CAPÍTULO IV Deborah despertó y, por un momento, se preguntó dónde estaba. Entonces advirtió que alguien había descorrido las cortinas y pudo ver la pálida y amarillenta luz de la aurora que iba cubriendo el cielo, aunque todavía se distinguían algunas estrellas. Las contempló por un momento y luego escuchó un sonido, comprendiendo que era éste el que la había despertado. El Marqués estaba en el cuarto de baño. Al pensar en él, se incorporó con rapidez, pensando que era increíble que hubiera dormido acostada tranquilamente en una cama junto a un desconocido. Se dijo, una vez más, que había sido muy afortunada de haber encontrado un hombre que no tenía el menor interés en ella. La forma como se comportaban los demás caballeros al terminar la cena la hizo darse cuenta de que, si hubiera