Noche de gala. 1

3458 Words
Ese sábado, Mia despertó bastante tarde y es que se desveló junto a sus hermanas en la sala de la casa jugando a Monopoly, fue bueno que ambas dijeran que se quedarían todo el fin de semana en la casa, desde que se mudaron aquel lugar se sentía doblemente enorme y Mia todavía no alcanzaba a comprender porqué es que se fueron, Isabella nunca les prohibía salir cuando quisieran y menos el hecho de tener pareja, de llevarlos a casa y pasar tiempo con ellos, pero Mia todavía era joven y no sentía ganas de mudarse de casa, al menos no por los próximos meses. — Buenos días. — saludo al entrar a la cocina y ver a sus hermanas tomando el desayuno. — Buenos días enana... — Clara sonrió — Pensé que te ibas a despertar hasta el mediodía. — le paso el bote de mermelada para que se sirviera con pan tostado. — Se me han atrasado todos los planes que tenía para hoy, se supone que ocuparía toda la mañana en estudiar para los exámenes. — dejó caer sus hombros. — Es curioso lo mucho que has cambiado... — Amelie la vio fijamente — Hace dos años estabas a nada de hacerte un tatuaje sin permiso, ahora estás decepcionada por haberte levantado tarde y perder el tiempo de estudio que habías planeado. — le dio un suave codazo a su hermana. — Yo creo que nos han cambiado a nuestra hermana, a veces pienso que fue abducida en ese ático y nos devolvieron un alíen que nos está estudiando. — Clara amaba los temas de conspiración. — Ustedes están locas. — Mia se soltó a reír al igual que ella. — ¿No tienes amigas? — preguntó Clara después de un rato. — Si tengo, pero todas estamos estudiando para pasar los exámenes... — rápidamente pensó en Anna — Tengo mucha presión sobre los hombros porque tengo que pasar los exámenes de la universidad. — comenzó a preparar una tostada. — ¿Que carrera vas a llevar? — pregunto Amelie. — Apuesto que será economía... — Clara sonrió — Mendiga desgraciada, nos desplumo como pollos anoche mientras estábamos jugando Monopoly. — rodó los ojos al tiempo que se reía. — Voy a llevar la carrera de relaciones públicas y tengo pensado hacer una maestría más adelante, eso todavía no lo decido. — Mia bajo la cabeza algo apenada porque no estaba muy segura de eso último. — No me imagine que tuvieras tan decidido lo que quieres, ni siquiera yo estaba tan segura cuando comencé la universidad. — Amelie estaba muy admirada por todos los cambios de su hermana. — Yo ni se diga, hasta para escoger un apartamento lo pensé por todo un año y tú lo dices tan segura de ti misma que hasta me das envidia. — Clara movió sus manos a lo loco. — Mis niñas... — Isabella entro a la cocina — No tienen por qué tenerse envidia, todas llevan sus propios ritmos y han conseguido grandes cosas. — fue dándole un beso en la mejilla a cada una. — ¡Mami me va a llevar a comer helado! — dijo Julien entrando a la cocina, iba emocionado. — ¿Quieren ir? — se rio con dulzura viendo a su príncipe, ella también había tomado predilecciones. — Dame cinco minutos y me cambio, hay que irnos de compras. — Clara se bajó del taburete devorando lo que le quedaba de tostada. — Yo me quedo, tengo que estudiar. — Mia quería cumplir con su responsabilidad. — Hija, llevas un mes privándote de salir los fines de semana por estar estudiando, un día de chicas no te va a sentar mal. — Isabella le acaricio la mejilla. — Yo se mamá, pero estoy a nada de graduarme... — la abrazo por la cintura apoyando la barbilla en su pecho — El próximo mes podemos irnos de compras todos los fines de semana y vaciar las tarjetas de papá, pero ya estaré libre de todo. — la vio reírse. — Claro, vamos a vaciar las tarjetas de tu padre en caprichos innecesarios. — beso su frente antes de alejarse. — El treinta de este mes cumples tu mayoría de edad ¿Que vamos a hacer para entonces? — pregunto Amelie, ella ya estaba cambiada y no andaba en pijama como Clara. — Ya voy a estar en edad para que me lleven a aquel restaurante al que fuiste a celebrar tu cumpleaños. — Mia sabía lo que quería para ese día. — El día lo vamos a ocupar para festejar en familia, saben que eso es tradición. — Isabella les dejaba hacer lo que quisieran en sus cumpleaños, pero no sin antes festejar en familia. — Podemos almorzar en casa con tus amigas y después ir a ese lugar, ya vas a tener edad para festejar por la noche. — Amelie sonrió teniendo un plan en mente. — Para esta vez no quiero una fiesta ni convivencia con amigos, me gustaría algo privado. — después de lo que pasó con Anna ya no podía volver a confiar en