Los domingos se supone que son días para estar tranquilo, para desayunar tarde y ver una película en la cama, acompañado de la mujer que amas, de salir a comer a un restaurante, o irte a la playa, pero no los míos. No en esta vida que yo no lo elegí y que me ha tocado vivir, sin querer. Desde niño he sido adiestrado, preparado y doctrinado para el negocio familiar y, junto a mi primo Massimo, nos han preparado para ser los sucesores del imperio Lombardi, asignándonos tareas que no siempre van de acuerdo a lo que quisiera hacer y que, de cierto modo, he hecho para sobrevivir. Cuando terminé la secundaria, nadie me preguntó qué quería estudiar. Si me gustaba la medicina o las ciencias. Es más, ni siquiera se habló de la universidad, porque ya tenían para mí un oficio asignado. Me habían pr