Rescate furtivo. 2

3890 Words
El hombre abrió una puerta de color rojo que estaba al fondo de un corto pasillo, se hizo a un lado para dejarla pasar primero y Mia no tuvo de otra que respirar profundo para controlar sus nervios, intentó tomar su mochila, pero el hombre solo negó con la cabeza, pasó y fue seguida por él quien cerró la puerta con algo de brusquedad. — No puedo creer que me hayas llamado José. — comentó el hombre viéndola. — Lo siento, no sé su nombre y solo dije el primero que se me vino a la cabeza. — se encogió de hombros apenada. — Me llamo Luca Moretti... — se arregló el cuello de la camisa — Un gusto conocerte pequeño conejito. — extendió la mano hacia ella con una sonrisa juguetona en sus labios. — ¡En que me vine a meter! — susurro entre dientes antes de aceptar el saludo. El hombre llevó la fina mano de Mia a sus labios para depositar un beso en el dorso, ella lo observó fijamente por los minutos extendidos que duró aquel contacto, era un hombre joven y bastante atractivo; era considerablemente alto, quizás un metro ochenta rozando los noventa, bastante fortachón de su cuerpo, lo que fue muy llamativo para Mia eran sus ojos de un color gris bastante intenso, el cabello rubio, lacio y peinado hacia atrás que complementaba su bigote tan bien cuidado, la manzana de Adán se le marcaba bastante en la garganta. Cuando liberó su mano, Mia se dio la vuelta para observar la oficina a la que acababa de entrar, era elegante y muy moderna, muy amplia y con una decoración bastante lujosa en tonos dorados; en su exploración visual se sobresaltó un poco cuando de una puerta lateral salió un hombre muy, pero muy alto que vestía una gabardina gris sobre sus hombros, un traje sastre hecho a medida y sus ojos se fueron a las manos del hombre pues iban enguantadas, aquel sujeto pasó de largo a su lado sin voltear a verla ni de reojo, el hombre salió de la oficina cerrando la puerta tras de sí como si en aquel lugar no hubiese una sola alma a la que debía saludar por educación, muy maleducado a los ojos de Mia. Otro hombre salió de aquel cuarto unos segundos después, tenía el cabello azabache y una barba muy bien cuidada, marcada casi que, a la perfección, sus ojos verdes se fijaron en Mia por unos segundos sin detener su paso hacia el escritorio, sus manos grandes comenzaron a tomar papeles y su piel era bastante blanca, en general era un hombre bastante atractivo, parecía incluso un modelo de productos para el cabello o un posible modelo de ropa interior, uno nunca sabía. — No tengo tiempo para escuchar quejas de clientes, lo que haya pasado ocúpate tú. — dijo el hombre con una voz profunda. — Señor, no es una clienta como tal... — la mujer del vestido azul apareció — Es la sexta que traen al restaurante y eso va a traer problemas, sobre todo por quien es ella. — dejó un periódico sobre el escritorio frente al hombre. — Esta mierda me va a traer problemas... — apoyó las manos sobre la madera y alzó la mirada hacia Mia — ¿Como te llamas? — pregunto con algo de brusquedad en su tono. — Mia Caterina Morrison. — siempre tenía la tendencia a decir su nombre completo porque los profesores italianos se lo exigían. — ¿Morrison? — bajó la cabeza para ver el periódico — ¿Eres la hija de Pierre Morrison? Consultor de asuntos exteriores. — tomó las páginas impresas. — Si. — giró la cabeza hacia atrás, la puerta estaba cerrada, entre ese espacio y ella estaba el hombre que cargaba su mochila. — Te acabas de meter en serios aprietos al haberte dejado convencer de venir aquí con esa chica, pero me has facilitado las cosas confirmando que están usando mi restaurante como centro de carnada. — sonrió mientras la veía a los ojos. — Se que me acabo de meter en problemas por confiar en una amiga. — respondió Mia con mayor nerviosismo. — Que los mantengan vigilados, si ella es la sexta muy posiblemente la policía no tarda en hilar algunas cosas y vendrán a darnos una visita, no los necesito aquí. — dijo el hombre con seriedad. — Gracias por sacarme de eso. — susurro Mia sin saber muy bien qué hacer o qué decir, tampoco sabía cómo iba a salir de ese lugar. — Eres muy linda, ojos