-¿Qué te ocurre?- me pregunta Margarita mientras ambas nos sentamos a tomar un café.
-¿Tengo algo?- le respondo con otra pregunta.
-Vamos niña, si a leguas se nota que algo te disgusta- toma mi mano y me sonríe, busco a mi bebé con la mirada y este está con su Abuelo comiendo un pequeño pedazo de pastel, así que me siento libre de expresarme.
-Es Paolo- suspiro -Me insistió en salir, y sabes lo pesado que es. Pero esta vez me falto el respeto insinuando lo obvio- ruedo mis ojos -Y ya sabes, lo puse en su lugar de manera descarada también-
-Un hombre jamás debe de faltarle el respeto a una mujer, sean las circunstancias que sean. Respeto tu vida y no te juzgo, pero reconozco que ese hombre está es obsesionado contigo, así que ten más cuidado Catalina- asiento -¿Qué harán hoy?-
-Iremos al parque, almorzaremos por fuera, y luego a casa- respondo tranquila.
-Pueden venir a cenar con nosotros-
-Te aseguro que a Cris le encantará- le sonrío. Luego de esa pequeña conversación, nos despedimos de los abuelos y los dos salimos hacia el parque a pasar el día hasta que sea el almuerzo. Ver a mi hermoso bebé grande jugando animado junto con los otros niños me hacen sentir la mamá más afortunada del planeta. Son alrededor de las 2 de la tarde, y considero que es suficiente por el día de hoy. Poniéndome de pie, colocándome mis lentes de sol y tomando mi bolso, camino a paso seguro hacia donde está mi hijo.
-¡Cris!- lo llamo con dulzura -Es hora de irnos- le digo al estar cerca de él. Me sonríe.
-Mami, ¿Puedo jugar un poco más con mi nueva amiga?- me habla como todo un caballero. La niña es hermosa, es una pequeña de ojos azules, con su piel muy blanca y su cabello muy rubio.
-Cris, mi amor, ya debemos de almorzar, y estoy segura de que tu amiga también tiene algo de hambre ¿verdad?- la niña me sonríe.
-Mi papá me llevará a comer pizza- dice feliz, lo cual me hace sonreír -Por cierto, allí viene- sale corriendo, volteo por reflejo y veo a lo lejos a un hombre de perfil hablando por teléfono, es alto, rubio, con un cuerpo bien formado, luciendo un atuendo deportivo junto con unos latentes de sol que lo hacen ver bien sexi. No digo nada, pero mi cuerpo reacciona ante semejante dios griego.
-¿Mami?- mi hijo me saca de mis pensamientos perversos -¿Nos vamos?- toma mi mano y me hace andar con él, me río internamente porque sé que me pilló viendo al hombre más de la cuenta, aunque no pude notarlo mucho debido a la distancia.
-¿Cómo se llamaba tu amiga nueva Cris?-
-Camila mamá, y es nueva en la ciudad, me gustó jugar con ella- me dice con dulzura. Le respondo con una sonrisa y nos vamos hacia donde está aparcada la camioneta. Luego de eso llegamos a un restaurante de comida. A mi bebé muy poco le permito comer comida chatarra o dulces, así qué con lo que comió hoy con los abuelos, ya ha gastado su cupón. Nos encontramos en un restaurante bien sofisticado, pero donde puedes entrar sin estar vestida de etiqueta. Ambos nos sentamos y pedimos nuestra orden.
-¿Qué vas a querer?- le pregunto al niño de ojos azules que tengo justo en frente de mí.
-Pechuga de pollo con vegetales al vapor- sonrío orgullosa.
-A mí lo mismo que él por favor- le digo al mesero quien anota todo con una sonrisa en su rostro por el comportamiento de mi hombrecito.
