La misma noche
Londres
Jeff
La razón debería primar cuando no tienes muchas alternativas ante una situación que se escapa de tus manos, pero tenemos la maldita manía de luchar contra lo imposible, no significa que seamos perdedores, conformistas o débiles por aceptar nuestro destino, todo lo opuesto se llama ser inteligente, más si estás en una posición en desventaja, entonces debes mirar todo el panorama para ajustarte a él sin sentirte derrotado, por supuesto siempre hay un idiota que quiere seducir al peligro o intenta dar manotones de ahogado cuando ya esta cubierto de mierda.
Conozco el mejor ejemplo, Morgan. Estaba en una posición complicada donde la empresa y su propia libertad pendían de un hilo, pero el terco no tenía intenciones de negociar con Anna Jacobs, quien resultó ser mi adorada desconocida. Lo malo era sentirme en medio de los dos sin buscarlo, para sumarle ninguno parecía querer dar su brazo a torcer. Obvio mi jefe era quien perdía en este fiasco de negociación y quise abrirle los ojos. Sin embargo, nunca previne que me saliera con un plan burdo y oscuro, aunque su cara triunfal lo auguraba, pero mis dudas se despejaron cuando su voz volvió a presentarse en la oficina.
–Jeff sé muy bien lo que está en juego y por ese motivo no puedo aceptar las ridículas demandas de esta mujer, pero podemos ganar tiempo engañándola, repitiéndole lo que ella desea escuchar y tú debes hacerlo, por algo eres el abogado de la empresa– dijo con un tono irritado y resoplé frustrado.
–Es cierto, soy el abogado de la empresa, pero tengo mis principios, aunque lo dudes, tampoco es cuestión de repetir unas algunas palabras para tener la aceptación de Anna– alegué con mi voz amargada y soltó una sonrisa retorcida.
–¡No, no, no! No me vengas con tu discurso de honor. Si todos los abogados son unos charlatanes, ladrones y no tienen el mínimo pudor para engañar y manipular. Son vampiros chupasangre, vestidos con traje y corbata. Así que no te hagas el hombre de bien conmigo– me ofendió con sus palabras provocando que mi rostro se tensará, pero fue por más con su propuesta osada. –Hablarás con Anna Jacobs, invéntale que necesito de la aprobación de la junta de accionistas, como primera instancia para aceptar sus exigencias y después nos volveremos a reunir para discutir los parámetros de sus atribuciones dentro de Marshall & Marshall en unos veinte días– indicó con su voz autoritaria y fruncí el ceño.
–Me ofendes Morgan con tus palabras, no soy un ladrón, ni engañó a mis clientes. Tampoco es tan fácil como lo haces ver. Anna no aceptará esa excusa así de fácil– respondí furioso mientras él me devolvía una mirada impasible. –Lo ideal sigue siendo negociar, o dejarla a cargo de la empresa, porque como principal acreedora, es quien tiene la facultad para salvar de la ruina a Marshall & Marshall. Basta que ella tomé las riendas de la presidencia para que los bancos vuelvan a confiar en nosotros. Tiene una reputación intachable que la precede en el mundo de los negocios y sabrá contener al resto de los acreedores– argumenté con sinceridad y me clavó su mirada intimidante.
Dejar a Anna al frente de la empresa era la mejor salida, nos salvábamos de la bancarrota por un precio insignificante, la presidencia interina de Marshall & Marshall, claro que Morgan no tenía intenciones de soportar el huracán que desataría con mi propuesta, contener al viejo Phillip, su suegro.
–¿Acaso no me escuchaste? Saldrás y hablarás con esa mujer– su voz retumbo en las cuatro paredes de la oficina, mientras yo continuaba con mi cara larga por su terquedad.
Dio unos pasos por la oficina, sopesando sus palabras, con los brazos detrás de la espalda. Cuando se detuvo delante del ventanal, en un silencio sepulcral que amenazaba con ahogarme, pero su voz no tardó en presentarse de nuevo.
–Pensándolo bien, Anna es una mujer hermosa, sensual, con dinero que cautivaría a cualquier hombre– mencionaba a medida que se giraba para estar frente a frente. –Sedúcela, enamórala, haz lo que tengas que hacer, pero consigue lo que quiero, no es un sacrificio lo que te estoy pidiendo– pronunció con un tono de malicia que fue transformándose en una exigencia. Me quedé con el rostro desencajado por sus demandas.
