La misma noche
Londres
Anna
Dicen que las relaciones sexuales son asociadas con el amor, incluso que son una puerta para entregar el corazón, pero difiero, la gran mayoría quiere aplacar su soledad, otros sumergirse en un juego de seducción. Obvio también existen los románticos en búsqueda de su alma gemela, pero en todos los casos debes tener claro que vas a adentrarte en un terreno desconocido, nada garantiza que obtendrás lo que quieres, entonces debes abrir bien los ojos, hacer un examen profundo de cinco minutos y sí estás listo para esa aventura arriesgada, lánzate bajo tu responsabilidad.
En lo personal, disfruto de un encuentro de seducción, donde todo se limita al sexo, porque mi inexperto corazón jamás entra en esa ecuación, no me interesa enredarme en una relación donde puedo salir lastimada, menos sentir que pierdo el control de mi vida. No le huyo al amor, más bien no creo en él, no es por una mala experiencia, sino que miro más allá del idealismo del romance, porque muchos pensamos que podemos amar hasta la eternidad a alguien con fidelidad y aceptando todos sus defectos, pero creo que es enfermizo, irreal y absurdo, el amor se acaba como todas las cosas en la vida.
Lo cierto es que este galán buen mozo le gusta jugar, pero no es vulgar como algunos imbéciles que he conocido, tiene un magnetismo atrapante, desde su mirada profunda hasta su pose desafiante, no significa que le haré las cosas fáciles, necesito que saque toda su artillería para conseguir una noche de sexo conmigo, entonces le responderé a su propuesta osada y veamos si pasa la prueba de fuego. Así dejo escapar la voz de mis labios en el espacio entre nosotros.
–Jeff no tengo intenciones de bailar con un desconocido, menos pensar en algo más. ¿Si es todo? Conoces el camino a la barra– sentencio con firmeza y me da una sonrisa retorcida.
–Perfecto, quieres jugar al gato y al ratón, tienes al candidato ideal delante de ti– exclama con desfachatez, se vuelve a acomodar en la mesa y con un gesto de su mano llama a la mesera.
–Tráeme un tequila para mi novia y un whisky para mí– pide Jeff a la mesera mientras le clavo mis ojos almendrados, pero después murmura entre dientes y es imposible descifrar lo que repite.
La muchacha se aleja mientras él sigue observándome con esa sonrisa desfachatada que me inquieta, aunque sus ojos tienen un brillo especial que anuncia que planea algo descabellado. Igual no me inmuto y doy un sorbo a mi coctel, después desvío mis ojos a la pantalla de mi celular como si no estuviera sentado delante de mí, cuando de pronto se incorpora, camina en dirección de la barra, por supuesto fijo no prestarle atención.
Regresa la mesera con las bebidas y su voz llena el ambiente sacándome de mi labor.
–Tu novio es muy romántico, yo quisiera que el mío fuese como él– menciona la muchacha entre suspiros y la miro desconcertada, cuando una música diferente suena en el bar y desvió mi atención en dirección a la barra.
–Te he amado durante muchos años. Quizás simplemente no soy suficiente, pero no apuñales mi corazón, sé que aún podemos tener nuestro final feliz. Nena dame otra oportunidad. ¡Oh nena dame otra oportunidad…! –canta Jeff a viva voz señalándome mientras las miradas de todos los presentes se posan sobre mí y quiero matarlo por su jugarreta.
–¡Por favor amor! ¡Prometo hacer las cosas bien esta vez! No puedes tirar 5 años de relación a la basura, tampoco nuestro hijo merece crecer sin su padre a su lado– Jeff miente con descaro mientras anula la distancia todavía con el micrófono en la mano y mis ojos los fulminan.
No tarda en presentarse el clamor de los clientes del bar instándome a perdonarlo, pero solo aumenta mi frustración. Me siento atrapada en una situación que escapa a mi control, rodeada de personas que no entienden la verdad detrás de las mentiras de Jeff.
