CAPÍTULO VII Por un momento, Deborah se sintió demasiado asombrada para hacer ni decir nada. Luego, la fuerza de los brazos del Marqués, que se ceñían alrededor de su cuerpo, y la insistencia de sus labios, la hicieron experimentar una inexplicable sensación. Parecía surgir de sus senos, subir a su garganta y llegar a sus labios y, a medida que el beso del Marqués se volvía más insistente, sentía que se entregaba por entero a él. Venció sus temores y se olvidó de todo, abandonándose a la embriaguez que la poseía. El la atrajo todavía más hacia sí, y cuando sus labios se volvieron más exigentes, más posesivos, Deborah comprendió que aquello era lo que siempre había deseado, sin saberlo siquiera. Esto era el amor; aquel maravilloso sentimiento que había descubierto la noche anterior, p