Rescate furtivo. 1

3612 Words
La familia Morrison no permaneció en Francia por mucho tiempo después de que intentarán secuestrar a las hijas del matrimonio, además de eso la policía se estaba comportando con ellos como verdaderos incompetentes, pues fueron dos meses donde no tenían ni un solo sospechoso a pesar de que ambos padres entregaron listas largas de personas que podrían querer dañarlos, Pierre comenzó a creer con firmeza que la policía estaba siendo sobornada por organizaciones ocultas que solo buscaban reditos politicos y ventajas sobre él; ante las constantes pesadillas de Mia y los ataques de pánico que sufría algunas veces mientras viajaba en auto, decidieron abandonar el país y aceptar la embajada que le fue ofrecida a Pierre después de que este comenzara a recibir cartas de amenazas donde le exigían entregar a Mia, aquel caso se volvió un tema de obsesiones, al menos esa fue la idea que dieron algunos amigos de Pierre pues solo estaban buscando a su hija. Tres meses después del atentado, el país de nacimiento de Isabella les dio la bienvenida con sus pintorescas calles y sus aires renovados, Roma fue el lugar donde Pierre consiguió comprar una hermosa casa en los suburbios en búsqueda de regresarles la paz a todos los miembros de la familia y es que al final, no solo Mia estaba nerviosa, sus otras dos hijas ya no querían ni salir de casa por temor a ser emboscadas nuevamente, las niñas desconocían sobre las cartas de amenaza y es que ambos padres no iban a aterrorizarlas. Una nueva casa en los suburbios era una bendición para Pierre e Isabella, ambos estaban tan emocionados como sus hijas mayores que casi entraron corriendo a tropezones para poder escoger sus cuartos, querían estar una al lado de la otra, una mansión de tres plantas tenía capacidad para una familia de ocho integrantes, pero ellos solo eran seis y Mia no estaba muy animada a pesar de que papá le aseguro que aquel cambio sería para su beneficio. Ese primer día donde se supone que debía estar feliz, la verdad es que Mia estaba llorando mucho más que en días anteriores, le pesaba el hecho de que no iba a poder visitar la tumba de Giovanni nuevamente, pero se esforzó mucho por querer mantener a sus padres tranquilos y subió a buscar su cuarto; Isabella casi arma un escándalo cuando Mia dijo que quería usar el ático de la casa como su cuarto, era el único espacio en la tercera planta y estaba demasiado alejado del resto de su familia, pero Pierre le dijo que podría usar aquel espacio para hacerle reformas a como más le gustara, Mia con la mente ocupada sería más beneficioso para ella y para todos. Colegio nuevo, un nuevo grupo de amigos y un nuevo ambiente fue de gran ayuda para que Mia pudiera recuperar su estabilidad emocional, aunque no iba a olvidar tan fácilmente a Giovanni, las sesiones con el psicólogo cuatro veces por semana fueron de ayuda, pero continuaba callando el profundo amor por aquel hombre y no se lo podía expresar a nadie por el miedo de ser juzgada, para el primer aniversario de su muerte las cosas se le fueron de las manos a Mia y terminó internada en el hospital por una intoxicación alcohólica, después de eso las bebidas alcohólicas en casa se quedaron resguardadas en un gran mueble bajo cuatro candados. El tiempo no espera a nadie, avanzas con él o te quedas atrás y lo pierdes para siempre, Mia tuvo que aplicar eso por la fuerza pues su vida se estaba quedando muy atrás y todos a su alrededor estaban avanzando a un lugar mejor, ella quería ser feliz en nombre de Giovanni, sonreír y alimentar su memoria con recuerdos hermosos, a veces incluso le gustaba hacer cosas imaginando que a su lado estaba su gran y único amor, como ella lo consideraba, si estaba mal o estaba bien, al final no importaba mucho pues eso hizo mejor efecto que sentarse frente a un hombre a hablar de sus sentimientos a medias. Para el segundo aniversario, Mia