El mismo día
Londres
Anna
Tienes dos formas de actuar con los imprevistos: sentirte derrotada y desesperada o enfriar la cabeza para actuar con prudencia y sensatez, no puedes flaquear, porque una pieza se salió de su sitio, todo lo opuesto la conviertes en una ventaja, porque si sacas el naipe correcto la casa de tu enemigo se derrumbará, y tú ganarás la batalla.
No voy a mentir la presencia de Jeff me ha sacado de mi zona de confort, nunca imaginé volvérmelo a cruzar, mucho menos en una reunión donde venía con ansias de destrozar a Morgan Mitchell. Obvio mantuve mi posición inicial, no iba a permitir ser influenciada por este galán a favor de su jefe, porque lo que hubo entre nosotros solo fue un encuentro casual que quedará en el pasado, nada más, ante todo mis prioridades no se alterarán por este hombre.
De todas formas, siento intriga por lo que pueda plantear Morgan para no perder la empresa de su suegro. Recordemos que un hombre desesperado, al borde del precipicio, con todo en su contra puede vender hasta su alma, entonces veamos que está dispuesto a ofrecer o quizás Jeff es un hombre más inteligente y puede convencerlo de acceder a mi propuesta, así dejo escapar la voz de mis labios para romper este silencio abrumador.
–Abogado Armstrong mi tiempo es oro, pierdo millones cada segundo desperdiciado, pero tiene cinco minutos para darme una respuesta a mi propuesta, de lo contrario después de ese lapso se las arreglarán con mis abogados y le aseguro que ellos no serán tan pacientes como lo he sido yo– informo con mi voz firme, Jeff me da una mirada profunda, en cambio Morgan es quien interviene.
–Señorita Jacobs, entendimos el mensaje, deme un momento para charlar con mi abogado y le daremos una respuesta– señala Morgan con su voz irritada y asiento muy leve mi cabeza.
Cinco minutos pueden hacer la diferencia para empezar mi venganza con pie derecho o complicarlo todo, pero tengo una ventaja si Morgan no accede a cumplir mis exigencias, puedo apretar a los otros dos imbéciles, aunque él es el más débil de los tres y más fácil de engañar.
Un momento después
Morgan
Según los expertos tus vicios actúan como espejos de tus frustraciones más profundas, una manera de desahogarte de tus emociones reprimidas. Son el eco de un dolor enmascarado, una sombra persistente de la oscuridad en que vives sumergido. Para algunos, constituyen una vía de escape de la cruda realidad, porque su vida es una mierda. Aunque existen quienes consideran a los vicios una debilidad, un indicio de falta de voluntad, una clara muestra de que tus demonios internos te dominan sin piedad.
En lo personal, desde muy joven comencé a sentir la presión de mis padres por casarme con la chica indicada, ante todo por mi status social, su único hijo no podía enredarse con cualquier mujer, nunca lo permitirían, ni siquiera muertos. Por lo tanto, mi madre se dio la tarea de conseguirme esposa, pero esto acarreo otros problemas.
Mi futuro suegro siempre me miró con desdén, para él ningún hombre merecía a su princesa, no perdía oportunidad para menospreciarme, incluso repetía constantemente que no era un Marshall, ni nunca me sentaría en su adorada silla de la presidencia. Sin embargo, ya era tarde para escapar de ese matrimonio. En primer lugar, ya había quedado hechizado por la belleza de su hija Adele, para sumarle mis padres me dieron la noticia de que estamos al borde de la bancarrota, es decir tuve que tragarme mi orgullo para trabajar en su empresa.
Supongo que años de humillaciones, de estrés, de vivir esforzándome por ser aceptado en la maldita familia Marshall desencadenaron en mi compulsión por las apuestas, ni siquiera lo vi venir. Lo que comenzó como visitas esporádicas a los casinos se convirtió en una vía de escape desesperada ante las tensiones de intentar concebir un heredero con mi esposa, quien había luchado durante años para quedar embarazada. Cuando finalmente nació mi hijo Donovan, la semilla del vicio ya estaba firmemente arraigada en mí, y cada vez que enfrentaba dificultades, me refugiaba en el casino, buscando desesperadamente un respiro de la cruda realidad.
No obstante, hace unos días atrás decidí quedarme en casa para cenar con mi esposa, pues últimamente había estado ausente por mis escapadas, me sentía culpable, también para agregarle Oscar Ferguson me exigió saldar mi cuenta del casino, entonces estaba preparando el ambiente para pedirle ayuda a Adele, cuando sonó el maldito celular. Me levanté en silencio del comedor al mirar la pantalla, caminé unos pasos a la sala y respondí.
–Hola Oscar. Ya te dije que te pagaré, solo dame unos días para conseguir el dinero. Justo estaba charlando con Adele sobre el tema. Así que deja de llamarme, no voy a ir a ningún lado, sabes dónde ubicarme– mi voz sonaba en una mezcla de malestar y preocupación.
–Claro que no iras a ningún lado, porque tienes empeñada hasta tu consciencia conmigo, pero para que veas que soy bueno contigo te daré una noticia. Tengo a un sujeto que me está comprado tu deuda y lo mejor paga en efectivo. Entonces porque te aprecio te daré hasta mañana para que consigas mi dinero, sino te arreglarás con él. ¡Adiós! –espetó con su voz amargada echándome un balde de agua fría.
