Bajo las escaleras trotando hasta llegar al primer piso, en busca de mi familia. Son ya pasadas las nueve de la mañana, pero hoy es domingo y estoy segura de que mi padre no irá a trabajar. Si algo tienen los italianos es que respetan mucho el tiempo en familia, y los domingos son días para estar en casa. Llegada al vestíbulo, me encuentro a mi madre, quien está dando órdenes enfáticas a una de las chicas de la limpieza, sobre cómo debe colocar debidamente los jarrones que descansan sobre la elegante mesa de café de la sala. —Lupita, tienes que dejarlos en orden diagonal, ¿caspici? La muchacha, una joven rubia, delgada en extremo y que debe tener mi edad, o menos, si es que fuera posible, asiente una vez con la cabeza. Mi madre levanta la mirada y sonríe con sinceridad al verme. Le h