Al rato, nos traen nuestras comidas, y ambos comemos en silencio, solo se escuchan las notificaciones de mensajes de mi teléfono. Realmente no comprendo como es que insisten los fines de semanas si a estas alturas deberían de saber que yo no trabajo ni sábados ni domingos. Al terminar de almorzar salimos tomados de la mano y nos disponemos a caminar un poco las calles para así bajar la comida, aprovecho y le compro a mi Cris algunas prendas de ropa y yo tomo algunas para Margarita y Franco. Esta vez no tomo nada para mí, ya que no suelo comprar delante de mi hijo, siempre lo hago sola cuando lo dejo en la pastelería, y esto se debe a que siempre al comprarme ropa, me compro también conjuntos de lencería y todas esas cosas que vuelven locos a los hombres, y jamás dejaría que mi bebé me vea pagando esas cosas. Ya ha bajado el sol, volvemos caminando hacia donde deje la camioneta y al subirnos y estar seguros, veo a lo lejos al mismo hombre junto con Camila, la niña que estaba jugando con Cris en el parque, los dos están bajándose de un auto deportivo dispuestos a entrar a una pizzería. Veo ese cuerpo de espaldas y no entiendo por qué mi cuerpo se calienta al instante. Me espabilo porque no debería de sentir cosas así por alguien que vi muy de lejos y que no conozco. Ajusto la marcha y aceleró para llegar a la pastelería nuevamente y subir a cenar con mi familia.
Cuando estaciono el auto, sale Franco a recibirnos, la pastelería ya ha cerrado y como su casa es arriba, solo nos estaban esperando para subir juntos.
-¿Cómo la pasaron?- pregunta mientras carga a mi bebé y me recibe dándome un beso en la cabeza. Mi hijo emocionado comienza a contarle todo lo que hizo en el parque, sobre su nueva amiga Camila, el almuerzo y las compras que hicimos.
-Vaya, la pasaron muy bien- dice entre risas mientras entramos al lugar cerrando él con llave al pasar.
-Si, no se le acaban las baterías- respondo con gracia -Aquí tienes, es para ambos- le extiendo la bolsa ya una vez arriba en el comedor. Franco lo toma con amabilidad.
-Gracias hija, pero sabes que no es necesario que nos compres cosas cada fin de semana- dice mientras se ríe -Ya no tengo lugar donde guardar la ropa que me compras-
-A mí si me puedes seguir consintiendo- dice Margarita mientras se sienta a servir la comida, todos nos reímos con ganas debido a su comentario -Es broma mi niña, ya nos has dado mucho, así que no te preocupes por cosas así- toma mi mano y mis ojos se cristalizan un poco. Ellos siempre estarán para mí, y el hecho que yo llegué a sus vidas cuando perdieron a una hija y un nieto, de alguna forma lleno ese vacío que ellos dejaron, y siempre que les compro algún obsequio me dicen lo mismo, que con Cris y yo, es suficiente.
Luego de cenar en familia, reír y hablar nuevamente de la salida al parque, nos despedimos y salimos a casa. Al llegar, le doy un baño a mi bebé, lo acompañó a lavarse sus dientes y lo acuesto dándole un beso de buenas noches.
-Te amo- le digo.
-Te amo más mami- me responde con un abrazo. Salgo y voy a mi habitación ya con mi pijama lista para irme a dormir. Pero el sonido de mi teléfono con una llamada entrante de un número privado me hacen fijar mi atención en él. Luego de varios repiques decido contestar.
-¿Diga?-
-¿Hablo con Cat?- es la voz de una mujer, me golpeo mentalmente porque ya sé lo que quiere.
-Si, ella habla ¿en qué puedo ayudarla?- me esfuerzo en sonar tranquila.
-El Señor Reinart quiere saber si está disponible para esta noche- cierro mis ojos y tomo aire.
-Discúlpeme señorita, pero no me encuentro disponible los fines de semana-
-Discúlpeme usted señorita Cat. Mi jefe no tenía idea, pero muchas gracias por la información ¿tendrá disponibilidad para esta semana?- me pregunta como toda una profesional, pobre mujer, tener que llamar a estas horas para solicitar mis servicios por su feje debe de ser muy incómodo para ella.
-Realmente es muy difícil, pero si su jefe me escribe personalmente podría considerar un encuentro- le respondo con voz algo pícara.
-Ok, entonces le diré a él, muchas gracias por responder-
-Gracias a ti por llamar- y sin esperar repuesta cuelgo la llamada. Me río de la situación, pobre mujer, debió de estar muy incómoda haciendo esto por su jefe. ¿Por qué no llamó él directamente? Pienso, normalmente mis clientes me buscan en persona o me contactan ellos mismos, él mandó a su asistente, que idiota.
Me acuesto y me pongo cómoda, y cuando ya estoy por dormirme, varios mensajes me llegan a mi teléfono, y como la curiosidad puede más, tomo teléfono para así leerlos. Cuando los abro no puedo creer quien los envía. El Señor Reinart decidió dejar la cobardía.