El Novato Revelación
-¡Vamos Daniel! ¡Muévete idiota! -Johan lo aventó con fuerza hacia la casa donde el sonido de la música era estrepitoso. El joven no le respondió, esbozó una sonrisa condescendiente. Podía entender la emoción del rubio a la perfección, eran los únicos dos novatos invitados a la fiesta; y eso solo fue porque pertenecían al equipo de americano, donde Haylee los había observado, y Daniel había llamado por completo su atención.
Más jóvenes se encontraban caminando en la misma dirección, era una de las famosas fiestas de bienvenida en la casa de Haylee. La bella pelinegra con ojos color miel, era la capitana de las porristas del equipo de americano, se encontraba a la mitad de la Ingeniería en Informática en Ciudad Sigma; a decir verdad, de las pocas mujeres que se encontraban cursándola. Sin embargo, la fiesta tenía alumnado de la Licenciatura en Nutrición, ya que tenía una hermana gemela estudiándola, y de esa manera se compensaban los géneros en la fiesta.
-¡Ésta noche definitivamente será genial! -Johan dijo entusiasmado, frotándose las manos maléficamente. Daniel solo negó con la cabeza, riéndose de su compañero de clases. Lo vio llevándose una mano a su bolsillo -¡Ten! –Le extendió una tira con 4 condones.
-¿Qué es esto? –Preguntó sorprendido.
-¡Condones idiota! –Se llevó la mano a la boca -¿No me digas que eres virgen? –Después de la pregunta, soltó una risa de escarnio.
-¡Pendejo! –Le arrebató los condones.
-Bueno, definitivamente después de ésta noche ya no lo serás –Volvió a burlarse. Daniel se limitó a mostrarle su dedo medio.
El alcohol estuvo presente, mientras algunos bailaban, otros nadaban, incluso había los estúpidos juegos adolescentes. Para cuando el sol hacía tiempo que había abandonado el cielo, y el alcohol inundaba el cuerpo de la mayoría, algunas parejas establecidas y otras creadas en el momento, comenzaron a desaparecer a la segunda planta de la casa, buscando cierta privacidad.
Johan llevaba desaparecido horas dentro del lugar, por lo que Daniel solo deambuló por la casa. Ya había hablado con varias personas, bailado y jugado "Beer Pong", donde resultó ser bueno, su equipo ganó tres veces consecutivas, y pudo haber continuado, de no ser porque Haylee lo arrastró con ella.
-No hago esto normalmente, ¿sabes? -Fue lo primero que la pelinegra le dijo cuando entraron a su habitación. La vista de Daniel se paseó por su alrededor, descubriendo algunos posters de cantantes conocidos, fotos instantáneas pegadas en un área específica de la pared, un espejo de cuerpo completo y una puerta dentro de la habitación de color rosa pastel, que supuso era para el baño.
-¿Y qué es eso que no haces? -Se atrevió a preguntar con tono de superioridad.
Haylee se acercó pegándose al cuerpo de Daniel, tuvo que levantar su rostro para poder verlo a los ojos, aun y cuando ella media 1.70, él estaba en el 1.91. Daniel sonrió arrogante y la tomó con fuerza por la cintura para apretarla contra él. Acercó su rostro al de ella, podía sentir su aliento a alcohol mezclado con cereza.
-No eres virgen, ¿verdad? -Haylee le dijo en tono de burla. Y no entendió por qué usaban aquello como objeto de escarnio.
-¿Estás segura de esto? -Le preguntó con la mirada penetrante, y ella se perdió en el bosque de los ojos de Daniel.
-Por supuesto -Levantó una ceja retadoramente.
