Capítulo 3

1605 Words
Número privado -No puedo creer que la Señorita Cat me haya rechazado- Era el último mensaje enviado por el Señor Reinart. Me río porque tiene que ser bien descarado para responder eso, así que tomando la misma actitud me dispongo a responder. -Y yo no puedo creer que usted haya mandado a su asistente. ¿Acaso le da vergüenza Señor Reinart?- -Soy un hombre importante, así que la discreción es necesaria- -Yo también soy importante y mi tiempo vale, así que lo siento por usted, pero no estoy disponible- Sintiéndome orgullosa de mi respuesta dejo el teléfono y me dispongo a volver a dormir, pero el sonidito de otro mensaje me hace detener, bufo y tomo el teléfono para ver el mensaje, cuando lo abro lo que veo me hacen abrir mis ojos bien grandes. -¿Y esto lo vale?- mensaje adjunto con una foto del tremendo paquete del Señor Reinart. No está desnudo, tiene un pantalón de vestir, pero aun así se nota el gran tamaño que posee. Mi boca se hace agua, y mi cuerpo reacciona. Así que como buena mujer tentadora, decido responderle de la misma manera, entro al juego perverso que me está ofreciendo, aun cuando no suelo hacerlo con mis clientes, una foto mía vale, incluso tiene que pagar antes de mirar, pero no me puedo contener en seguir este juego que me ofrece, así que busco en mi galería una foto mía que aún no he publicado, tengo puesto una lencería en rojo, con un antifaz del mismo color, estoy sentada de manera sexi y sensual en una silla muy desgastada y estoy de espalda, haciendo que se luzca mi trasero bien definido, mi pequeña cintura y mi cabello rubio cayendo en cascada mientras estoy de perfil. La tomo y le doy enviar con un texto. -No señor Reinart, esto lo vale- Y listo, tal vez me arrepienta mañana, tal vez no, pero no pude contenerme en seguirle el juego al “Señor discreción” apago mi teléfono y me dispongo a dormir.   Siento un peso en mi espalda, un pequeño peso que tiene nombre y apellido. -Mamá, ya es de día, vamos a hacer algo- mi pequeño Cris esta encima de mí dándome un abrazo. -¿Si sabes que son las 6 de la mañana verdad?- pregunto media dormida. -Estás equivocada mamá, son las 10 ya- me levanto de golpe y abro mis ojos, veo el reloj y en efecto esa es la hora. Sorprendida veo a mi hijo. -Alguien durmió mucho hoy- le digo con una sonrisa. -Si, tú. Yo estoy despierto desde hace rato- -¡¿Por qué no me despertaste?!- cuestionó sorprendida. -Estabas roncando muy a gusto mamá, así que me acosté a tu lado a ver televisión y te deje dormir- lo miro sin poder creerlo, luego veo que el canal de caricaturas está en un volumen bajo, y noto su manta al lado de mí. En efecto, vivo con un hombre y no con un niño. -Te amo, gracias por dejarme descansar. Y yo no ronco- lo abrazo con fuerza y le doy muchos besos haciendo que él se ría con ganas -Déjame ir al baño y salimos a desayunar a fuera. ¿Te parece?- -Me encantaría- me dice con una sonrisa, así que salgo de la cama, tomo mi teléfono y lo enciendo mientras voy hacia el baño. Lo coloco en un lugar seguro y me dispongo a lavarme mis dientes y luego mi rostro. Hago mis necesidades y me voy hacia la ducha,  todo eso mientras escucho mi teléfono sonar varias veces. Salgo de la ducha con una toalla tapando todo mi cuerpo y tomo mi teléfono. -Cris, me tengo que vestir- le digo mientras me suelto mi cabello seco, ya que no me lo lavé. -No te tardes- me dice mientras sale de la habitación. Lo miro con ojos achinados, este niño es un caso. Cuando me quito la toalla, me colocó ropa interior, elijo un conjunto de lencería blanco, es delicado y muy inocente. Voy a tomar mi teléfono y leo como siempre. Tengo varios eventos esta semana, eso ya lo sabía. Pero hay uno que llama mi total atención. Número privado -Hermosa, como un ángel. Quisiera ser esa silla, y quisiera tenerte sentada así, pero encima de mí- Pego un pequeño grito, este hombre me está poniendo muy acalorada con tan solo un mensaje. Pero no puedo darle el gusto. Así que me atrevo a responderle con descaro. -De nada vale estar sentada, y usted actúe como un objeto inanimado. Si es así, prefiero la silla- Número privado -¿Y como sabes que no haré nada? Primero prueba y después juzga- Me rio, en definitiva esto me está gustando. -Tal vez me decepcione- Número privado -Tal vez quedes con ganas de más. No le