continuaba teniéndolo muy presente en su memoria, sus padres apenas recordaban su nombre, las cosas habían tomado un color distinto en la vida de Mia y tenía un grupo amplio de amistades, unos cuantos pretendientes a los que ignoraba la mayor parte del tiempo, excelentes notas y pasó de ser irresponsable a ser la presidenta de su salón, a ganar medallas de honor en competencias y a ser la primera en todo. Dos años y once meses después. Mia estaba sentada en el pasto, tenía las piernas cruzadas y su mochila entre medio de estas para no deja ver más de la cuenta a pesar de que siempre usaba un short bajo la falda del colegio, la blusa blanca entallada, la falda de color vino con paletones, el largo por encima de la rodilla porque le gustaban las prendas cortas, las medias hasta por debajo de las rodillas y los zapatos que cualquier estudiante de colegio usaría, cosas horribles a ojos de Mia, pero no podía hacer mucho para cambiar el código de vestimenta, la ventaja de ese colegio italiano es que no era tan estricto por cómo sus estudiantes debían llevar el uniforme diario ni el tipo de accesorios que podían usar, siempre pedían sobriedad, regañaban a las chicas hippies que usaban pulseras casi hasta los codos, las que llevaban más de cinco collares en el cuello y sobre todo las que se pintaban la cara como si iban a participar en un concurso de belleza, Mia en eso no tenía problemas. Con el celular en las manos comenzó a deslizar el dedo por la pantalla buscando algún video interesante en esa plataforma donde su hermana Clara se la pasaba subiendo contenido, la seguía por apoyo moral, pero realmente no le gustaba ver sus rutinas de maquillaje o sus "arréglate conmigo para ir a la universidad", le parecían aburridos y más de lo mismo; salió de la aplicación cuando recibió la notificación de un nuevo correo, de nuevo deslizó su dedo por la pantalla y tocó la aplicación, el correo era por parte de la universidad a la que estaba aplicando y es que ese era su último año de bachillerato, aquel correo la estaba invitando a participar de un curso de refuerzo para todos aquellos que han aplicado y es que, según el correo, los directivos de la universidad desean que todos los que realicen el examen de ingreso lo consigan, por eso tenían el compromiso de darles cursos gratuitos de refuerzo y esa misma tarde comenzaba el primero. — Mia... — escucho la voz de una chica — ¿Por qué tan sola? — se sentó a su lado antes de darle un beso en la mejilla. — Porque ustedes tenían partido de volibol y no tenía ganas de estar escuchando gritos de las porras. — Mia sonrió de lado antes de apagar su celular. — Tan animada como siempre. — la chica sonrió también. — Lo siento, me está comenzando un dolor de cabeza un poco extraño. — se frotó el puente de la nariz. Anna Ricci era una chica rubia y de piel blanca con iris de color marrón oscuro, fue una de las primeras chicas en hablarle cuando comenzó en colegio y desde entonces se volvieron amigas casi inseparables junto a otras dos chicas que eran mucho más animadas que la misma Mia. — Lo bueno es que ya vamos a terminar el tiempo de colegio y vamos a poder regresar a casa. — Anna levantó los brazos para levantarse el cabello y darse un poco de aire con una mano. — ¿Dónde están Lucia y Julieta? — preguntó Mia viendo hacia todos lados. — Golpearon a Julieta en la cara con el balón y Lucia la llevó con Jovana a la enfermería. — explicó Anna mientras la veía. — En cada partido que hay siempre tiene que pasarle algo, eso ya no es normal, eso es absoluta mala suerte. — Mia rodó los ojos y guardó su celular. — Mia ¿Me acompañas a un lugar cuando salgamos de aquí? — pregunto la chica con algo de timidez. — ¿A dónde? — ladeo la cabeza un poco. — ¿Recuerdas al hombre del que te hable? — Mia asintió sabiendo de quién estaba hablando — Quiere que lo acompañe a almorzar esta tarde y me dijo que llevara a una amiga