–Vamos perdónalo, se merece otra oportunidad, piensa en tu hijo, mira cómo está arrepentido…–escucho el clamor de los metiches de los presentes, mientras él me da una mirada de cachorrito arrepentido, en cambio estoy haciendo un esfuerzo para no estallar a los gritos por sus mentiras. Apenas conozco a este sujeto y me sale con esta artimaña para que acceda a bailar o acostarme con él.
–¡Así que estamos casados y tenemos un hijo! –digo con mi voz inquieta y asiente con la cabeza mostrándome una sonrisa triunfal. –Entonces querido dales las gracias a tus nuevos amigos por su ayuda, te perdonaré– espeto con una sonrisa burlona en el rostro y frunce el ceño mientras extiende su mano.
–¡Amigos! Mi esposo paga la siguiente ronda de tragos en agradecimiento por su apoyo, ¿Verdad querido? –elevo mi voz llena de malicia, una sonrisa en mis labios y Jeff me clava su mirada de reproche.
Pensaba que me quedaría de brazos cruzados después de su artimaña, pues esto es lo que obtiene por fastidiarme, entonces que soporte el juego con una sonrisa en los labios y confiese la verdad.
–¡Claro que si nena! p**o la siguiente ronda de tragos, pero nuestros amigos necesitan comprobar que me perdonaste– responde con firmeza, me sorprende sujetando mi mano, obligándome a incorporar de mi sitio.
–No voy a bailar contigo– murmuro y me sujeta por la cintura, percibiendo su fragancia varonil.
–¡Nena! ¿Quién dijo que bailaremos? Vamos a darle al público lo que quiere– susurra a mi oído, me pega con vigor a su cuerpo y se prende de mi boca.
Sus labios se encuentran con los míos, en un beso profundo y ardiente que provoca un escalofrío que recorre mi espina dorsal, pero cuando su lengua traviesa se entrelaza con la mía, siento una corriente eléctrica apoderarse de todo mi ser. Sus besos provocan una tormenta incontrolable de deseo y pasión, aunque no quiero seguir dando un espectáculo y detengo el beso. Sus ojos se posan en los míos con curiosidad o más bien piensa que cazo a su presa.
–Me parece que gane y ahora te toca aceptar mi propuesta de marcharnos del bar, ¿Sí? –menciona con su voz agitada y emocionada, todavía pegada a su cuerpo y niego con la cabeza.
Aprovecho la distracción para deslizar mi mano hasta arrancarle el micrófono de su mano y como un reflejo sus ojos se clavan en los míos, con su rostro confundido sin entender lo que planeo.
–No querido, no has ganado. Me encanta el karaoke y como mi pareja no puedes dejarme sola hacer el ridículo. Como tú lo dijiste, démosle al público lo que quiere– replico con mi voz llena de sarcasmo y tuerce la boca.
Unas horas más tarde
Al principio fue entretenido ver a Jeff intentando cantar. No eran las típicas canciones de amor aburridas; más bien, resonaban acordes de heavy metal que llenaban el local con una energía vibrante. Observaba cómo se esforzaba, pero era evidente que estaba fuera de su elemento. No podía seguir el ritmo, y cada intento por recordar las letras de las canciones de bandas renombradas resultaba en un desastre. Sin embargo, mi tortura fue breve. El sinvergüenza cambió de género a pop en inglés, una transición desconcertante que desafió todas mis expectativas. Tal vez los roles estaban invertidos, o simplemente Jeff estaba disfrutando de hacerme perder el equilibrio.
Así, pasamos un par de horas en el escenario, alternando entre risas y miradas cómplices. Después, nos refugiamos en la barra, entre tragos de tequila que él insistía en comprar, creyendo que podía doblegarme con cada sorbo. Y ahora, aquí estoy, frente a la puerta de su departamento, sumida en un mar de confusión. No logro comprender cómo rayos llegamos a este punto. Supongo que el alcohol me subió a la cabeza, porque ahora mis manos están alrededor de su cuello, y su sonrisa desfachatada me envuelve de una manera magnética. Pero antes de que pueda procesar lo que está sucediendo, su voz ronca resuena en el ambiente, rompiendo el hechizo momentáneo.