nadie. — ¿Y eso? ¿Te has peleado con tus amigas? — mamá paso la mano por su cabeza. — No, para nada, pero ya no volveré a verlas porque van a ir a diferentes universidades y la verdad prefiero pasar ese día con ustedes sin hacer mucho, quizás solo ir a almorzar a es restaurante. — se encogió de hombros con desinterés. — Vamos a almorzar en casa y por la noche Clara y yo te vamos a llevar al restaurante, tiene un ambiente mucho mejor por la noche que por el día, bailamos en la discoteca y quién quita, encuentras algo bueno para dejar de ser virgen. — le guiño un ojo de forma burlona. — ¡Niñas! — Isabella se rio. — ¡No puedes enseñarle otra cosa que no sea semejante estupidez! — Pierre no estuvo muy contento con aquella insinuación juguetona — ¿En qué cabeza cabe decirle algo tan idiota como eso? — gruño con enojo. — Cielo, solo era una broma de chicas. — Isabella intervino. — ¡Ese tipo de bromas estúpidas no me gustan! — fue a tomar una botella con agua. — ¿Has despertado de malas pulgas papá? — Mia levantó la cabeza. — No mi niña, bromas como esa no me gustan, vas a cumplir apenas dieciocho años y que tú hermana insinué que solo por eso debes entregarte a cualquier pendejo... — le dio un beso en la frente — Eso es algo que debes darle a alguien que te ame y ames, tu deberías haberle enseñado a eso a todas. — vio a su esposa de reojo y un destello de desprecio fue captado por Mia. — Vas a llegar tarde al trabajo. — fue lo único que dijo. — ¿Volvieron a pelear? — pregunto Amelie después de que su padre se había marchado. — No deberían preocuparse por eso, son cosas de pareja. — bajo la mirada a Mia y volvió a pasar la mano por su cabello. — ¡Ya estoy lista! — Clara llegó corriendo feliz y ajena a todo lo que pasó. — ¿Segura que no quieres ir? — preguntó Isabella. — Si mamá, tengo que estudiar y ya he perdido demasiado tiempo, los exámenes no se resuelven solos. — sonrió de lado. — Esta bien, nos vemos de otro rato y si quieres pedir algo de comer sabes dónde está el dinero para eso, por lo demás nos vemos de otro rato. — le dio un abrazo fuerte antes de salir de la cocina seguida de sus dos hijas mayores y el pequeño que se había mantenido jugando con su monito de peluche. Mia se quedó observando fijamente el ventanal que tenía vista al patio lateral de la casa, se terminó la tostada que había preparado antes llevar los platos al lavabo, la señora que ayudaba a su madre con la limpieza estaba en el cuarto de lavado y por eso se tomó la libertad de dejar los trastos en aquel lugar, lavar platos era algo que odiaba hacer; salió de la cocina con intenciones de ir a su cuarto para volver a entrar al perfil de Anna, al menos quería saber si ese sábado había acompañado a sus padres a la playa como se lo contó el miércoles a primera hora, subiendo las gradas vio a su padre salir del cuarto de invitados que estaba en la segunda planta y el hombre al verla le dedicó una sonrisa un poco forzada porque no estaba de muchos ánimos, había sido una noche muy complicada para él. — ¿Pasaste la noche ahí? — preguntó dejando que se acercara. — Si, no tenía ganas de compartir la cama con tu madre. — arrugó la nariz. — ¿Qué pasa? Llevan casi un mes peleando por todo y por nada, sé que no lo hacen frente a nosotras, pero es obvio que han estado peleando mucho. — Mia se preocupó un poco porque no quería que sus padres terminaran divorciados, se crío con ellos juntos y los amaba por igual. — No sé si daba compartir contigo los problemas que hay entre ella y yo. — le acaricio la mejilla mientras la veía fijamente. — Mamá siempre le cuenta todo a Amelie, puedes confiar en mi... — le tomo la mano con un poco triste por el semblante que su padre tenía — Me duele verlos tan alejados, quizás yo te pueda ayudar a que la conquistes de nuevo, mañana puedes llevarla a cenar y yo me quedo cuidando de Julien. — lo vio negar con la cabeza. — Me tengo que ir al trabajo, quizás podamos hablar más noche. — le tomo las mejillas y le dio un beso. — ¡Papá! — Mia se sobresaltó pues fue en los labios, pero Pierre se rio. — ¿Qué pasa cariño? — bajo las primeras gradas — Cuando eras más pequeña siempre te despedías de mi dándome un beso, te enojabas mucho si yo te ponía la mejilla. — le agarró las muñecas. — Sí, pero tenía unos cuatro años cuando eso pasaba, ya no estoy en edad para hacer ese tipo de cosas contigo. — se sintió incómoda. — ¿Qué diferencia hay? Cuatro años o diecisiete, soy el hombre al que más amas y el que más te ama de forma incondicional, no deberías incomodarte por algo