—¡Bzz, bzz, bzz, bzz! — un zumbido corto y repetido me despierta de mi sueño profundo. Levanto la cabeza de entre las almohadas, buscando, desorientada, el origen del ruido que ha irrumpido mi descanso. El sonido no se detiene, sino que sigue, insistentemente de forma molesta. Me levanto de la cama un tanto aturdida, tratando de dar con el paradero de mi celular y lo encuentro, finalmente dentro de un bolsillo de mi mochila. El nombre de Cinthia aparece en la pantalla. Por un instante me sorprende su llamada, porque mi habitación está a oscuras y tengo la percepción de que es de noche, pero me doy cuenta de que todas las ventanas cerradas y, al ver la pantalla de mi móvil, noto que son casi las ocho de la mañana. —¡Hola, solecito! ¿Ya estás despierta? — su voz resuena energética, lle