azules y cabello castaño ondulado, fácilmente hubieran pagado diez mil euros por ti, si no es que un poco más... — se acercó a Mia y la tomó de la barbilla para levantarle el rostro — ¿Eres virgen? — Mia negó con la cabeza — No me mientas. — gruño haciéndola temblar. — Si lo soy. — dijo incapaz de apartar sus ojos de los verdes del hombre, era como ver un bosque espeso y profundo. — Jace la estas asustando, ya tiene los ojitos rojos, va a llorar en cualquier momento. — dijo la mujer del vestido azul mientras se reía. — Hubiera llorado más si la secuestran y la venden... — se alejó de Mia — Te han marcado para venderte y has tenido mucha suerte de venir aquí, pero será algo complicado el que salgas, sobre todo por la puerta principal. — se sentó ligeramente sobre el escritorio después de soltarla. — Puedo pagar si es lo que quiere. — comentó Mia viendo a ambos hombres, Luca se había ido a sentar a un sofá largo que estaba a un lado en el cuarto. — Estoy seguro que puedes pagar, la penúltima hija de Pierre Morrison, la preciosa Mia... — sonrió con diversión — Tengo una empresa inmobiliaria y una de construcción ¿Crees que necesite de tu mesada? — se cruzó de brazos de forma burlona. — Pero papá puede darle lo que pida, además tengo buenos ahorros. — estaba asustada, pero no quería que el hombre la viera de menos. — ¿Qué talla de vestido eres? — preguntó acercándose a ella de nuevo, tomó la gargantilla para verla de cerca. — Soy talla M. — respondió un poco confundida, pero no podía ponerse majadera con el hombre que la estaba ayudando. — ¿Cuánto calzas? — se puso a jugar con el dije del collar, ya lo había visto en varias jovencitas, pero tenía trabajo que atender y no podía darse el lujo de andar rescatando a todas. — Siete. — vio al hombre voltear hacia Luca y asintió ligeramente. — Espero que esta experiencia te sirva para que no vuelvas a confiar en nadie, aunque digan que son tus amigas... — arrancó la gargantilla de un tirón — Esta es la marca que les dan a las nuevas mercancías y si te lo quedas no vas a poder caminar ni diez metros sin que un auto te persiga. — se alejó de nuevo y tiró la gargantilla al basurero. — Señor Shepard, su hermano me dijo que quería hablar conmigo. — dijo un hombre que entró de golpe a la oficina. — Sí... — respondió — Llévate la mochila de Mia a la limusina por la parte de atrás y asegúrate de que no te vean los de la mesa catorce, a ella llévala a la otra oficina, necesito hablar con Gustavo. — Jace se sentó en su silla de nuevo. — Si señor. — la mujer tomó la mochila y movió la cabeza invitándola a que la siguiera. — ¿Qué va a hacer? — Mia la vio ya un poco menos nerviosa. — Salvar tu bonito trasero y darte unos días más para que conserves tu virginidad, tu dignidad y tu vida porque abajo te siguen esperando, a no ser que quieras regresar con ellos y ahí yo no voy a meterme. — rio burlona haciendo que ella se molestara porque no era divertido. No pudo responder a aquellas palabras y solo acompaño a la mujer a salir de la oficina, no sabía cómo se llamaba, no quería preguntarle tampoco, caminó por el pasillo y la llevó a otra puerta de madera la cual abrió sin mucho esfuerzo, la mujer la dejó pasar primero, pero cuando Mia lo hizo la puerta fue cerrada detrás de ella con algo de fuerza provocando que se sobresaltara con bastante brusquedad, al darse la vuelta vio que todo estaba completamente normal y estaba sola, eso fue lo que más la tranquilizo, aunque existía la posibilidad de que aquellos hombres le hubiesen tendido una trampa en ese lugar. Paso a tomar asiento en una butaca frente al escritorio que estaba en el cuarto, se metió la mano al bolsillo para sacar su celular y revisar los mensajes que tenía, le había contado a su madre que iría a la universidad a tomar su primera clase de orientación y la mujer le había dado el visto bueno, le contó a su padre quien también le dio el visto bueno, aunque el hombre le pidió que llamara al chofer para que la llevara a la universidad y fue entonces que Mia dejó escapar un suspiro pesado pues no sabía si podría ir porque las circunstancias estaban un poco torcidas en esos