para que no me sintiera sola ¿Me acompañas? — sonrió ampliamente. — No me gustaría ser mal tercio entre ustedes. — negó con la cabeza insegura de las palabras de su amiga. — No lo serás... — la tomó de las manos — Franco es muy importante para mí y me emociona mucho que se interese por conocerme un poco más, quiere conocer a mis amistades también. — la vio de forma suplicante. De alguna manera Mia se sintió identificada con su amiga, sabía lo que era estar enamorada de un hombre mayor y lo emocionante que era cuando esa persona se interesaba por sus cosas, terminó aceptando acompañarla al restaurante para conocer a su enamorado a pesar de que dentro de ella no sentía que estaba bien hacerlo, pero usualmente no escuchaba mucho esa vocecita dentro de su cabeza pues había quedado un poco trastornada después del intento de secuestro. Volvieron al salón de clases y Mia estuvo muy concentrada en la clase de matemática, los exámenes finales se estaban acercando y necesitaba terminar con sobresalientes, estuvo así hasta que el timbre sonó indicando que debían irse a casa, se levantó y vio a Anna esperándola con emoción en la puerta, se despidió de las otras dos chicas y le pareció extraño que no las invitara a ellas también, pero cada quien sabe lo que hace, considero que Anna le tenía más confianza a ella que a las demás. — Espero que no vayamos a un lugar caro, no sabría cómo justificar un plato de comida de doscientos euros a mi padre. — comentó Mia de forma burlona mientras caminaban por los pasillos. — No tienes que preocuparte, él costeara el almuerzo... — sacó una del bolsillo de su falda un collar — Lo compre para ti y lo había dejado guardado en la mochila. — se lo puso sin darle tiempo a Mia de verlo. — ¿Un collar? — sacó su celular y puso la cámara frontal — Está precioso, te debió costar una fortuna. — tomó el dije para verlo con detenimiento. — No me costó mucho. — se encogió de hombros. Era una gargantilla muy fina de oro y como dije tenía un pequeño candado que estaba cubierto con pequeños cristales que brillaban mucho, no era algo que ella compraría para usarlo porque se le hizo muy común, pero era un regalo dado con mucho cariño por parte de su amiga y le agradeció dándole un fuerte abrazo, no esperaba que le hiciera ese tipo de obsequio, pero eso solo afirmó en su interior que Anna la consideraba alguien especial en su vida. Al salir del colegio tomaron un autobús que las llevó a la zona más lujosa de Roma, donde las tiendas exponían sus productos en las vitrinas y aunque Mia compraba en esas tiendas, siempre lo había hecho acompañada de su madre o hermanas, incluso a veces iba con el chofer privado de su padre, ese día no lo llamó porque tenía su salida con Anna, caminaron un poco por aquellas preciosas calles y llegaron a un restaurante bastante bonito al que nunca había entrado, tenía como vista casi directa el imponente coliseo. — Le voy a llamar para que me diga donde esta. — Anna saco su celular y de la nada un hombre la tomó de la cintura. — Aquí estoy mi linda princesa. — le dio un beso en los labios y Mia solo desvió la mirada porque era incomodó ser el tercero en la salida. — Mira, ella es la amiga de la que te hable... — la tomó del brazo — Se llama Mia Morrison y tiene diecisiete años. — el hombre sonrió con todos los detalles que recibió. — Un gusto conocerla señorita Morrison, me llamo Franco Atella, soy un empresario dueño de muchos bares. — extendió su mano y ella la tomó en saludo. — Un gusto conocerlo señor Atella. — se sintió un poco incómoda con la presencia de aquel hombre, había algo en su ser, en su forma de mirarla, le causaba mucha desconfianza. — Que lindos ojos tienes Mia. — se acercó un poco más a ella viéndola a los ojos con una fijación espeluznante. — Verdad que son preciosos, ojos color azul que valdrían mucho. — Anna estaba actuando algo extraño. — Mi padre nos acompañara a almorzar