–Entremos a mi departamento, porque un beso no vale todo lo que me has hecho pasar… Quiero mi noche contigo –susurra con un tono juguetón, sintiendo su aliento en mi rostro. Mi corazón late con fuerza, y una sonrisa tonta se dibuja en mis labios. Pero antes de que pueda responder, su búsqueda de las llaves de la puerta me hace darme cuenta de la realidad.
–Creo que alguien no está en sus cinco sentidos. ¡Qué lástima! –me burlo, señalando la cerradura, mientras él finalmente abre la puerta de su departamento.
–¡No, nena! De mí no te escapas. Pasa al interior del departamento. ¡Bienvenida! –habla con dificultad, dándome paso para ingresar, cuando escucho el chirrido de la puerta cerrarse tras de mí. De inmediato, siento sus brazos aprisionándome por la espalda.
Besa mi cuello con fervor, mientras sus manos recorren mi silueta. Me giro entre sus brazos, mi respiración agitada, y nuestros labios se encuentran en un beso que no tiene nada de inocente. Cada roce enciende una chispa que aviva el fuego entre nosotros. Sus manos expertas acarician mis piernas con malicia, hasta que levanta mi vestido con determinación, dejándome en lencería. Pero no me quedo atrás; también desabotono su camisa, admirando sus brazos fornidos y su abdomen trabajado, mientras inmiscuyo mis manos en su pantalón, buscando más.
–¡Espera! ¿No querrás tener un bello recuerdo de esta noche para siempre? ¿Estás buscando embarazarte? ¿Quieres un hijo mío? –su voz entrecortada me desconcierta, y lo miro con sorpresa.
–¡Engreído! Me cuido, no estoy buscando tener un hijo, menos con un desconocido –respondo tajante, algo molesta, mientras lo empujo con mis brazos. Su sonrisa traviesa resurge en su rostro, desafiante y provocativa.
–Pero quieres sexo, divertirte conmigo– dice con confianza, volviendo a pegarme a su cuerpo. –Y como no quiero sorpresas, usemos un preservativo– añade, sacando el condón de su bolsillo.
Sin esperármelo, vuelve a besarme, pero sus manos me sorprenden, yendo a mi intimidad. Empieza a enloquecerme con el movimiento de sus dedos en mi clítoris, y no puedo contener mis gemidos. Es peor cuando los introduce dentro de mí, una y otra vez, con mayor rapidez.
–¡Mierda! –exclamo excitada y ante mi mirada atenta se coloca el preservativo, aparta mi tanga. De una embestida salvaje me penetra y sus manos se aferran a mis muslos.
–¿Te gusta? –gruñe a mi oído sintiendo como su pene cada vez se endurece dentro de mi cuerpo.
Se mueve a su antojo mientras mis gemidos y sus jadeos se mezclan en una sinfonía del placer compartido del que somos presos. He tenido muchas aventuras, pero este hombre sabe usar sus dotes o puede leer mis pensamientos, porque cada embestida es precisa, desatando un derroche de pasión y de deseo, aunque existe más que dos bestias enjauladas, es como si estuviera descubriendo mis adentros mientras nuestros cuerpos danzan a un ritmo descomunal.
En medio del caos, de las gotas de sudor, de las respiraciones agitadas, el tiempo acaba de desaparecer entre sus brazos, cuando escucho su gruñido en mi oído sabiendo que está la diversión está terminando, pero con un reflejo entierro mis uñas en su espalda y responde con más fuerza, embistiéndome con ferocidad. Provoca un gemido desgarrador mientras siento que miles de temblores se apoderan de mi cuerpo, llegando al orgasmo y con una última arremetida fuerte escucho su gruñido, tensa su mandíbula sabiendo que también llego a la meta. Se aparta de mí un poco observando la satisfacción en su rostro, con las gotas de sudor cubriendo su frente y deja escapar su voz ronca entre nosotros.