Daniel volvió a sonreír, era obvio que solo quería sexo con él, por lo que no se contendría en lo absoluto. La besó lo más sucio que pudo, su lengua tocó los rincones más profundos de su boca y supo que le gustó, porque sintió como ahogó varios gemidos que deseaban escapar. La desvistió tan rápido que Haylee ni siquiera lo notó, aunque para Daniel no representó demasiado problema, solo dos prendas era lo que la separaba de la desnudez. Se separó de ella y la miró con lujuria, tenerla frente a él desnuda, le explicaba el por qué los chicos babeaban por ella. Sus manos sabían dónde tocar, apretar, pellizcar; y su boca dónde chupar, succionar; que de nuevo Haylee no se percató que le había recorrido completamente el cuerpo. Lo tenía entre las piernas, succionando su clítoris y los dedos entrando salvajemente en su interior; Daniel se mantuvo el suficiente tiempo para que Haylee alcanzara el orgasmo y como el experto que era, se lo extendió el mayor tiempo posible. La pelinegra salió del trance, estaba impactada, el castaño aún estaba totalmente vestido y no lo notaba desesperado; algo que siempre les notaba a los hombres con los que tenía sexo, además de que requería de varios encuentros para alcanzar el orgasmo. Daniel se desabotonó la camisa, y Haylee tuvo conocimiento de lo que seguía.
-Los condones están en el peinador -Levantó su dedo índice señalando el lugar mencionado, pero Daniel sacó de sus pantalones los sobres que traía en el bolsillo, y los sacudió para mostrárselos. En ese momento agradeció mentalmente a su amigo. Sí bien, no estaba buscando sexo, tampoco lo despreciaría.
Se despojó de toda su ropa, rasgó la pequeña envoltura para sacar el condón y se lo colocó. Haylee se mordió el labio inferior cuando sus ojos recorrieron el más que tonificado cuerpo de Daniel. Ella se acostó, pero él negó con la cabeza mientras su sonrisa ladina se dibujó en su rostro. La acomodó en cuatro, una rodilla junto a la de ella y la otra pierna flexionada con el pie sobre la cama; tomó su m*****o, buscando el orificio por el que deseaba entrar, siendo la humedad su guía. El glande abrió el paso, pudo sentir que lo abrazaban con gusto, que se amoldaban a él, y se enterró hasta el fondo dentro de Haylee. Salió y entró en toda su longitud, lentamente, dos, tres veces; para sentir, saborear el placer.
-¡Oh! ¡Sí! ¡Así!-Haylee gimoteó. De Daniel solo salían jadeos y gruñidos. Buscó con una mano el clítoris y con la otra la sostenía de la cadera. Haylee comenzó a desesperarse, cuando él salía ella se mecía hacia adelante, cuando él la penetraba ella lanzaba su cuerpo con fuerza para atrás. El sonido del líquido viscoso dentro de ella, así como el choque de los cuerpos se intensificó en fuerza y velocidad, que ella sintió de nuevo las contracciones que dieron paso al placer en el resto del cuerpo. Daniel retomó el ritmo lento, estaba acercándose a su clímax, pero quería un poco más. Salió de ella, se acostó y la levantó por la cintura.
-¡Dios! ¿Aún no terminas? -Haylee estaba realmente asombrada. Daniel solo sonrió, volviendo a buscar el hueco que en ese momento le supliría de placer. La agarró por las caderas, restregándola sobre él; mientras la pelinegra mantenía el equilibrio con las manos sobre los pectorales marcados del castaño. Un par de minutos fueron suficientes para estimularla de nuevo, el orgasmo se disparó por todo el cuerpo de Haylee. Daniel sintió su m*****o ser apretado rítmicamente y se dejó llevar por la sensación, su orgasmo lo recorrió.
La porrista se desplomó sobre el pecho de Daniel. Les tomó un par de minutos regular la respiración, y cuando eso pasó, ella estaba completamente dormida sobre Daniel. Lo desconcertó por completo, pero se rio de la situación. Salió lentamente de ella y la recostó con sumo cuidado para no despertarla. Abandonó la cama con dirección al baño, donde lavó su cuerpo rápidamente, se vistió y salió de la habitación dejándola dormida.