El mismo día
Londres
Jeff
Mi hermana dice que soy una especie en extinción, porque soy un sujeto que vive de las cosas simples, como un buen libro sentado en una banqueta de una plaza, una puesta de sol y vaya que es difícil de obtener en Londres, pero lo que vive destacando es mi manía por ser un romántico y cursi. Dice que espanto a las mujeres con mi forma pasiva agresiva de entablar una relación y por ese motivo aun no consigo esposa. En realidad, no he conocido a la indicada, ninguna que despabile mi corazón, o simplemente el amor no ha tocado mi puerta. También se suma que me siento responsable por mi madre y mi hermana tras la muerte abrupta de mi papá, es decir a mi corta edad me convertí en el hombre en la casa, pero gracias al apoyo de mi tío Arnie me gradué como abogado en una de las mejores universidades y ahora trabajo en una prestigiosa empresa como es Marshall & Marshall.
Quizás ese sigue siendo el problema, vivo pendiente de mi hermana menor. Tessa todavía es muy joven e inexperta y cualquier imbécil le pude romper el corazón, tiene solo 22 años de edad, como tal intento cuidarla y aconsejarla, pero eso no evita que aparezca algún idiota a robarle su atención. Lo sé, como ella lo vive repitiendo: ya soy una mujer y no necesito que me cuides, ocúpate de tu vida, inclusive no me quedó más alternativa que aceptar sus palabras.
¿Por qué lo mencionó? Como cada dos días pasé por la casa para cenar con mis chicas, cuando apenas estuve en la sala contemplé a Tessa con su bolso al hombro y las llaves de su auto en la mano, me estampó un beso en la mejilla y salió a las corridas en dirección a la puerta.
–Tessa, ¿A dónde vas? ¿No cenaremos con mamá? –pregunté aturdido y se detuvo bajo el marco de la puerta.
–Tengo una cita, cenen sin mí. Y por favor no me llames, no juegues al papá celoso, ¿De acuerdo hermanito? –espetó con su voz cargada de urgencia y me quedé con el rostro serio.
Dejé caer mi cuerpo en los sillones frustrado y sin poder reclamar, cuando apareció mi madre en la sala con su rostro sereno y una mirada de amor, antes de que pueda protestar su voz llenó el ambiente.
–Jeff, Tessa ya no es una niña, tiene toda la libertad para divertirse y si puede, que conozca a alguien que valga la pena. Deberías seguir su ejemplo. Enloquece, lánzate, deja de pensar tanto, sobre todo ocúpate de ti y hazlo desde ahora. No necesitas quedarte a cenar conmigo, vete a conocer chicas– habló mi madre con firmeza y torcí mi boca.
Al final, seguí el consejo de mi madre, fui a un bar donde siempre acuden mis amigos pensando que podía encontrarlos, aunque la noche resultó ser mucho más emocionante de lo que esperaba. Entre las mesas, mis ojos se posaron en una mujer de una belleza deslumbrante, con una presencia magnética que me atrajo de inmediato. Me sentí tentado a acercarme a ella, y así lo hice, dejando que mis pies me llevaran hacia su mesa.
Su mirada era intensa y firme, sus ojos almendrados irradiaban confianza. Su piel tenía un tono cálido y oliva, y sus labios rosados parecían invitarme a besarlos. Sus cejas bien definidas enmarcaban su rostro, y su cabello castaño oscuro caía como una cascada sobre sus hombros. Era esbelta, delgada, con una estatura de 1,70 cm y alrededor de 30 años de edad.
El encuentro fue inusual desde el principio. Ella me retó con una pose desafiante a cometer una locura, y por primera vez me sentí cómodo con una mujer. Fue un juego seductor en el que no quería dejar de participar, desde cantar tonterías para llamar su atención hasta perderme en sus labios.
Cada momento con ella era intoxicante, irresistible. Terminamos en mi departamento, y lo que siguió fue algo más que sexo. La palabra no alcanza para describir lo que sentí con esa desconocida que apenas conocía como Anna. Quedé hechizado, envenenado, adicto a su piel, a sus gemidos, al movimiento de su cuerpo, a sus besos. Pero al despertar, ella ya se había ido, dejándome solo con su nombre en mi mente: Anna. Regresé al bar esa misma noche, esperando volver a verla, pero no volvió a aparecer. La rabia y la frustración se apoderaron de mí, porque solo un milagro podría hacer que la encontrara de nuevo.
Y como cada mañana vine a Marshall & Marshall, me acomodé en mi oficina cuando escuché el golpe en la puerta, seguida de la presencia de Morgan, y en ese momento me dije: Esa cara no es buena señal. No estaba equivocado, porque a los segundos sus palabras lo confirmaron.
–Tengo un problema gravísimo, Jeff. He estado utilizando dinero de la empresa, firmando pagarés para la gente del casino, pero eso no es lo peor... –me confesó con una carga de preocupación evidente en su voz, y le lancé una mirada de reproche.
–¡Ah, genial! Pensé que robarle a tu suegro ya era bastante, además de lidiar con el tipo del casino. Te he dicho que deberías asistir a esas charlas de autoayuda para tu vicio, algo así como "Apostadores Compulsivos Anónimos", pero parece que las advertencias no te llegan –respondí con un tono de malestar, viendo cómo se tensaba su rostro.