tan inocente como eso... — ladeo la cabeza ligeramente — ¿O acaso no me quieres? — sus ojos se cristalizaron. — ¿Cómo dices eso? — Mia se avergonzó muchísimo al ver a su padre en ese estado — ¡Sabes que te amo con el alma! — le tomó las mejillas con sus manos, estaba mal y ella no quería seguir empeorando sus sentimientos. — Dame otro beso entonces, siempre te he dicho que eres la nenita de papá. — susurro tratando de contener la risa. — Eres un padre muy caprichoso. — aun con incomodidad, Mia le dio un beso en los labios repitiéndose en la mente que solo era una muestra de amor inocente a su padre. — Pero tú cumples mis caprichos y eso me hace el hombre más feliz del mundo. — le dio uno más antes de bajar. Mia siguió su camino de igual forma, pasó los dedos por sus labios pensando en si aquello había sido correcto, quien los viera podría llegar a malinterpretarlos, no era algo que fuera costumbre en su familia salvo con Julien que el pequeño si le daba piquitos a mamá, pero Clara y Amelie no lo hacían y menos con su padre; una vez en el cuarto Mia se quedó sentada en la cama repensando un poco más y es que una parte en su interior le decía que lo que hizo estaba mal, pero otra parte se sentía mal consigo mismo por ser una perversa, era su padre y sería incapaz de verla con otros ojos que no fueran de padre, se sintió como una maldita por estar pensando ese tipo de cosas, incluso se dio una cachetada a sí misma de forma literal. Paso a sentarse en su escritorio para abrir los cuadernos y comenzar a estudiar porque ya había perdido mucho tiempo, no debía seguir pensando en idioteces, como le dijo su psicólogo, debía agradecer el tener un padre tan amoroso que la cuidara con tanta pasión y dedicación; tocaron el tema de la familia hace poco tiempo pues Mia sentía que su madre se había estado alejando de ella e incluso sentía que la mujer le tenía cierto repele, sus caricias dejaron de sentirse maternales y amorosas, Mia sentía que pasaron a ser por obligación y extremadamente frías, compartió con su psicólogo que eso la hacía sentirse como si ella hubiese hecho algo malo para ofenderla o para que dejara de amarla a lo que el hombre le aseguro que eso solo era una percepción distorsionada de su mente, le estuvo diciendo muchas cosas, pero ninguna funciono muy bien porque Mia se seguía sintiendo ignorada por su madre y fue ahí cuando el psicólogo le dijo que sería mejor volcarse hacia el padre que la hiciera sentir segura, ese era Pierre, el psicólogo se aseguro con ímpetu. Estuvo estudiando matemáticas hasta la una de la tarde que fue cuando Pierre le mandó un mensaje preguntando a qué hora iba a bajar a comer, eso hizo que Mia se acercara a la ventana que daba frente a la casa y se dio cuenta de que Alessio estaba en la propiedad, incluso vio que estaba recibiendo a un repartidor de comida, un restaurante de comida asiática y el siguiente mensaje la ordenaba a bajar para comer. De las dos hasta las cuatro se la paso con la nariz enterrada en los libros de ciencia y química, le pidió a la inteligencia artificial que le creara un examen de ingreso a la universidad de cien preguntas, la hoja de respuestas por aparte y todo eso lo imprimió para realizar la prueba, Mia se sintió medianamente feliz cuando examinó los resultados finales, de cien preguntas contestó bien ochenta y aunque no estaba mal para un solo día de estudio, sabía que no era suficiente para poder pasar el examen de la universidad con excelencia. — Oye, chaparra... — Clara asomo la cabeza por la puerta — ¿Qué haces? — pregunto aun cuando la vio de pie en medio del cuarto sosteniendo un libro de química en las manos. — Aprendiendo a extraer cocaína. — la respuesta de Mia hizo que su hermana se riera. — Quien iba a decir que te convertirías en una nerd, hasta los lentes tienes. — entro solo para irse a lanzar a la cama, llevaba una bolsa en una mano. — ¿Me trajiste un regalo? — alzó una ceja curiosa de ver la bolsa. — Son varias cositas, como no nos acompañaste mamá dijo que te escogiéramos algunas cosas... — abrió la bolsa para ver lo que llevaba — Además, papá la llamó y pidió estar en alta voz, nos dio cinco mil euros de gastos libres a cada una, por la mañana andaba enojado, pero después se puso muy feliz. — a veces Pierre las consentía demasiado y despilfarraba el dinero en ellas. — Ya muéstrame que me trajiste. — fue hacia el escritorio para dejar el libro. — Yo como soy una excelente hermana sé que amas Chanel... — hizo el misterio — Vi esta preciosa oferta y solo