esta tarde, espero que no les moleste. — comentó Franco tomando la mano de su novia. Mia se quedó atrás de ellos y saco el celular de su bolsillo para avisarle a su madre que había salido a comer con una amiga, alzó la vista y vio que ya habían entrado así que camino hacia la puerta para entrar también, un hombre alto con un corte de cabello bastante moderno iba también a entrar y como un caballero abrió la puerta dejándola pasar primero. — Gracias. — comento Mia sonriendo. — De nada bonita. — le hombre le guiño un ojo. — ¿Qué te quedaste haciendo? — preguntó Anna al verla acercarse a ellos. — Un accidente. — se encogió de hombros, ya había guardado su celular y no quiso decirle sobre el mensaje que mandó. — Papá, ella es Mia y es la amiga de Anna, la que nos contó que iba a traernos para conocerla. — dijo Franco a un hombre mayor que se puso en pie. — Perfecto, bonita y elegante... — la vio de pies a cabeza — Vales la pena y ha hecho muy bien en traerte con nosotros. — le tomo la mano y quiso darle una vuelta, pero Mia no se movió. Cuando salieran del restaurante iba a reclamarle a su amiga por haberla llevado a ese lugar con un hombre así de impertinente y desagradable, el padre de Franco no le quitaba los ojos de encima y para su mala suerte se había tenido que sentar a su lado en una de las sillas de aquella mesa, le pareció extraño que en la mesa estuvieran sentados otros dos hombres que no le fueron presentados y que tampoco hablaron cuando ella saludo, pero no iba a preguntar ya que no era de su incumbencia. Mia movió sus piernas hacia un lado tras sentir como aquel viejo rozaba su muslo izquierdo con los dedos, vio a su amiga hablando con su novio con una tranquilidad inocente y ya las cosas no le estaban gustando para nada pues algo en su interior le decía que debía irse, pero irse volando de ese restaurante, llegó a pensar incluso que su amiga la había llevado para intentar emparejarla con aquel viejo. — Permiso, voy a ir al baño. — se levantó con algo de brusquedad fastidiada porque los roces a su pierna continuaban. Casi corre hacia el baño y es que se sentía asqueada, no sabía cómo zafarse de aquella situación sin ser grosera ni generarle problemas a su amiga, entró a uno de los cubículos aprovechando para vaciar la vejiga y cuando salió vio a una mujer usando un hermoso vestido corto en color azul marino, estaba frente al lavamanos arreglando su maquillaje en el gran espejo rectangular empotrado en la pared, se acercó a uno de los lavamanos para abrir la llave y meter sus manos al agua ignorandola un poco al tiempo que pensaba cómo librarse de su situación incómoda, mientras se estaba lavando las manos vio de a la mujer, ella la estaba observando por el reflejo con mucha intensidad. — ¿Sabes dónde te has venido a meter? — pregunto de la mujer con una voz suave y armoniosa, pero al mismo tiempo firme. — ¿Perdón? — Mia la vio sin entender nada. — Tengo curiosidad de saber quién te trajo ante ese cerdo. — se volteo y vio el collar que andaba Mia. — Me invitó una amiga. — respondió sin dudarlo. — Con esas amigas no necesitas enemigas, te han traído para que seas la próxima gran venta... — Mia se quedó confundida y su rostro lo dijo pues la mujer continuó hablando — Después de que bebas tu jugo vas a despertar en un lugar nada bonito si continuas con ellos y para la noche vas a estar llorando mientras un viejo abusa de ti después de haberte comprado por una cantidad millonaria, por la madrugada es muy probable que te asesinen y tu cuerpo aparezca en alguna cuneta de Roma a eso de las diez de la mañana, seras la noticia de las doce y en tres días tu familia estara llorando sobre tu ataúd, serás una estadística más. — la mujer se inclinó hacia ella. — No me voy a quedar más tiempo. — Mia tomo unas toallas de papel para secarse las manos, fuera verdad o no, no iba a quedarse. — Estás marcada, no vas a llegar muy