–Eres peor que Arnie. No quiero tus reproches, sino tu ayuda como abogado. Para resumir, una víbora compró mi deuda con el casino y, para colmo, se las arregló para adquirir una buena parte de las acciones de Marshall & Marshall –informó con voz inquieta, y fruncí el ceño ante la gravedad de la situación.
–Eso suena a venganza. ¿Tienes alguna examante despechada? –pregunté con dudas, y me clavó una mirada fulminante.
–¡Por favor, Jeff! Esa pregunta está de más. Amo a mi esposa, le soy fiel. Más bien, por los antecedentes de esta mujer, se trata de una de esas empresas que escarban en el fondo de tus finanzas para succionarte. Es una oportunista, una arpía que se alimenta de las desgracias ajenas, como quieras llamarla. Lo bueno es que accedió a reunirse con nosotros. Debe estar por llegar –mencionó con voz irritada, y levanté una ceja ante la situación que se avecinaba.
–Ese es un primer paso, pero habrá que pensar como resolver el tema de la deuda. Tal vez debes vender una de tus propiedades, acudir a los bancos, hablar con Arnie o quizás como último recurso habla con el imbécil de Blake, la cuestión es obtener el dinero– propuse y miré su rostro tenso.
–Adele no me permitirá vender nada, menos pensar en hipotecar mi mansión. Los bancos me cerraron el crédito, Arnie dudo que posea tal cifra, en cambio Blake es más probable que terminé de hundirme, antes de ayudarme. Así que nuestra mejor opción sigue siendo charlar con esta mujer– respondió con su voz tajante y asentí frustrado.
Todo indicaba que sería una tediosa y aburrida reunión, donde tendría que lidiar con una mujer pedante y exasperante. Sin embargo, el destino me concedió un milagro de una forma extraña: mi chica estaba sentada en una de las sillas de la sala de juntas. Incluso todavía me parece irreal verla allí, tanto que siento el corazón acelerado y lucho por contener las ganas de gritar. De pronto, la voz de Anna rompe el silencio sepulcral del ambiente.
–Señor Michell, ya todo está dicho. Es inútil seguir charlando si usted mantiene la misma posición. Entienda que no tiene la capacidad para negociar su deuda ni las acciones. Me retiro, y cuando acepte mis condiciones, volveremos a reunirnos –exclama Anna con firmeza dirigiéndose a Morgan, mientras se levantaba de su asiento. Pero decido intervenir.
–Espere, señorita Jacobs. Aún no puede retirarse sin escuchar mi propuesta. Por favor, siéntese, ¿sí? –mi voz suena en un pedido, mientras sus ojos almendrados se clavan en los míos, sumiéndonos en un silencio abrumador y desconcertante. Cuando su voz desafiante resuena en la sala.
–Abogado Armstrong ¿Cuál es su maravillosa propuesta? ¿Me devolverá el dinero que invertí en Marshall & Marshall? Y no sé olvide de contemplar en su negociación la deuda de su cliente– responde Anna con un tono sarcástico y aprieto mi mandíbula.
¡Diablos! Sí que es agresiva, pero no creo que toda se resuma a los negocios, menos que le importe el dinero. No parece una mujer codiciosa, ni inescrupulosa, es cierto que en el mundo de las finanzas nadie es amigo de nadie y aprovechan cualquier oportunidad para amasar grandes fortunas, aunque esta es otra mujer a la que conocí.
–Si me permite decirle Anna, podemos llegar a un acuerdo beneficioso para ambas partes si me escucha. Al fin y al cabo, de eso se tratan los negocios– interviene Morgan y ella sostiene una mirada intrigante.
Entonces es hora de poner las cartas sobre la mesa y apelar a su buen juicio, encima esta es una oportunidad de oro para frecuentarnos, para conocerla más y no puedo volver a dejarla escapar de mi vida, como tal hagamos magia consiguiendo un acuerdo, así mi voz se presenta en su charla.
–Señorita Jacobs mi cliente no posee tal suma, sino no estaríamos reunidos aquí. Necesitamos tiempo para pagarle, porque hasta los bancos dan un plazo antes de continuar con un proceso engorroso como un juicio. Como tal consideré darnos por lo menos un mes para saldar la deuda– sentenció con mi voz inquieta y miro su rostro impasible.
–No soy un banco, menos una beneficencia para ayudarlo, sino una inversionista que vio una oportunidad, de lo contrario si escuchara a cada desesperado que no supo llevar bien las riendas de su empresa, estaría en la quiebra. Acepten mis términos o tendrán que lidiar con mis abogados– declara con su pose altiva y demandante mientras observo el rostro de Morgan lleno desesperación y frustración.
–Señorita Jacobs no se retire todavía. Mi cliente y yo hablaremos un momento en privado sobre su propuesta– pido con mi voz inquieta, ruedo mis ojos hacía mi amigo. –¿Verdad Morgan? –presiono y sus ojos me confunden, sumiéndome en mis pensamientos.