Deambuló de nueva cuenta por la casa, que ya estaba comenzando a conocer. Se paseó por la cocina, donde cambió su cerveza por una fría; por la sala donde estaban bailando deshinibidamente; llegó al patio, para quedarse observando por un rato la piscina, que tenía a los chicos molestando a las mujeres, intentado llamar su atención de manera infantil para su gusto.
-¡Daniel! –Escuchó su nombre en una voz conocida. Era Haylee que se acercaba con paso apresurado a él –Llegas tarde –El tono encantador saliendo en medio de una sonrisa, mientras pegaba su cuerpo al del castaño, lo hizo no perder el tiempo para abrazarla por la cintura con su brazo libre.
-¿Tarde? –Preguntó alzando ambas cejas, con aire seductor.
El semblante de la porrista cambió –Vamos a mi habitación –Solicitó sin reparo alguno.
-Llévame –Daniel le pidió con la mirada lasciva.
No se lo dijo dos veces, lo guió apresurada a su recámara, para recibir de nuevo el placer que le ofreció, hasta el punto de dejarla tan cansada como la primera vez.
Salió de la habitación con sumo cuidado para no despertarla, y continuó con su paseo por la casa, que le duró poco. Hannah estaba esperando por él. Sus miradas se cruzaron, pese a la distancia que los separaba, la gemela le dio una sonrisa coqueta, y le hizo señas para que se encontraran al pie de la escalera.
-¡Hola Dany! –Habló con coquetería, pero solo lo hizo carcajearse, porque jamás habían usado un hipocorístico con él.
-Hola linda –Le acarició la mejilla dulce y encantadoramente.
-Espero que no estés agotado –La pelinegra ladeó su rostro ligeramente, y alzó una ceja con severidad.
Le provocó carcajearse de nuevo con el comentario -¿A tú habitación? –Preguntó divertido, conquistador, lujurioso; una mezcla de sentimientos que con frecuencia se combinaban en su cuerpo. Y le gustaban.
El tercer encuentro de la velada. Que lo hizo detallar las ligeras diferencias físicas de las gemelas, porque las diferencias de las personalidades las detectó casi de inmediato. Que lo hizo desahogar la tensión de su cuerpo: por el pasado, por el estrés propio de las clases y por el futuro incierto. Y que lo hizo aceptar que el deleite corporal logrado, tendría que ser parte de su vida ininterrumpidamente.
Salió de la casa al amanecer, los primeros rayos de sol surcando el azul del cielo, también lo tocaron a él, para hacerlo consciente de su cansancio físico, pero relajado y lleno de satisfacción mental.
Las fiestas de los viernes se volvieron una constante, liberadoramente incancelables, religiosamente imperdibles; una clara muestra de juventud y descontrol. Y con eso desfilaron los nombres, que comenzaron con Nora, y siguieron con Julia, Keila, Gema, Lilia, Dina, Emma, Mona, Belly, Gloria, Fernanda, Conny, Rita, y más; la mayoría de Nutrición y las pocas de su propia universidad. Que para sorpresa de él, llegaban solas a pedirle un encuentro sexuaI. Pero las gemelas se mantuvieron invariables.
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-Hay que festejar que el nuevo mariscal de campo ha sido elegido –A diferencia de otras ocasiones, el tono de Johan no se escuchó con escarnio -¿Qué se siente? –Preguntó genuinamente interesado.
-¡Emocionado! –La respuesta del castaño iba acorde a su expresión.
Johan le sonrió –El entrenador va a estar picándote el culo –Regresó a sus acostumbradas burlas.
-Lo sé, pero… -No terminó la frase.
-¡¿Cómo está mi jugador favorito?! –Daniel se reclinó ligeramente hacia adelante, cuando Haylee se le echó encima por la espalda, haciéndolo reír. Lo rodeó con sus brazos por el cuello y le dio un beso en la mejilla. La actitud infantil y mimosa, contrastaba por completo con la chica ruda que quería aparentar ser; así como con la personalidad de Hannah, con la que solo compartía una similitud física.
-¡Qué asco! –Johan se puso de pie, porque no quería estar de mal tercio -¡Cursis! –Se burló.
-¡Envidioso! –Haylee le gritó mientras se alejaba el rubio. Siempre estaban insultándose, y Daniel no se entrometía, sabía que era la manera en la que mostraban su cariño.
La jaló del brazo, para hacerla girar por su costado y ponerla en su regazo -¿Cómo estuvo el entrenamiento? –Le preguntó atento a su respuesta, mientras tocó la punta de su nariz con ternura.
-Bien –La respuesta le salió con desánimo a la porrista.
-¿Tú sucesora es torpe e inhábil físicamente? –Levantó una ceja, y le dio media sonrisa, intentando hacerla sonreír.
Y lo logró, la hizo carcajearse -¡No! ¡Es muy buena! …Karina es muy buena… -Agachó la mirada, y sus suaves facciones comenzaron a apagarse.
Daniel la abrazó con fuerza –Deberías estar feliz, y no decaída –
Ella suspiró pesadamente –Nostálgica. Estoy nostálgica… -Se separó para darle una mirada indignada.
-Te vas a graduar Haylee… -Ni siquiera lo dejó finalizar lo que quería decirle.
-¡Lo sé! ¡Lo sé! –Se levantó apresurada de su regazo, no quería dejarse llevar por completo por sus sentimientos, revelándole que se había enamorado de él. De sus atenciones, de sus juegos seductores y del buen sexo que representaba. Porque todo era claro, en los dos años que tenía de conocerlo, jamás le insinuó algún interés sentimental. Aunque le partía el corazón, sabía que no formaba parte de su vida de esa manera, que no tenía oportunidad con él, y que lo mejor sería continuar con sus planes y sueños por cumplir. Se giró para quedar de frente a él, que se había puesto de pie detrás de ella -¡Vas a ir el viernes a la fiesta! –La orden lo hizo sonreír. Esa mezcla entre ternura y tiranía que la caracterizaba, le gustaba en ella.
-¡Sí! –Respondió con seguridad, además de la expresión ofendida en su rostro.
-Hannah y yo tenemos una sorpresa para ti… -Lo hizo fruncir el ceño con poco entendimiento. Debería ser él quien les diera algo de despedida.
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-Tengo una maldita pregunta, y aunque no debería entrometerme quiero hacerla –Johan estaba serio, algo que le pareció extraño a Daniel.
El castaño entrecerró los ojos, y solo le dedicó un vistazo fugaz, mientras caminaban a la par hacia la casa de las gemelas –Hazla entonces –
-¿Por qué nunca hiciste a Haylee tu novia? –Se frenó de golpe, mirándolo con intensidad.
Daniel se giró sosteniéndole la mirada-¿De qué mierdas hablas Johan? Ella fue muy clara desde un principio, solo buscaba sexo conmigo –Le dijo convencido.
-Solo un pendejo no se daría cuenta que está loquita por ti. No te hubiera rechazado –Se acercó colocando su mano sobre el hombro del castaño, que estaba atónito ante la revelación. Johan se echó a reír –¡Y solo tú serías ese pendejo! –Daniel se removió del contacto con molestia por el comentario, y siguió su camino, totalmente pensativo.
Haylee le gustaba, compartía la opinión de todos los hombres de la Universidad: ella era hermosa. Su personalidad en definitiva le atraía; pero se había impuesto una barrera mental respecto a ella, porque precisamente había sido ella quien marcó los límites. Había desarrollado cierto aprecio hacia las gemelas; sin embargo, se mantuvo enfocado ante las circunstancias, no podía enamorarse de ninguna.