lejos. — la desconocida solo la estaba preocupando mucho más. — ¿Me puedes ayudar? — tuvo mucho miedo en aquellos momentos. — Vuelve a la mesa con naturalidad y cuando llegue alguien actúa como si lo conocieras, pero no te va a salir nada barato este rescate. — la mujer salió del baño. Mia tembló ligeramente pensando en dónde demonios se había metido y no se esperó jamás que su amiga la traicionara de esa manera, se vio en el espejo y pensó por unos segundos en llamarle a su padre, pero no quería meterlo en una situación donde lo pudieran lastimar porque ya habían pasado por una situación similar, estaba trabajando por mantener la estabilidad de toda la familia y se sintió terrible pensando en que por su culpa iban a terminar mal nuevamente, nadie más iba a morir por su culpa y solo salió como si nada pensando en afrontar las cosas por su cuenta. Estuvo sonando mucho en las noticias italianas sobre una banda de secuestradores que tomaban a niñas y adolescentes para venderlas como prostitutas en el mercado n***o, otras tenían la desgracia de ser vendidas a carniceros que les sacaban los órganos y cuando aquella mujer le dijo esas palabras supo que estaba entre ellos, además, que su propia amiga acababa de venderla y tenía ganas de cogerla por el cabello, barrer el restaurante con ella y gritarle una infinidad de maldiciones, fue por eso que no invitó a sus otras amigas, ya la había marcado a ella exclusivamente. Volvió a la mesa con los demás y se sentía furiosa por la traición de Anna, la vio discretamente haciendo que la chica entendiera claramente su mirada de furia y solo bajó la vista avergonzada. — Me tomé la libertad de pedirle algo para que coma y beba, debe mantener esa pancita llena. — comentó el hombre viejo sentado a su lado. — Gracias... — vio el vaso frente a ella — Pero no tengo hambre, lo siento. — los hielos no flotaban en su bebida. — ¡Mia! — una voz masculina la sobresalto — ¡Que sorpresa encontrarte aquí bonita! — la tomó de la mano y la levantó casi que de un jalón. — Hola, José. — lo abrazo como si lo conociera de verdad. Era el mismo hombre que le había abierto la puerta antes, no tenía ni la menor idea de quién era y menos de cómo se llamaba realmente, pero si era su boleto para librarse de ese problema iba a jurar por su madre que eran mejores amigos a pesar de que las edades no cuadrarán mucho, Mia tenía miedo, no quería llamar a sus padres porque ella misma se metió en ese problema, fue muy tonta al no escuchar su voz interna, pero ahora debía improvisar, sacar sus mejores dotes de actriz. — Mi niña te ves divina... — le dio una vuelta — Mi hermano se pondrá loco cuando te vea, hace mucho que no salimos a comer, vamos acompáñame. — le tomo la mochila que colgaba de la silla. — Mia. — Anna se puso de pie y quiso detenerla. — Mil disculpas señores... — la sentenció con una mirada furiosa — No me siento bien estando de tercero con tu novio y hace mucho que no veo a mis amigos, nos vemos en el colegio mañana... — se alejó de la mesa — Señores, ha sido un gusto en conocerlo, con su permiso. — se dio la vuelta y se fue sin decir nada más. El hombre la tomó de la mano y se la llevó rápidamente de aquella mesa que era un verdadero peligro para una jovencita tan guapa como lo era ella, Mia de forma discreta pudo ver como unos cuantos hombres la observaban al pasar, estaban sentados en otras mesas y fue obvio que de ese restaurante sola no iba a poder salir, se pegó más al sujeto que había ido por ella, sintió que él era su única oportunidad de salvarse o al menos de poder volver con sus padres completa, sin un riñón faltante, con sus córneas en los lugares que les corresponden, el hombre la llevó a un área más privada del restaurante, ambos subieron unas gradas en forma de caracol hacia la segunda planta del local y los nervios se apoderaron mucho más de ella.
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