–¡Oscar! No puedes hacerme esto, no cuelgues…–reclamaba con desesperación, pero igual cerró la llamada.
Estaba en la cuerda floja, sentenciado y ya no había forma de seguir ocupando el dinero de la empresa. Pronto el desgraciado de mi suegro retornaría al país, como tal pediría el detallé de todos los gastos, como consecuencia era capaz de mandarme a la cárcel por usar su dinero, entonces mi única alternativa era Adele. Regresé al comedor con mi rostro envuelto en preocupación, inquieto y ansioso, pero antes de que me pudiera acomodarme en mi sitio, su voz se presentó en el ambiente.
–Esa cara implica que estás en problemas, pero te lo advertí miles de veces, te dije que pasaría y no esperes mi ayuda– exclamo con firmeza, con su rostro tenso y fue aumentando su rabia. –¡No voy a darte ni maldito centavo para ver si así escarmientas de una vez por todas! Estoy cansada de pagar los platos rotos por tus malditos vicios, ¡¿Hasta cuándo Morgan?! ¿Hasta cuándo tengo que sacarte de los casinos? –gritaba Adele enfurecida mientras yo estaba cansado de sus reclamos.
–¡Basta Adele! No me trates como un niño, soy tu esposo– me quejé, solté un suspiro de frustración y continúe hablando. –Deberías apoyarme ahora que te necesito, ¿Acaso soy un mal hombre? ¿Te maltrató? ¿Te soy infiel? ¡No! Y en la única cosa en que fallo me sueltas la mano– argumenté con mi voz irritada, pero no sirvió de nada.
Se levantó de su puesto, tiró la servilleta sobre la mesa, me clavó su mirada asesina y su voz amargada volvió a presentarse en el comedor.
–Morgan ese es tu problema, no el mío, soluciónalo antes que regresé mi padre– dijo, con una frialdad que cortaba más profundo que cualquier insulto. Con eso, se dio la vuelta y dejó la habitación.
Al final, no hubo manera de conseguir el dinero para saldar la deuda del casino, pero ese fue el comienzo de mis problemas a grandes escalas, porque recibí una notificación de la bolsa de valores indicando que las acciones de Marshall & Marshall, a nombre de Adele y mías fueron adquiridas, aunque la mayor preocupación fue conocer que las deudas con los bancos también fueron compradas, pero no por cualquier persona, sino por una mujer con una fama de despiada en el mundo de los negocios, Anna Jacobs, la aniquiladora.
Si bien, Anna accedió a reunirnos. Acaba de ser muy específica, quiere ejercer sus derechos como accionista, no negociar un plazo para pagar las deudas, ni siquiera los alegatos de Jeff, mi abogado, pudieron persuadirla de su idea, pero él parecía tener un plan en mente, como tal nos tomamos un momento en privado para charlar, así cierro la puerta detrás de él, de inmediato mi voz se presenta.
–Jeff espero que en realidad tengas una salida, porque ya lo viste. Está mujer no tiene intenciones de negociar, al contrario, quiere imponerme su presencia en la empresa, lo que no aceptaré bajo ningún concepto, así tenga derechos como accionista.
–Morgan no puedes ser intransigente, no estás en posición de exigir nada. Sí ella quiere liquida la empresa, salda las deudas y te quedas en la calle, además olvidas a tu suegro. Cuando se enteré que su adorada empresa está en manos de Anna Jacobs te querrá matar, entonces te aconsejo ser más inteligente, aceptar sus condiciones o negociar, pero, en otros términos– responde con su voz inquieta y le clavó mi mirada fulminante.
–Muchacho esa tu responsabilidad, eres el abogado de la empresa– espeto con mi voz amargada mientras camino inquieto por mi oficina. De repente se me cruza una idea descabellada por mi mente, como tal me planto en seco, le lanzo una mirada profunda a Jeff y mi voz vuelve a resonar en el ambiente. –O quizás podríamos ganar tiempo diciéndole lo que ella quiere escuchar– espeto con un tono intrigante y me mirada con curiosidad.
–¡Cuidado con lo que planeas! No juegues con fuego, porque no es una apuesta más, se trata del destino de Marshall & Marshall y de tu propio pellejo– advierte Jeff con seriedad, provocando una sonrisa sutil en mis labios.
Rato después
Anna
El tiempo parece dilatarse, cada segundo se estira como si estuviera tallando el destino con fuego. Intento mantener la calma, pero mis nervios me carcomen por dentro. Para distraerme, reviso obsesivamente mi celular, buscando cualquier excusa para desviar mi atención de la tensión palpable en el aire.
Finalmente, la puerta de la sala de juntas se abre despacio, revelando las figuras de Jeff y Morgan. Intento descifrar sus rostros, buscando pistas sobre lo que está por venir. Jeff parece tenso, eso lo que puedo sentir en su postura rígida y en la forma en que sus ojos escudriñan la habitación. En cambio, la sonrisa retorcida de Morgan me inquieta, como si estuviera ocultando algo tras esa expresión enigmática. De pronto su voz irrumpe en el espacio de la sala de juntas, rompiendo el silencio con una determinación.
–Anna después de aclarar unos puntos con mi abogado, tenemos una contrapropuesta, pero me encantaría reunirnos en otro entorno más distendido, ¿Qué le parece una cena en club de yates? ¿Tipo 20:00 p.m. le quedará bien? –exclama Morgan con su voz afable, mientras Jeff me huye la mirada, dejándome arrinconada con su propuesta.