Recién Llegada.

1327 Words
—En tus sueños, guapo — le respondo con soltura al galán que tengo frente a mí, mirándolo de manera un tanto despectiva, a la vez que coloco las manos en mis caderas. Si bien es cierto que está para comérselo, ni loca voy a dejar que un desconocido me bese por un cd. Ni siquiera si el mismísimo Mercury reencarnara. —¡Auch! ¿Tan mal estoy? — Pregunta con una sonrisa coqueta, fingiendo estar ofendido, sin soltar el disco. Lo miro de arriba abajo, estudiando cada parte de su cuerpo musculoso con mis ojos. —Como si no lo supieras tú, pero no voy a besarte, así que puedes quedarte con el cd. Estoy segura que en YouTube encontraré todo lo que necesito — miento descaradamente fingiendo desinterés, porque es obvio que él conoce su encanto y está haciendo uso de él. Me doy la vuelta en dirección a la puerta, porque mis escoltas me esperan y creo que es tiempo de regresar. Se suponía que iba solo a ver y ya tengo rato aquí. —¡Aspetta! — me grita que lo espere y corre hasta alcanzarme a un paso de la puerta. Ahora que está frente a mí, me doy cuenta de lo alto que es, debe rondar por los siete pies de altura y yo, con apenas cinco, tengo que levantar la cabeza para verlo a los ojos, lo que me hace sentir muy indefensa frente a él.  Su aroma es exquisito y su pelo n***o como la noche hace que se vea aún más apetecible. Quizás sí debí aceptar la oferta del beso, pero soy una cobarde. Me fijo en su ropa. Se nota que el chico tiene dinero, porque, aunque va vestido de manera muy sencilla, todo su atuendo es de muy buena calidad. Me ruborizo solo con su presencia, así que opto por mostrarme severa para que no vea lo mucho que me afecta su cercanía. —¿Qué quieres? — pregunto tosca al verle tomarme del antebrazo con suavidad, pero lo retiro de inmediato. —Toma, quiero que lo tengas — me pasa el cd y yo lo miro confusa — solo quiero que, a cambio, me digas tu nombre —  me sorprende su trato. Lo miro, dudando por unos segundos, insegura de si debo confiar en él o no. Sin embargo, él se queda con el disco compacto extendido, la cara de los integrantes de la banda llamándome para tomarlo y una sonrisa tierna que inspira a hacerle toda clase de cosas indecentes. ¿Qué estás pensando, Bianca? Me reprocho internamente porque nunca había sentido esta clase de atracción por nadie.   —Gracias — lo tomo y le sonrío — mi nombre es Bianca. Doy media vuelta en dirección a la puerta, y no dejo que me diga nada más, porque salgo prácticamente corriendo, huyendo de esas emociones tan nuevas para mí, pero que me tientan a entregarme por completo a ese joven desconocido. Al salir, el viento sopla y mi pelo baila alrededor de mi rostro. Cruzo la calle con la piel de gallina por el frío y por el chico, monto en el auto, donde Petro y su acompañante aguardan pacientemente.   —¿Todo bien, signorina Borja? ¿Encontró lo que buscaba? — me pregunta viéndome por el espejo retrovisor.   —Sí, estuvo bastante interesante lo que había en la tienda.   Me encuentro colorada y difícilmente me reconozco. Mientras ellos conducen a la casa que fue mía durante mi niñez, y que ahora no recuerdo casi en lo absoluto, no hago más que revivir el encuentro con el chico cd, como pienso llamarle a partir de ahora, ya que no hubo tiempo de saber su nombre. En mi vida he tenido muy poco romance, por no decir que ninguno, ya que en el internado de señoritas no había ni la más remota oportunidad de hacer ligue con chicos porque solo había niñas. Aunque claro, eso no era impedimento para las más rebeldes como Cinthia, quien logró tener sus aventuras los domingos por la tarde, ya en la adolescencia, cuando nos dejaban salir al cine o por un helado a la ciudad y quien, obviamente trató muchas veces de hacerme parte. Fue así como mi primer beso (y el único) lo tuve a los catorce con un chico con frenillos durante una película de ciencia ficción a la que Cinthia me arrastró para vernos con dos chicos que habíamos conocido la semana anterior en la heladería. Debo decir que la experiencia resultó bastante desastrosa, porque aparte de que era una cría que no sabía disfrutar de la cercanía masculina, el chico tenía labios resecos y olía a mantequilla de maní. Eso hizo que me retrajera bastante con el tema de los amoríos, lo que me ha llevado hasta el día de hoy. Mi cumpleaños será la semana siguiente. Casi diecinueve años sin haber sido besada de verdad. Por eso, que este desconocido tan guapo llegara con semejante oferta es algo que no termino de asimilar, aunque debo admitir que la idea me ha resultado muy llamativa y una parte de mí que no conocía, tan distinta a lo medida y recatada que soy, se ha quedado inconforme por no haber cedido a semejante solicitud. Seguro que sus besos deben ser tan deliciosos como lo está él. La idea me cruza la mente y ahogo una risita tonta. ¡Vaya pensamientos los míos! Miro el cd con cariño. Ansío poder llegar a casa y poderlo probar, porque ahora cada vez que lo escuche, recordaré al que me lo regaló, quedándome nada más con el recuerdo, porque dudo volver a verlo; Roma es una ciudad demasiado grande.                                                                           ************ El resto del camino pasa en silencio, Petro y el conductor son de muy pocas palabras y yo, pues aprovecho para contemplar la ciudad. Es hermosa y me doy cuenta de que extrañaba estar aquí. Cuando el conductor toma la colina de la calle de mi casa, me emociono de una manera muy extraña.   La “casa” de mis padres es un término un tanto vago para describir la residencia de los Borja. El terreno es inmenso y más que una casa, entra dentro del rango de mansión, ya que solo entre la entrada principal y la casa, debe haber cerca de un kilómetro. Todo el lugar está cercado por un alto muro blanco, de algunos tres o cuatro metros. En la entrada principal, hay un enorme portón de metal, con un diseño en barras blancas también, junto a una estación de control, donde un guardia seguridad vigila todo el tiempo. Hay cámaras de vigilancia por todo el lugar. No sé si es el gusto peculiar de mi padre o qué, pero todos sus hombres van siempre vestidos de n***o totalmente. Por lo visto, el sujeto había sido avisado de nuestra llegada, porque las rejas se abren con su control automático sin necesidad de bajar el cristal. Una vez dentro de la propiedad, contemplo los enormes jardines, muy bien cuidados como siempre, por lo visto nada ha cambiado en mi ausencia. El auto se detiene frente a las enormes escaleras de la casa, tras girar por la rotonda del frente, donde una enorme fuente que siempre ha estado ahí, adorna toda la entrada. Tomo mi mochila, guardando el cd en el interior y suspiro, mientras aguardo a que Petro me abra la puerta.   Salgo y el frío me golpea una vez más, así que subo los escalones de dos en dos. Me siento extrañamente ansiosa por estar de vuelta, y debo admitir que muero de ganas por ver a mis padres, ya que nuestro tiempo juntos siempre ha sido demasiado poco. Aprieto con fuerzas la tira de mi mochila vieja y me detengo frente a la enorme puerta de manera de caoba. Respiro profundo y aprieto el botón del timbre.   —Aquí vamos… — me digo a mí misma en voz baja, emocionada de estar en casa otra vez.
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