–Eres hermosa e inteligente, una peligrosa combinación que me tiene fascinado. Usemos la cama, porque esto apenas empieza– sentencia con su respiración agitada, y vuelve a prenderse de mis labios.
Tres días después
Fue bueno el sexo con Jeff, pero no me interesa una relación, entonces a la mañana siguiente escape a hurtadillas de su departamento mientras dormía. Por favor, no estoy loca, sino que todas las señales indicaban que buscaba más que sexo casual, como tal no volví al bar, tampoco le di mi apellido para no tentar a mi suerte y concentrarme en lo importante. Como hoy que salí a las corridas de mi departamento para la reunión con la gente de Morgan Michell, pues mi querido Greg sigo al pie de la letra mis indicaciones.
Después de anunciarme en la recepción estoy subiendo por el ascensor al piso de presidencia, mientras intento mantener la calma. Respiro hondo, aprieto mis labios y sostengo mi mirada altiva y me guardo los nervios, voy a conocer a unos de los cabrones que me hicieron lo que soy, cuando la campana del ascensor suena en el piso. Avanzo por el lugar obteniendo las miradas de los empleados y al segundo escucho la voz de la secretaria.
–Señorita Jacobs, bienvenida a Marshall & Marshall. Mi jefe está esperándola en la sala de juntas. Por favor acompáñeme– dice la mujer con su voz afable, hace un gesto con su mano en dirección al pasillo.
–Gracias– respondo con mi voz ceremoniosa prestando atención al entorno.
Mis tacos resuenan en el mármol reluciente mientras me dirijo hacia la sala de juntas. Sé que estoy en la boca del lobo, pero ya no hay marcha atrás ni arrepentimientos. Solo me queda enfrentar lo que desencadenará mi venganza.
La secretaria se detiene delante de una oficina, abre la puerta y me adentro en el lugar. Contemplo a un hombre de unos 58 años, apuesto y varonil, con barba y bigote, anteojos y ojos marrones llenos de preocupación. Tiene la tez clara, nariz respingada y cabello castaño con muchas canas. Su rostro parece afable, aunque quizás solo sea una fachada. Viste un traje impecable y una corbata elegante. Enseguida, se levanta Morgan de su sitio para saludarme.
–Señorita Jacobs, le agradezco su presencia en la empresa, por favor acomódese– habla mientras extiende su mano. A regañadientes, le correspondo el saludo y me siento en una de las sillas de la sala de juntas.
–Entiendo que es una mujer muy ocupada por sus negocios y no le quitaré mucho tiempo. Quiero negociar mi deuda del casino y las acciones que ha comprado de Marshall & Marshall– menciona mientras aparta una de las sillas para sentarse.
–¿Quién le dijo que me interesa negociar? Si estoy aquí es para establecer los parámetros que me corresponden como accionista de Marshall & Marshall. Le recuerdo que embargue su empresa, pero si quisiera llegar a un acuerdo sobre su deuda, sus otros deudores lo dejarán sin un centavo y en la calle.
–Ya veo de dónde viene su fama de despiadada. Hace honor a su apodo "la aniquiladora". Pero no soy como otros hombres. Si insiste en no llegar a un acuerdo, entonces hablemos con mi abogado…–exclama con voz amargada, pero no puede terminar la frase, ya que es interrumpido cuando una puerta anexa se abre, revelando la presencia de un hombre joven.
–Lo siento Morgan, tarde demasiado en mi llamada…–se disculpa el hombre y clava su mirada profunda mientras intento no ponerme nerviosa.
–No te preocupes muchacho. Te presento a la señorita Anna Jacobs, la mujer dueña del futuro de Marshall & Marshall y del mío por el momento. Jeff Armstrong, el abogado de la empresa. ¿Charlemos, les parece? –señala Morgan mientras Jeff sigue observando con curiosidad sumergiendo en mis pensamientos.