Se alejó de la puerta dirigiéndose al extremo de la habitación y, haciendo a ün lado las cortinas, se asomó por la ventana. Los cristales estaban abiertos y a la luz de la luna advirtió que, aunque el dormitorio se encontraba en el primer piso, en aquella parte de la casa las habitaciones eran muy altas y había una considerable distancia hasta el suelo. Se quedó mirando hacia el vacío, sin embargo, preguntándose con desesperación qué debía hacer, hasta que oyó al Marqués decir detrás de ella: —Tal vez sea mejor que me explique a qué viene tanto alboroto. Su voz era seca y autoritaria y tal vez porque hablaba en un tono impersonal, Deborah se tranquilizó un poco. Enfrentó al Marqués y se quedó de pie, con las manos juntas. —Por… favor… trate de comprender— dijo—, cuando yo prometí… ha