–¡¿Qué?! ¿Qué has dicho? Creo que te equivocaste de sujeto, no soy mi tío. Arnie es el seductor, el casanova y ninguna mujer se le escapa, no yo. Tampoco me puedes pedir semejante bajeza. ¿Dónde se fue tu integridad? –me quejé con mi voz indignada y me dio una sonrisa retorcida.
Desde la noche que conocí a Anna quedé hechizado, embobado y envenenado por su belleza y personalidad, tanto que estuve buscándola con la esperanza de tener una oportunidad. Sentí y siento que ella es la mujer indicada, aquella por la que entregaría mi vida, pero no por esa razón iba a aceptar semejante disparate de seducirla en beneficio de la empresa. De todas formas, Morgan estaba bastante insistente con su propuesta.
–Mi integridad se desvaneció cuando Anna ingresó por la puerta de la empresa para arrebatármela, entonces juego con todos los recursos por el bienestar de todos los empleados y tú deberías ayudarme, no criticarme como lo haces– se defendió y le di una sonrisa forzada, porque eran puras excusas para utilizarme, aunque siguió dando su argumento, pero con otro punto de vista. Acortó distancia en mi dirección y soltó una sonrisa burlona mientras me echa una mirada de pies a cabeza.
–Muchacho, es verdad, no eres Arnie. Debo reconocer que eres un desastre con las chicas, pero llevas su sangre. Mírate eres buen mozo, alto, buen porte y cualquier mujer caería en tus redes si te lo propones. Por último, pude ver cierto interés tuyo en Anna y no es mi imaginación. Cuando ingresaste a la sala de juntas te quedaste sin palabras al contemplarla, entonces se pragmático y cena está noche con ella en el club de yates, ¿Vamos a darle la noticia? –declaró con frialdad, me dio una palmada en el hombro y avanzó a la puerta para irnos a la sala de juntas, dejándome en jaque por su propuesta.
La tarde se escurrió entre reuniones y llamadas, y yo quedé atrapado en la oficina, como un imbécil esperando que Morgan o Anna, cancelarán la bendita cena, pero no hubo tal golpe de suerte. Así me subí a mi auto sin rumbo fijo, perdido en mis pensamientos como si pudiera solucionar mi dilema moral, entonces llegué a casa de mi madre como de costumbre para cenar, pero apenas puse un pie en el interior ella me clavó su típica mirada examinadora, queriendo descifrar lo que ocultaba. Supongo que también mi cara me delataba, igual la saludé con un beso en la mejilla, luego fui a la cocina por un vaso con agua, cuando sonó el recordatorio de la cena en el celular. Estaba como idiota indeciso mirando la pantalla, pero de pronto la voz de mi madre me sorprendió.
–Esa cara de preocupación no creo que sea por el trabajo, más parece de mal de amores, ¿O me equivoco? –pronunció buscando un indicio en mis ojos azules y le di una sonrisa forzada.
–Sí y no, es complicado el tema. Morgan con sus ideas locas me puso en una situación embarazosa con una mujer que me interesa– confesé con mi voz inquieta y me dio una mirada profunda. –A ti no te puedo mentir mamá. Ella me gusta mucho, muchísimo. Anna es diferente a todas las mujeres que he conocido, es especial. Pero no quiero estar en medio de los dos en una guerra sin sentido, incluso debería estar en camino para cenar con ella por una propuesta de negocios. ¿Qué hago? –añadí con sinceridad y miré la sorpresa en su rostro.
–¡Anna! Así se llama la afortunada que te tiene con esa cara de tonto– comentó divertida y le di una tímida sonrisa. –Si de verdad te interesa esa mujer, ve por ella. No dejes que las manipulaciones de Morgan te alejen de lo que realmente deseas. Sigue tu corazón y haz lo que te dicta tu conciencia– aconsejó, sintiendo sus palabras como un bálsamo refrescante. Deposité un beso en su mejilla y me despedí de ella.
–Eres la mejor mamá. Te debo una cena donde tú elijas. No vemos– dije emocionado mientras abandonaba la cocina, buscando la puerta principal.
Me sumergí en el asiento del auto, con las manos firmes en el volante y el pie presionando el acelerador, tratando de distraer mi mente con la música atronadora que sonaba en el espacio, pero en realidad pensaba en alguna excusa creíble por mi retraso, porque no había manera de llegar en horario. Estaba al otro lado de la ciudad con un tráfico caótico de un viernes en la noche, entonces llegar en diez minutos era una misión perdida e imposible.