momentos. Fueron solo unos treinta minutos los que estuvo sola en aquel lugar, aunque para Mia se sintió como una eternidad absurda, cerró los ojos largando un suspiro pesado, salto al escuchar la puerta ser abierta y giró su torso con rapidez para ver de quien se trataba, vio que era Luca y hasta cierto punto le dio tranquilidad saber que solo era él. — No soy modista, pero traté de escoger lo más bonito que vi en las vitrinas de la tienda cercana. — le dio las bolsas que llevaba a Mia. — ¿Qué es esto? — estaba más confundida que cuando entró, pero se puso en pie para tomarlas. — Es ropa para que te cambies. — explicó con tranquilidad. — Gracias. — dijo Mia mientras observaba lo que iba dentro de aquella bolsa. — Quítate la ropa y ponte lo que hay en la bolsa... — dijo Luca — Te cambias los zapatos y guardas tu uniforme en la bolsa, eso nos ayudará a que puedas salir de aquí sin que ellos te distingan. — lo vio arreglarse la ropa antes de que caminara hacia la puerta. Mia lo observó salir de aquella oficina mientras dudaba si sería buena idea hacer lo que le había pedido, observó hacia todos lados buscando alguna cámara que pudiera grabar sus acciones, pero cuando se aseguró que realmente estaba sola fue hacia el escritorio para sacar el vestido que iba adentro de la bolsa; era un vestido blanco de mangas largas con la decoración de una camiseta color lila pegada a la blusa, tirantes y el cuello del vestido blanco era redondo, la falda amplia del vestido era desnivelada pues la parte de atrás era más larga que la de adelante, el elástico de las muñecas formaba bonitos revuelos, en el fondo iba una boina de color lila a juego con la camiseta del vestido, la caja que iba aún lado llevaba un par de zapatos, ballerinas blancas con un poco de punta y una decoración de tul en la parte superior, una hilera de perlas también se sumaba a la decoración. No tuvo más alternativa que cambiarse de ropa sobre todo cuando escucho la voz de Luca proveniente del otro lado de la puerta, se quitó la blusa y después se puso el vestido antes de deslizar la falda por sus piernas, usaba un short corto bajo la prenda porque no le gustaba la idea de que el viento la levantara y alguien viera su braga, ese siempre había sido su mayor miedo; se arregló el vestido lo mejor que pudo y después pasó a quitarse las calcetas largas para meter sus pies a aquellas ballerinas de un tacón diminuto a comparación de los que estaba acostumbrada a usar, doblo todo cuidadosamente para meterlos en la bolsa donde iban sus prendas nuevas. — He terminado. — dijo Mia saliendo de la oficina. — Perfecto, ya podemos idear una forma de cómo sacarte de aquí sin levantar muchas sospechas porque están vigilando la entrada... — Luca se rasco la nuca mientras la veía fijamente — No te ofendas, pero tienes demasiado pecho para ser talla M. — le arregló el busto del vestido. — ¡Oye! — se alejó del hombre, no se ofendió, pero no le gusto que la tocara con tanta confianza. — Lo siento, es la costumbre de interactuar con mujeres sin vergüenza alguna. — se vio realmente apenado. — ¿Como voy a salir de este lugar? — preguntó relajándose un poco, no podía ser tan arisca con la persona que la estaba ayudando. — Vamos a la oficina de nuevo, Jace quiere asegurarse de sacarte en una sola pieza y sin que se forme un escándalo. — la invito a caminar por el pasillo de nuevo. Mia no sabía si estaban jugando con ella solo por diversión de aquellos hombres y eso de la ayuda era solo un juego macabro, pero continuó colaborando, había soltado su cabello y lo sacudió mientras iba caminando para darle el volumen que le gustaba, al entrar a la oficina de nuevo se llevó una enorme sorpresa y por un segundo pensó que la habían drogado, estaba viendo doble, aunque después de examinar bien la imagen frente a ella se dio cuenta de que estaba frente a gemelos cuya única diferencia era su color de cabello, un moreno y un castaño, por lo demás eran copias exactas. — ¿Ella es la nueva pieza? — preguntó el hombre castaño en voz bastante baja, pero aún audible para Mia. — Si, las están trayendo al restaurante de Antoni y si se llega a enterar va a hacer