CAPÍTULO VI Por un momento, el Marqués casi no pudo dar crédito a lo que Deborah decía cuando la oyó gritar con desesperación: —Bollard... ¡me torturará… para que le diga… dónde está Jerry! ¡No puedo… soportarlo! El Marqués la hizo incorporarse y la acostó en la cama y él, poniéndose de pie le dijo: —Nadie le hará daño. Quédese aquí. Cerraré con llave. Trate de no tener miedo. La serenidad con que le habló contuvo por un momento los temblores convulsivos de Deborah y al ver que se ponía una bata larga oscura y tomaba la pistola cargada que se encontraba cerca de su cama, dijo: —¡Tenga… cuidado! ¡Por favor… tenga cuidado!¡Podrían!… lastimarlo! —No me pasará nada— le aseguró el Marqués—, métase entre las sábanas y procure no enfriarse, hasta que yo vuelva. Salió de la habitación y ell