—¡Alejandro, querido, pero qué guapo estás! — mi madre lo saluda con cariño, por lo visto con mucha confianza. —Señora Borja, encantado de verle de nuevo. Él despliega la mejor de las sonrisas, con sus ojos fijos en los míos. ¿Estoy en una especie de sueño? No entiendo nada de esto. Se supone que este es el chico desconocido que me encontré esta noche en una tienda de discos. Se supone que me rogó que le dijera mi nombre y ahora, resulta y viene a ser el hijo del socio y amigo de mi padre, además de tener a mi madre en un bolsillo. —Hija, saluda a Alejandro. ¿Dónde están tus modales? De momento, mi mente se ha quedado en blanco y no logro qué decir. Es obvio que este chico me ha hecho sentir cosas, lo que no sé es qué hacer con ellas, más sabiendo que ahora somos conocidos. —Bianca