un desmadre, sabes que tiene mal carácter. — respondió su gemelo. — ¿Mal carácter? — alzó una ceja — Acabo de ver cómo le cortó la garganta a un tipo que robó ocho kilos, ahorita anda poseído por el diablo, hay que hacernos cargo nosotros mismos de este problema. — bajo mucho más su voz para que ella no escuchara. — ¿A quién degolló? Acaba de salir de aquí y andaba muy tranquilo. — los ojos de Jace se abrieron con sorpresa. — Le decían Tego, llevaba un mes trabajando para él como carguero y desde que entró comenzó a faltar producto y hoy por la mañana se enojó, no sé ni de donde saco el cuchillo, mi ropa todavía tiene las chispas. — se rasco la frente mientras pensaba. — ¡Iván! — una mujer entró a la oficina de golpe. Mia se dio la vuelta hacia ella un poco sobresaltada por la brusquedad de su entrada, ambas se quedaron viendo fijamente por unos segundos, se sorprendieron a sí mismas, la mujer frente a Mia era hermosa, tenía unos ojos grandes con preciosos iris azules que parecían dos piedras preciosas, una melena castaña de grandes rizos, labios bien formados y una piel de porcelana que le generó un poquito de envidia, su cuerpo esbelto y con una figura resaltada por el vestido de verano que llevaba puesto. — ¿Que paso cariño? — preguntó uno de los gemelos. — Los tipos que están abajo son los que te había contado, los cazadores de mujeres. — explicó cerrando la puerta. — Si, ya nos enteramos y estamos pensando en cómo sacarla de aquí... — dijo Jace señalando a Mia — El único problema es que Antoni anda cerca y si se forma un escándalo lo vamos a tener aquí, el problema se va a hacer más grande, sabes que paciencia no tiene y entonces vamos a tener a los señores de Cerdeña gritándonos por imprudentes. — explico tranquilamente. — ¿No sería mejor llamar a la policía? — la sugerencia de Mia hizo que todos pusieran sus ojos en ella. — La policía está coludida con esos hombres, todos tienen precio y la policía italiana no es la excepción... — dijo la mujer mientras arreglaba su cartera — Si los llamamos y son ellos quienes te sacan de este restaurante pueda que no te lleven a tu casa, te van a entregar a ellos unas cuadras más adelante. — fue muy cruda con sus palabras. — Se supone que después del colegio debía ir a la universidad ¿En qué momento acepté venir con esta bruta? — se frotó el puente de la nariz con frustración. — Me la voy a llevar yo... — dijo la mujer — Ustedes encárguense de lo que abajo antes de que Antoni venga y se entere de todo. — movió su cabeza hacia un lado. — ¿Te vas a ir sin despedirte de mí? — pregunto el hombre de cabello castaño. — No sé porque te amo tanto. — la mujer fue hacia él para darle un beso en los labios. — Solo se van a separar por unos minutos, Iván no se va a la guerra ni al otro lado del mundo. — Jace rodó los ojos. — Te come la envidia hermano. — Iván se rio. — Vamos afuera. — dijo la mujer invitando a Mia a salir. — Ya me estoy arrepintiendo de confiar en ustedes ¿Quién me asegura que no me van a secuestrar? — vio fijamente a la mujer. — Yo no me dedico a vender niñas, vengo de una familia dueña de la isla de Sicilia y mi padre es el magnate de los vinos en toda Italia. — su sonrisa fue algo altanera y orgullosa. — ¿El magnate de los vinos? — Mia alzó una ceja — El señor Valentino. — la vio asentir. — Me llamo Emma Victoria Valentino... — extendió la mano hacia ella — Tu eres Mia Morrison, la hija de Pierre Morrison, ex diputado francés y ahora es un consultor en asuntos en asuntos internacionales... — estrecharon sus manos en presentación — Me gustan mucho las ciencias políticas y mi área de trabajo me lleva a conocer de ciertas personas, mis intereses de asociación me llevan a investigar sobre ellos y sus familias. — la vio hacer una mueca con sus labios. — No era mi intención ofender. — se puso nerviosa y desvió la mirada. — Vamos afuera, dijiste que debías ir a la universidad, te llevare. — Emma sonrió de lado mientras veía a los hombres de reojo. Mia ya no dijo nada y se limitó a salir de la oficina con la cabeza gacha, aquella mujer era imponente al hablar, se sintió tonta cuando le dijo todo aquello, bajaron