Premio de despedida

1421 Words
-Andas muy distraído Dany, Dany –Hannah estaba frente a él, pegada a su cuerpo. Estaba tan absorto en sus ideas, que no prestó atención a su alrededor. Ya había atravesado el umbral de la puerta, y las gemelas estaban frente a él. Incluso Johan ya se había desaparecido como de costumbre. -Un poco –Pasó su brazo por la cintura de la gemela que estaba a su lado, haciéndola sonreír. Haylee lo tomó de la mano casi de inmediato, jalándolo para guiarlo. Soltó a Hannah, pero para su sorpresa, ella no se alejó, por el contrario lo acompañó pegada a su cuerpo. Caminaron hacia las escaleras los tres, con la mirada de los pocos ya presentes puesta sobre ellos. Llegaron a la habitación de Hannah, donde las gemelas se alejaron del castaño, con el suficiente espacio para verlo con la expresión de confusión. Daniel cerró la puerta y entonces la escena más indecente que en su vida imaginó, se desarrolló frente a sus ojos: las gemelas estaban besándose. Obscenamente lujurioso quedó estático frente a ellas, observándolas con el corazón acelerándose y su pene llenándose de sangre en cada segundo. Había vivido muchas cosas, que lo hicieron pensar que tenía pleno conocimiento de los placeres sexuales, y decir que esto lo estaba sorprendiendo, era poco. Y tal vez lo que lo dejó perplejo, fue la indudable excitación que le produjo. El besó le pareció apasionado, alcanzaba a ver las lenguas entrelazándose, jugando entre ellas. Los labios y la saliva, producían un sonido afrodisíaco, como la perfecta música que acompaña a una buena película. Hannah era la dominante, paseaba sus manos sobre el cuerpo de Haylee, mientras ésta entrelazó sus manos en el cabello de su hermana. Con el beso desarrollándose, daban pequeños y lentos pasos hacia la cama, donde terminaron por recostarse. Repentinamente, Haylee se puso sobre Hannah, tomando el control, luego se volvieron a invertir los papeles; manteniendo el juego por unas cuantas veces más. Daniel estaba atento a cada movimiento, le dolía su falo de tan tenso que se puso, incluso consideró que podía alcanzar el orgasmo sin siquiera haberlas tocado. Se separaron dándole una sonrisa coqueta a Daniel, se levantaron y quedaron de pie frente a él. Satisfechas de la mirada impúdica con la que las recorría, sentían que era cuestión de segundos para que se lanzara sobre una de ellas. Pero la verdad era que, todo había sido demasiado para él, que no sabía siquiera qué hacer. -Si adivinas quién es quién, obtendrás un premio –Habló una de las gemelas, intentando no delatarse con gestos innecesarios. Daniel sonrió arrogante, por supuesto que las reconocía, lo había logrado desde su segundo encuentro con Haylee en el baño de la Universidad. Caminó con seguridad, se inclinó sobre la gemela que le habló, para hablarle al oído -¿Cuál es el premio Hannah? – Sonrió complacida girando a ver a su gemela, como señal de que el castaño lo había logrado, y Haylee sonrió casi con ella. Ambas estaban satisfechas, era de las pocas personas que realmente las reconocía. Lo tomó de los hombros, para guiarlo hacia la cama. Daniel dio pasos hacia atrás, hasta que topó con la cama y cayó sentado de manera grácil. Haylee se acercó con rapidez y le sacó la camisa, mientras Hannah desabrochaba el pantalón. Todo estaba sucediendo demasiado rápido para él, estaba completamente desnudo sobre la cama, recostado, con cuatro manos recorriéndole el cuerpo. -Hoy seremos nosotras las que te daremos placer –Haylee susurró sobre el oído del castaño, que realmente estaba disfrutando de la atención que le estaban ofreciendo. Cerró los ojos cuando la porrista lamió su glande, y lentamente fue introduciendo el falo duro, caliente, palpitante en su boca; mientras la nutrióloga, lamía sus testículos sutilmente, y paseaba sus manos por las piernas. Se dejó llevar por las sensaciones, que se arremolinaban como un huracán entre sus piernas. Aún y cuando las gemelas se intercalaban, explotó en un suculento orgasmo en la boca de Hannah. Porque a pesar de que no las veía, las reconocía hasta por la manera de tocarlo. Las gemelas se levantaron, aprovechando que Daniel estaba recuperándose de los últimos espasmos, se desvistieron