Era todo tan perfecto, tan maravilloso, que por su mente cruzó la idea de que, si moría en esos momentos, habría tenido en la vida todo lo que importaba, porque nada podía ser más perfecto ni sublime que el amor. Entonces comprendió que deseaba vivir y decir al Marqués lo mucho que lo amaba. Estaba tratando en vano de encontrar palabras para expresar la gloria y el asombro que habían surgido en su interior, cuando escuchó que la puerta del estudio se abría y comprendió que su tío había llegado. Más tarde, el Marqués condujo a Deborah a su habitación. Tomándola de la mano, la llevó escalera arriba. Ella sintió que hasta el contacto de los dedos de él la emocionaba. No dejaba de mirarlo, pensando que no podía existir un hombre más apuesto ni más distinguido. «¡Te amo! ¡Te amo!», quería d