las gradas y Emma fue cuidando de que los hombres en la mesa no vieran el rostro de Mia pues no quería que la reconociera, la llevó a la puerta trasera del restaurante, al salir vio a un hombre abrirles la puerta de un Roll Royce de color azul marino y asientos de cuero en color crema, vio su mochila acomodada en el interior, la puerta fue cerrada una vez las dos estuvieron adentró del auto y el chofer encendió el vehículo para ponerlo en marcha. — ¿A qué universidad vas? — preguntó Emma mientras revisaba su celular. — Universidad Pontificia de Roma. — respondió mientras veía a su amiga en la mesa del restaurante mientras el auto pasaba. — Vamos a la universidad Christian. — no levantó la mirada. — Sí señora Valentino. — el hombre giró el volante entrando a otra calle. — ¿Cómo van a resolver ese problema de los secuestradores? — pregunto por curiosidad. — Se tendría que realizar una gran movida, si bien dije que todos tienen su precio hay algunos que todavía son fieles a sus principios, además, no deberías preocuparte por esas cosas. — volteo a verla. — Bueno. — Mia apartó la mirada, algo dentro de ella le dijo que no debía increpar a Emma. Mia mantuvo su vista fija en la ventanilla mientras iban por la ruta camino a la universidad, por lo menos no iba a perder su primer curso orientativo después de haber estado expuesta a tanto peligro, pero iba pensando en cómo tendría que enfrentar a su supuesta amiga cuando retomaran las clases, incluso pensó en hacer una denuncia anónima porque su padre tenía contactos que se encargaban de la protección a jóvenes vulnerables y atendían denuncias anónimas con referencia al tráfico de blancas, fue una pena que no tuviera la gargantilla pues hubiese sido una excelente evidencia para que comenzaran una investigación más seria. — ¿Sabe que va a pasar con Anna si se comienza una investigación? — pregunto a unos minutos de llegar a la universidad. — Te llevo como producto ante el mayor traficante de blancas de la ciudad ¿De verdad vas a preocuparte por ella? — Emma volteo a verla. — Llevamos dos años siendo amigas, ella me dio la bienvenida casi que desde el primer día que llegué al colegio, es complicado de explicar... — bajo la cabeza hacia sus manos — Yo sería la última persona con la que ella salió, si le pasa algo a ella, irán a buscarme a mí y no quisiera volver a enfrentarme a la policía. — la escucho reír por lo bajo. — ¿Has tenido problemas con la ley? — Emma sintió curiosidad. — Algo así, hace dos años intentaron secuestrarme cuando todavía vivía en Paris y todo por las influencias de mi padre, la policía casi me culpa a mí y nunca resolvieron nada. — explico brevemente antes de poner la vista en el enorme edificio que se alzaba frente a ella, habían llegado a la universidad. — Mira qué suerte tienes, dos intentos de secuestro completamente frustrados en dos años de tu vida... — Emma se rio — Pero con este inconveniente que ha pasado hoy te recomiendo que no busques, no investigues y tampoco denuncies, es mejor ser ignorante cuando las cosas se compliquen, porque lo que ha pasado hoy no solo va a tener repercusiones solamente legales, hay hombres muy malos que odian a ese tipo de hombres y eso genera problemas que son serios. — trato de decirle mucho, pero sin ser tan directa. — Gracias por haberme traído y por haberme ayudado. — agarró el asa de su mochila al tiempo que la puerta de su lado se abría. — Gusto en conocerte Mia. — Emma sonrió amablemente moviendo su mano en despedida. — Igualmente, adiós. — salió y caminó un poco. — Algo me dice que solo será un hasta pronto. — susurro mientras el auto se ponía en marcha nuevamente. Mia se quedó de pie por un rato en la acera pensando en lo que acababa de suceder, pasó de estar tranquila en el colegio a estar sin su uniforme sintiéndose liberada de un enorme problema gracias a personas completamente desconocidas, no sabía si tenía suerte o si había una fuerza divina que la protegía, al punto en el que estaba eso realmente ya no importaba y pensó en tomar el consejo de Emma que fue muy claro, ser ignorante era lo mejor.
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