completamente. Cuando intentó hacer un movimiento, la mano de Haylee lo detuvo con fuerza, antes de que se reincorporará de la cama –¡Aún no terminamos contigo! –El tono autoritario con el que le habló, lo hizo permanecer en su posición. De nuevo le recorrieron el cuerpo con las manos, se encontraba tan sensible, que hacía ligeros movimientos involuntarios. Estaban fascinadas ante la entrega del castaño, que no opuso resistencia a nada de lo que le estaban haciendo. El pene permaneció erecto, mientras el resto del cuerpo disfrutó de las múltiples caricias; los minutos transcurridos, fueron suficientes para que le apeteciera otra explosión de placer. Hannah, le colocó un condón, casi de inmediato se subió a horcajadas sobre Daniel, que siseó durante todo el recorrido que hizo en el interior apretado, cálido, y húmedo de la nutrióloga. Se empalaba con devoción, sintiendo la delicia de la longitud y grosor del m*****o del castaño, llevando un ritmo lento, que poco a poco la hacía desear más. Haylee se sentó con las piernas abiertas sobre el rostro de Daniel, alineando su clítoris con la boca del jugador, que presto la tomó por las nalgas, para ayudarla a darse placer con su lengua. Los tres necesitaban más, se dejaron llevar por su deseo carnal; aumentando la velocidad y la profundidad, alcanzaron la euforia, el éxtasis del placer. Primero Hannah, después Haylee, y al final Daniel, que ya no pudo contenerse después de escucharlas manifestando el deleite del orgasmo, con gemidos muy audibles. Las gemelas se desplomaron sobre la cama, a un lado del castaño, que a pesar de tener el aliento entrecortado, se enderezó inmediatamente, para jalar a Hannah por las piernas, atrapando el clítoris con su boca. El orgasmo se estaba disipando, pero cuando sintió la lengua, luego la succión, entrelazó sus manos en el cabello de Daniel, produciendo un vaivén instintivo, que la dirigieron de forma certera e indudable a la cima otra vez. La dejó recostada en su lugar, con la respiración y el corazón acelerados, para girar a prestarle atención a su gemela favorita, que se encontraba recuperada del asalto anterior, observándolo atenta y hambrientamente. Deslizó sus manos desde los pies hasta la cabeza de Haylee, a pesar de que no se tomó mucho tiempo, la hizo estremecerse por completo. Besó y chupó los senos, mientras con lentitud y pericia, su falo se deslizaba en Haylee. Ella estaba jadeante, disfrutando de cada cosa que le hacía. Las manos le recorrían el cuerpo y cuando los labios de ambos se unieron en un beso profundo, la porrista alcanzó el orgasmo. Daniel dio las últimas penetraciones, pausadas, duras, propias de su culminación sexuaI. Los tres estaban exhaustos, acostados sobre la cama. Haylee fue la primera en abrazarse a Daniel, que la rodeó con su brazo y le dio un beso en la coronilla. Hannah se sentó en el hueco del costado opuesto, deslizó su mano por el pectoral marcado y firme del castaño, que le dio media sonrisa coqueta. -¡La fiesta apenas está comenzando! –Se levantó, para ser la primera en comenzar a vestirse. Le siguieron los otros dos, entre risas y gestos de negación burlesca -Te voy a extrañar Dany, Dany –Hannah le dio una sonrisa coqueta, se paró de puntitas para besarlo en la mejilla y salió de la habitación. Daniel, que le había ayudado un poco inclinándose para que lo alcanzara, le devolvió la sonrisa y la siguió con la mirada hasta perderla de vista. Haylee se lanzó a sus brazos, la atrapó en el aire y se abrazaron con fuerza. Él quería decirle algo, pero ya era tarde para eso, ella tomaría un vuelo en los siguientes días, había aceptado una oferta de trabajo en una empresa en el extranjero, gracias a los contactos de su padre. Mientras él, continuaba siendo un estudiante –Vas a escribirme de vez en cuando, ¿cierto? –La porrista le dijo al oído. -Si no me bloqueas, claro que sí –La hizo reír. Después de algunos minutos así, impregnándose del olor del chico y disfrutando de la cercanía, fue aflojando el agarre. Sabía que el momento había llegado: la separación. -¡Diviértete! ¡Es la última fiesta en ésta casa! –Lo volvió a tomar de la mano, para salir de la recámara juntos.
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