Y tras unos minutos que parecieron eternos y agonizantes estaba estacionando mi auto en la entrada del club, lancé mis llaves al chico del valet y avancé al área del restaurante donde mi mirada escudriñaba los rostros de los clientes, cuando encontré a Anna sentada en una de las mesas del fondo. Me abrí paso entre las mesas cuando vislumbré su silueta con más nitidez. Bellísima, vestida con un atuendo sobrio y elegante de color azul marino que robaría la atención de cualquier hombre.
Respiré hondo, apreté mis nudillos y guardé mis nervios para anular la poca distancia entre los dos. Sin embargo, a pesar de mis disculpas por mi retraso, me recibió con dos piedras en la mano, bastante agresiva y sin intenciones de escucharme, tanto que pagó la cuenta, se levantó de su sitio y me ignoró, me dejó con la palabra en la boca. Así vi su silueta perderse entre las mesas. Allí estaba yo como imbécil impotente y sin poder reaccionar, pero mi consciencia me instaba “¿tan pronto te darás por vencido? Muévete y ve por nuestra chica”.
En un giro inesperado estaba caminando con mis pasos apresurados, peor que adolescente para detener a su novia tras una pelea e intentar una reconciliación. Lo cierto es que detuve la puerta del lobby con mi mano para exigirle ser escuchado, aunque su mirada, sumado al silencio me confunden y no sé con qué me saldrá. Hasta que por fin el silencio atronador entre los dos parece romperse por sus labios entreabrirse, cuando por fin escucho su voz al ambiente.
–Ya habló el abogado Armstrong con una artimaña peculiar, ¿Es otro de tus juegos para ganar tiempo para tu cliente? –habla con amargura en su voz y niego con la cabeza, frustrado.
–Anna no hagas esto, no levantes muros entre nosotros, ni seas agresiva conmigo. No creo merecerlo después de la noche especial que vivimos. Mira si estoy aquí es porque me interesa Marshall & Marshall, no por Morgan como puedes creer. Ese idiota se merece todo lo que le sucede. ¡Hablamos! –digo con sinceridad y miro la indecisión en sus ojos.
–Parece un discurso bien estudiado. Quizás el propio Morgan te instruyo para conmover mi corazón, pero debes entender que para mí son negocios, nada más. Además, no vuelvas a mencionar lo que hubo entre nosotros, no uses esa táctica conmigo, ¿De acuerdo? –espeta con su voz áspera, su mirada intimidante y tenso el rostro.
¡Diablos! ¿Por qué quiere levantar muros entre nosotros? No se trata de esa estúpida regla de mezclar el placer con los negocios, es otra cosa que no logro descifrar, incluso su lenguaje corporal expresa algo diferente a lo que repiten sus labios.
–No es una táctica, me interesan los empleados, tampoco he mentido sobre la noche que vivimos, ¿Regresamos a la mesa? ¿Cenamos? –insisto con mi voz afable y tuerce la boca como niña malcriada, pero da la vuelta en dirección al restaurante y suelto un suspiro de alivio.
Unos minutos después
Estoy hechizado bajo el encanto de Anna escuchando su propuesta para rescatar de la inminente quiebra a Marshall & Marshall, pero cada vez sigue desconcertándome mucho más, no es una arpía codiciosa como mencionaba Morgan, al contrario, actúa con sensatez e inteligencia y ese es el problema: no entiendo el motivo de complicarse la vida con una deuda ajena, ¿Qué ganaría? No lo sé, ella es un bello misterio que me tiene cautivo y para nada es una cena de negocios aburrida.
–Jeff esas serían las medidas inmediatas a tomar, pero no puedo hacer nada sin hacerme cargo de la empresa. Chárlalo con Morgan y dame una respuesta en dos días a más tardar, porque necesito negociar con los bancos por las deudas adquiridas– menciona con su voz serena y le devuelvo una sonrisa afable.
–Lo hablaré con Morgan o con su esposa, ella es más abierta a escuchar propuestas, ante todo sensata– respondo. Se levanta de su asiento, estira la mano como sellando la negociación, y yo hago lo mismo, pero una mirada confusa se refleja en sus ojos.
–¡Ah...! Está fuera de lugar ese gesto con tu mano, no somos dos extraños, conozco cada parte de tu cuerpo. Y para agregarle la velada no debe terminar aquí. Puedo acompañarte a tu casa o podemos continuar charlando en otro sitio más informal, ¿Qué te parece? –pronuncio y sus ojos me confunden, dejándome en un mar de incertidumbre.