subestimes…- -Tal vez…- Es lo último respondo. Mis mejillas están coloradas, así que respiro para calmarme. Pero hay algo en ese hombre que me atrae. Así que tomo el teléfono, me tomo una foto frente al espejo haciendo mi mejor pose, pero sin que salga mi rostro, este lo oculto con mi teléfono tomado en mi mano. -Tal vez sea otro quien quiere con ganas de más- le doy enviar junto con la foto. Parezco una adolescente jugando a las fóticos calientes, pero por algo no puedo evitarlo, este hombre se me hace un misterio y es como un imán que me atrae. Dejo el teléfono a un lado y me dispongo a alistarme. Me coló un vestido blanco con flores rojas pequeñas, es ajustado en mi cintura, pero cae una linda falda volada que me llega un poco más arriba de mis rodillas, es de tirantes finos y su escote es un poco pronunciado. Me colocó unos tacones blancos no tan altos, y me maquillo sencilla aplicando labial rojo en mis labios, tomo una chaqueta de mezclilla, mis lentes de sol, mi cartera con todo lo necesario dentro y por último las llaves de la camioneta junto con el teléfono. Al verlo me río, tal parece que “Señor discreción” se quedó sin palabras por mi foto y decidió dejar el juego hasta allí. Salgo de mi habitación y voy hacia la cocina, al llegar, me encuentro a mi hijo ya vestido usado su tablet de juegos. -Te tardaste- me dice sin verme la cara. -Ser bella toma su tiempo- le respondo con burla. Él deja de jugar y me responde viéndome a los ojos. -Mami, tú eres bella sin todo eso. Lo que te echas en la cara y lo que vistes, es solo un complemento- abro mis ojos sorprendida, ¿Cuándo aprendió la palabra “complemento”? -En definitiva, eres mi príncipe azul- me acerco y lo beso mucho, se queda tranquilo porque sabe que mis labiales no son transferibles, y bien caros que me costaron también. -¿Nos vamos mamá?- pregunta entre risas. -Nos vamos mi vida- le tomo su mano y nos disponemos a salir del departamento. Al llegar al ascensor y entrar, noto a Paolo vestido listo para ir a trotar, así que como buena madre que da el ejemplo, tengo que saludar. -Buenos días- digo una vez entro. -Buenos días, Cris y Catalina- responde con una sonrisa mientras me mira de forma descarada, no me dejó intimidar así que me mantengo en mi posición tomando una actitud segura. El silencio es incómodo, pero aun así lo agradezco. Al llegar a planta baja, salgo con mi hijo caminando muy tranquila, me olvido de Paolo y voy directo a mi camioneta, subo a mi hijo en la parte de tras como siempre, luego enciendo el motor y le subo al aire acondicionado, cuando me voy a montar escucho que él me llama. Volteo y viene hacia dónde estoy, pero no lo dejo acercar, tomo la iniciativa y camino hacia donde está él, ya que no quiero que mi hijo escuche alguna estupidez que pueda decir. -¿Qué quieres?- respondo con hostilidad cruzando de brazos. -Quiero disculparme por mi actitud Catalina, no estuvo bien faltarte el respeto de esa manera- me mira con intensidad. Se nota que me está comiendo con la mirada, pero por lo menos se disculpó. Suspiro y bajo un poco la guardia. -Está bien, te disculpo- es lo único que digo, cuando me voy a dar la vuelta siento que me toma del brazo con cuidado -Quiero compensar mi estupidez. Me gustaría invitarte a cenar- lo miro extrañada -Algo sencillo, puede ser en casa si deseas. Sé que es domingo y no sales los fines de semanas por estar con Cris, pero si te hace sentir más cómoda podemos pedir comida y cenar en tu departamento y así no dejas solo a Cris. ¿Qué dices?- lo pienso, lo pienso mucho, pero tampoco soy una arpía rencorosa, así que si esta pequeña cena servirá para poner los puntos claros con él, me parece una buena idea. -Está bien- le sonrío -Te espero a las 10 p.m. a esa hora ya mi hijo esta más que dormido- este me sonríe, me ofrece una sonrisa que haría que cualquier mujer cayera rendida a sus pies, pero yo no, conozco sus intenciones y aunque haya aceptado esta pequeña cena, no significa que voy a bajar la guardia con él. Me despido y me voy hacia mi camioneta para comenzar mi día de aventuras con mi bebé. Veo a través de mi ventana que Paolo sigue de pie junto a su auto con sus manos metidas en sus bolsillos y una risa triunfante. ¿Qué pensará él que ocurrirá esta noche?            
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