle todo el amor. No es que ella haya querido ser madre por si sola, solo que el hombre que decía amarla, cuando supo que ella quedó embarazada la dejó. Sus padres por ser Cristianos la apoyaron en todo y son los que se encargan de manera económica de ambas. Es lo último que sé de su vida, ya que no hablamos mucho que digamos, y el que nos haya invitado me da a entender que necesita de una amiga acá. Tal vez he sido su última opción, y la verdad no me importa, mi vida ya de por sí es complicada para amargarme por eso. Cuando las madres perfectas del salón supieron su historia la repudiaron de inmediato como lo hicieron conmigo. Pobres de ellas, más de una vez sus esposo perfectos me han llamado para salir conmigo, pero… lamentablemente para ellos mis estándares son muy altos. Llego a la pastelería y saludo con mucho amor a mis padres. Los lleno de besos y abrazos y me dispongo a comenzar mi trabajo. Soy una máquina, atiendo, sirvo cafés, preparo dulces y doy lo mejor de mí para ofrecer un buen servicio de calidad. Ya cuando son las tres d esa tarde, salgo a buscar a mi hijo. Llego y me estaciono, entro rápido sin ánimos de perder el tiempo y lo veo. Viene corriendo hacia mí muy feliz, abro mis brazos y lo recibo cargándolo como puedo y llenándolo de muchos besos. Con él mis brazos camino hacia la camioneta, lo siento y ajusto su cinturón, entro y enciendo el motor, me acomodó bien y veo que está más feliz de lo normal. -¿Por qué tanta felicidad?- pregunto volteándome. -¿Recuerdas a Camila mi amiga del parque?- asiento -Pues, su padre la inscribió en este colegio- habla emocionado -¡Y estudiamos juntos!- grita feliz, y eso me hace reír a mí -Míralos, ya se van- señala hacia al frente y cuando volteo abro mis ojos bien grandes. Madre mía, que hombre tan bello. Me bajo mis lentes de sol y trato de mirarle el rostro, porque si tiene ese cuerpo y ese porte, de seguro tendrá… tendrá un rostro hermoso. Lamentablemente no puedo verlo bien porque va caminando con su hija cargada en brazos ya de espaldas a mí. Noto que tiene un traje a la medida color azul marino, bien ajustado y bastante elegante, unos lentes de sol y abre la puerta de su auto deportivo n***o ayudando a su hija a subirse primero para así hacerlo él con suma elegancia. Una bocina de algún auto me sacan de mi trance. -¡Muévete mujer!- grita un hombre detrás de mí. -Cris mi amor, cierra tus ojos- mi bebé me hace caso, bajo el vidrio de mi camioneta y saco mi delicada mano enseñándole el dedo del medio al orangután que viene manejando detrás de mí -Listo mi amor, ya puedes abrirlos- mi hijo se ríe y niega con la cabeza. -¿Otra vez el dedo acusador mamá?- estalló en carcajadas, sobre todo el acusador. No le digo nada, de seguro me habrá visto en algún momento, solo que en su mente pensará que estoy señalando. Cuando avanzó un poco más distingo el auto al pasarle por el lado, y por más que trato de ver al dios que ha bajado del mismo olimpo, los vidrios oscuros no me lo permiten. Que vergüenza, me estaba comiendo a ese hombre con la mirada.        
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