—No recordaba que fueras tan cobarde. Alejandro me envuelve en sus manos enormes, una colocada en mi cintura, la otra sosteniendo mi mano derecha, mientras nos deslizamos por la pista. —¡Ja! ¿No que no me recordabas? — le miro desafiante, picada por su comentario. —Tengo algunos fragmentos vagos de ti y de mí de cuando éramos niños, pero en ninguno de ellos huías ante un desafío. Me mira con una sonrisa de suficiencia y sé que me está retando por lo que pasó en los jardines, pero no se lo concedo. —Mis besos no se los doy a cualquiera y menos a alguien que acabo de conocer. ¿Por qué tendría que hacerlo? — me defiendo a capa y espada. Por lo visto, él no está acostumbrado a que lo rechacen, porque parece estar dolido como mi respuesta. —¡Vaya! Eres la primera mujer que me rechaza