pensé en ti. — saco una caja rosada con un lazo blanco y quito la tapa. — ¡Por Dios! — exclamó Mia al ver lo que iba adentro — ¿De verdad lo compraste para mí? — se acercó para tomar la caja. — ¡Claro que es para ti, nadie en esta casa es tan niña fresa como tú! — se burló de su hermana al ver la emoción de su hermana. Dentro de aquella caja rosa iba un perfume cuadrado con hermosas decoraciones en las esquinas, un pequeño perfume para andarlo en la cartera, un rubor en crema con la decoración de una esfera llena de cristales, un labial, un gloss y un hermoso broche para el cabello en forma de flor rosa, todo dentro de la caja era precioso. — ¡Muchas gracias! — se inclinó sobre su hermana para darle un fuerte abrazo. — Amelie escogió algo para que uses el día de tu cumpleaños, pero no quiere que se lo vayas a enseñar a papá porque se va a enojar. — sacó la prenda. — ¿Qué es ese trapo? — hizo una mueca al ver las lentejuelas. — Es un vestido niña, vas a cumplir dieciocho años y debes verte sexi esa misma noche porque te lo mereces. — se levantó para ponerlo sobre su cuerpo, necesitaba que lo viera. — Es demasiado corto y escotado para mi gusto, se me va a salir un seno apenas me mueva. — Mia se quedó sentada en la cama. — Te daré un poco de cinta para que eso no ocurra... — dejó la prenda sobre la cama — Vas a cumplir la mayoría de edad y es hora de que dejes de ser mojigata. — apoyó las manos sobre los muslos de su hermana. — No soy mojigata. — se quitó los lentes de lectura. — Si lo eres, en casi tres años te convertiste en una santurrona mojigata, es hora de que te sueltes, que busques novio, una aventura, queremos que tu cumpleaños sea inolvidable... — sonrió con malicia — Deberías ponerte tu primera borrachera, comerte a besos al primer papasito que te invite a bailar, incluso coger con condón si quieres. — le guiño un ojo. — Eso no va a pasar, no soy una puta. — le apartó las manos y se levantó. — Nadie se va a enterar de lo que hagas, Amelie y yo lo hicimos en nuestros cumpleaños, es como el comienzo de una nueva vida, dejas de ser una niña y te conviertes en mujer. — Clara se sentó en la cama de nuevo. — Que ustedes lo hayan hecho no quiere decir que sea obligación para mí... — dejó los lentes sobre el escritorio — Gracias por haberse acordado de mí cuando andaban comprando en su día de chicas, ya son las cinco y hay que prepararnos para ir a la gala. — fue hacia el closet para sacar su vestido. — Hay más cosas en la bolsa... — Clara se levantó — Julien te escogió otro reloj, siempre quiere regalarte relojes. — se rio mientras iba hacia la puerta del cuarto. — Gracias por todo. — Mia se quedó observándola hasta que salió completamente. Sabía que sus dos hermanas fueron tremendas, se tenían la confianza de contarse todo a lujo de detalles a pesar de las diferencias en edad que había entre todas, sabía lo que hizo Clara durante su fiesta de cumpleaños e incluso ella fue tapadera de lo que hizo distrayendo a sus padres, pero aunque sus hermanas tuvieran aquella tradición, encerrando la palabra entre muchas comillas, ella no iba a seguir por ese lado pues al único hombre que deseaba entregarse había fallecido hace casi tres años. Descolgó el vestido que su padre le regaló hace unos meses, era una verdadera hermosura a los ojos de Mia pues iba muy acorde a sus gustos y encajaba con su personalidad, atrevida, pero no vulgar. Era un elegante vestido blanco de longitud midi con un escote fuera del hombro, tenía una silueta ajustada que realza la cintura y el cuerpo de Mia, el escote tenía un pequeño pico hacia abajo mostrando las clavículas y los hombros, la parte superior del vestido era ceñida a su torso y desde la cintura hay un llamativo detalle de volantes que caía diagonalmente por el frente de la falda añadiendo textura y un elemento visual dinámico, la falda era ajustada y tenía una abertura en un costado, lo que permitía moverse con facilidad y agregaba un toque elegante y sutil al diseño general. Mientras estaba peinando su cabello después de haberlo secado y de haberse puesto el vestido recibió un mensaje de Anna donde le preguntaba si podían verse esa noche, le pedía la oportunidad de poder explicarle lo que había pasado, pero Mia no le iba a dar esa oportunidad, al menos no a solas y se limitó a dejar el mensaje en visto mientras terminaba de recogerse todo el cabello pues quería que el collar que le dio su padre resaltara entre el blanco del vestido y su piel descubierta.
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