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Reina de la Mafia - Placer y Venganza

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Blurb

Bianca Borja es una joven italiana de dieciocho años que ha vivido toda su vida rodeada de lujos y placeres, totalmente inconsciente de los negocios de su familia. En un giro inesperado de la vida, tendrá que asumir su papel como sucesora de su padre, a quien tendrá que vengar, sin saber que conocería el amor en uno de sus enemigos: los Lombardi.

¿Será que Bianca podrá continuar el linaje de su padre en el escabroso mundo de la mafia o caerá rendida en las redes del placer?

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Pasado
El sonido de las ruedas de un vehículo frenando bruscamente me espanta. Me levanto de la cama, y corro a la ventana para ver de qué se trata. Para mi sorpresa, son mis padres, quienes bajan a toda prisa de su auto corriendo hacia la casa, como si alguien los persiguiera.  —Hija, ¿estás despierta? — La voz de mi padre me llega desde la puerta de mi habitación, pintada de rosa y decorada como solo una niña mimada podría tener, segundos luego de que lo viera en la entrada. Su cabello castaño peinado hacia atrás hace que se vea muy guapo y sus ojos castaños también, se notan preocupados. —Sí, papito, acá estoy. Me incorporo en la cama y veo que se acerca hasta quedar a mi lado. Tiene un esmoquin puesto, sin el moño y huele a perfume y algo más, creo que tabaco. —Es tarde, me sorprende que no te hayas dormido aún — sus palabras son de reproche, pero hay dulzura en su voz. Se sienta junto a mí en la cama y me abraza con cariño. —La nana me ha dejado ver televisión y comer dulces hasta tarde y eso me ha quitado el sueño — confieso con una risita. —¿Cómo les ha ido en la fiesta a mamá y a ti? Siento que se ríe y me besa la frente. Yo tengo la cabeza apoyada junto a su brazo. —La nana y tú son unas pillas, pero tranquila, no le diré a mamá. Todo ha marchado bien, ya sabes, una de esas fiestas de negocios aburridos — dice esquivo —Estoy aquí porque quiero hablarte de algo, cariño. Noto que su voz cambia, ahora más seria, menos alegre. —¿Qué pasa, papá? — levanto la mirada para verle a los ojos — ¿Pasa algo malo entre mamá y tú? No sé por qué he preguntado eso, si mis padres se aman con locura. Sin embargo, desde  que los padres de tres de mis compañeros de clase se han separado, tengo la sensación de que eso podría pasar con los míos y yo no quisiera terminar rodando de una casa a otra. —No, cariño. No pasa nada entre mamá y yo. Sin embargo, hay algo que hemos decidido hacer y espero que puedas entendernos. —A ver. ¿Me darán un hermanito? — pregunto ilusionada. Él niega con la cabeza, sonriendo con pena, y yo no hago más que mirarlo confusa, esperando que termine de aclararme todo este embrollo. —Mañana vas a cambiar de escuela — me suelta de sopetón. —¡¿Qué?! — Me levanto de la cama, para apartarme de él. De todas las noticias que esperaba, esta era la menos imaginada. —Shh, cálmate y regresa a mi lado. —¡No, no quiero calmarme! ¿Qué he hecho para merecer eso? Saco buenas notas, me porto muy bien y hasta ayudo a la nana con los quehaceres. ¿Por qué me castigas así?   Para mí, que he pasado toda mi vida con los mismos amigos del kínder, un cambio así sería garrafal y es algo que no logro asimilar, a mis siete años, empezar de cero en una escuela nueva, es una muerte social. —Princesa, sabes que solo queremos lo mejor para ti. Cuando seas mayor, sabrás porqué ha sido todo esto. Lágrimas inundan mis ojos, no puede ser, no puede ser que justo cuando las cosas marchan bien, él decida arruinarme la vida de esta forma. Se me acerca y me da un beso de buenas noches y yo lo aparto molesta, a la vez que me lanzo en mi cama a llorar todas mis penas, hasta caer rendida por el sueño. —Bianca, despierta, cariño — la voz de mi madre me despierta. —Hmm — me quejo, luchando por no despertar. —Es hora de irnos. —¿A dónde, mamá? Todavía es de noche — le respondo con los ojos cerrados, negada a despertar. —¡Hija, tienes un vuelo que tomar, debes irte ya! Termino de despertarme y me incorporo sorprendida de su premura en que me aliste. —No, mamá, no quiero irme. ¿Por qué insisten en esto y de manera repentina? La encaro con ferocidad, porque merezco una explicación, pero ella no me da ninguna. Es una mujer joven. A sus veinte años se casó con mi papá y luego me tuvieron a mí. Tiene el pelo color cobre, y yo también. Sus ojos son color miel y me miran con cariño. —Cuando crezcas, mi amor, entenderás todo esto, por ahora, es tiempo de que te vayas cuanto antes. Se apresura en vestirme, a penas con un pantalón y suéter rosa, mis botas para el frío y me arrastra fuera de mi habitación escaleras abajo, donde la nana me espera al pie de la misma, en sus manos tiene mi maleta rosa, la misma que he usado en todos los viajes a los que he ido con mis padres. —¡Nana! — corro a sus brazos dispuesta a aferrarme a ella y no marcharme. —Mi niña, cuídate mucho, recuerda siempre que te quiero — me acaricia con sus manos arrugadas, propias de la edad. —¡Anda, Bianca! No perdamos tiempo — mi madre tira de mi mano, hacia el auto encendido que espera afuera de la casa, el mayordomo James al volante. —Mamma, perché stai facendo questo a me? — le pregunto entre lágrimas, desde el asiento de atrás. —Mi amor, es por tu bien. Todo lo que hacemos es por tu bien — ella me responde besando mi frente, llorando también. Mi padre se asoma a la escalinata de la puerta, las manos en los bolsillos, mirándome en silencio. —¡Padre! — lo llamo, desesperada por una explicación, pero él se da la vuelta y se marcha al interior de mi casa. James no me da tiempo a más palabrerías y acelera, dejando atrás mi hogar, mi familia y todo lo que una vez conocí, sin entender el porqué de todo este revuelo. —¿A dónde vamos? — le pregunto al ver que toma el desvío para salir de la ciudad. —Al aeropuerto, signorina.   —¿Para volar hacia dónde? —Londres — se limita a responder y yo me quedo aún más confundida, dolida y sola de lo que nunca antes lo estuve. El camino al aeropuerto pasa de prisa. James conduce a toda velocidad y se detiene solo cuando estoy frente a la escalinata del avión privado de mi padre. A mis trece años, aún no he entendido a qué se dedica, pero sé que siempre hemos gozado de muchos lujos.   Me abre la puerta del auto y toma mi maleta para dejarme a unos pasos de subir. Ya las lágrimas se han secado, pero la angustia y el dolor permanece en mi corazón. Miles de preguntas inconclusas, miles de reclamos por hacer. —Buena suerte, signorina Borja. Dios sea con usted — se inclina y me abraza. —¿Por qué, James? — pregunto antes de subir al avión, hambrienta de preguntas. —Pronto entenderá todo, ya lo verá. 

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