La práctica terminó, todo el equipo se dirigió a los vestidores, donde se asearon, se refrescaron un poco y fueron saliendo poco a poco. Haylee estaba esperando por Daniel, otra vez.
-Lo dicho, ¡perro con suerte! –Daniel miró a Johan, que le hizo señas con los ojos para que prestara atención a la porrista; eso provocó que el castaño entendiera el comentario y se carcajeara de su amigo –Vas a estar ocupado, hablamos luego –Johan golpeó el hombro de su amigo y apresuró el paso.
-Hola Daniel –Le dijo con amabilidad Haylee, incluso jugaba con su cabello como una adolescente inexperta.
Daniel le sonrió con ternura –Hola Haylee –
-El viernes haré una fiesta en mi casa, espero puedas asistir de nuevo –La petición se escuchó cortés. El castaño recordó la primera vez que Haylee se había acercado, la invitación había sido más como un edicto, contrastando exponencialmente con su ahora invitación.
-¡Por supuesto! –Respondió animosamente. La porrista se acercó, tomó el brazo de Daniel, provocando que se agachara, y lo aprovechó para darle un beso en la mejilla. Se alejó de él con rapidez, porque no quería caer de nuevo ante la habilidad del castaño.
La semana escolar pasó con rapidez, y a pesar de ansiar un encuentro con Daniel, lo evitó a toda costa. Si Haylee era honesta con ella misma, le fascinaba la manera en la que el castaño la tocaba, la hacía llegar a explotar de placer, y solo le habían bastado dos encuentros para descubrirlo. Por ese motivo no podía permitir que se repitieran esos encuentros en las instalaciones escolares, porque ella era consciente que se haría adicta.
Johan y Daniel atravesaban de nuevo la casa de las gemelas, pero ahora el castaño iba preparado con sus propios condones, porque sabía que la invitación tenía un único fin.
-¡Nos vemos luego! –Johan se despidió, dejándolo solo en la entrada de la casa, fue lógico que volvería a perderse como en la última fiesta.
Daniel caminó por la casa, sentía la mirada de muchas personas sobre él, especialmente las de mujeres.
-¡Hola! –Una castaña de ojos pardos lo saludó con animosidad.
-Hola –Le sonrió, para después tomar una cerveza del refrigerador.
-¿Tú eres Daniel? –Preguntó mientras se recargaba en una posición sensual, en la isla de la cocina. Y esa posición fue la que llamó su atención.
-Sí –Respondió seguro, abriendo la botella que tenía entre sus manos -¿Y tú? –Su faceta seductora comenzaba a sobresalir.
-Soy Nora –Le dijo su nombre, aunque era muy consciente que en ese tipo de fiestas y ambientes, no lo recordaría al amanecer.
-¿Estás en nutrición con Hannah? –Daniel interrogó, porque quería mostrarse interesado en la chica.
La castaña sonrió, le parecía tierno el novato, tal como Hannah se lo había descrito –Sí. Dime novato, ¿vienes solo o acompañado? –Daniel se carcajeó, le causaba entre molestia e ironía que lo identificaran como un novato.
Tomó su celular para ver la hora –Dependerá de ti –Nora le dio media sonrisa –Por los siguientes 40 minutos puedes ser mi compañera –La castaña completó la sonrisa, y levantó ligeramente el rostro con genuino interés en Daniel. Cuarenta minutos, ¿sería solo un cretino alardeando?
-Ven, conozco el lugar perfecto –Comenzó a caminar, para ser seguida por Daniel, que traía la cerveza en la mano.
Llegaron a una pequeña habitación en la primera planta, era sumamente sencilla y parecía que nadie la ocupaba. No lo dejó detallar la recámara, Nora comenzó a desvestirse bajo su mirada, que en un instante se convirtió en lujuriosa. La castaña se recostó con las piernas flexionadas y totalmente abiertas; exponiéndose por completo a él, empezó a masturbarse. La acción disparó su excitación, dejó la botella sobre una mesita, para que se acercara con sigilo hasta quedar en medio de ella. Su boca atrapó el clítoris, haciendo que Nora lanzara un gemido sumamente audible, y entrelazó sus manos entre el cabello de Daniel. La castaña se movía instintivamente en sincronía con el novato, que sentía el placer de la chica desbordándole por la boca. La cima. Nora sintió los estragos del orgasmo recorrerle el cuerpo, rítmica, constante, deliciosamente satisfactorio. Daniel se levantó, observándola se despojó de su ropa, para colocarse el preservativo. Cuando las contracciones la abandonaron completamente, se percató que Daniel estaba halándola por las piernas, y sin más espera se introdujo lentamente. Fue una sensación nueva para ella, el que Daniel se deslizara con paciencia, saboreándola, la hicieron sumergirse en el placer. Se dejó guiar por el novato. Que hasta ese momento se detuvo a meditarlo, no tenía la menor idea del por qué Hannah lo había llamado de esa manera, al menos en el sexo no lo era. Abrió los ojos, para descubrir la mirada verdosa recorriéndola con obscenidad. Sus manos tocaron los marcados pectorales, bajando para apreciar la musculatura, que se acentuaban con el movimiento que la estaba colmando de placer. Daniel la tomó con fuerza por la cadera, para aumentar el ritmo, haciendo a Nora sorprenderse por el cambio, pero disfrutando del camino por el que la estaba llevando. La hizo resoplar con furia, cuando salió inesperadamente; pero no pudo reclamarle, porque la giró con rapidez, con las piernas extendidas y el torso descansando en la cama, la penetró de nuevo. Se sintió sometida, cuando una mano descansaba con firmeza en su nuca, obligándola a permanecer reclinada; y la otra, le marcaba la intensidad, para hacerla chocar contra la pelvis de Daniel; el movimiento era con el mismo salvajismo con el que lo estaba haciendo con anterioridad. De un momento a otro, la aprisionó con su cuerpo, dejándose caer lo suficiente, para alcanzar el clítoris, y estimularlo hasta el punto de detonar el éxtasis de nuevo en Nora; y cuando lo sintió, se dejó ir también, permitiendo al orgasmo invadirlo.
-¡Mierda! ¿Por qué te dicen novato? –Se atrevió a preguntarle la castaña, con la respiración entrecortada, aun acostada, recuperándose del momento.
Daniel, que ya había comenzado a vestirse, se carcajeó –Soy de primer año –Reveló.
-¡No jodas Daniel! –Se levantó sobre sus codos, para poder observarlo, respondiendo realmente sorprendida, y Daniel se volvió a carcajear –Eres mayor de edad, ¿verdad? –Por un instante le preocupó.
-Sí –Terminó de acomodarse la ropa, y vio su celular, habían pasado 30 minutos –¿Por qué nutrición Nora? –Preguntó tirándose en la cama, a un lado de ella y con la mirada en el techo.
La pregunta la hizo sonreír –La principal motivación fueron mis abuelos, han estado pasando de un médico a otro por su problema de diabetes, y los nutriólogos no dan una con la dieta que les pueda ayudar a controlar su enfermedad… -
-¿Es una enfermedad peligrosa? –La interrumpió, cuestionando con real interés.
-Si no tienes los cuidados necesarios, puede ser mortal –Habló con seriedad y profesionalismo.
-¡Vaya! Jamás me he interesado en mi dieta –Su tono de voz demostró su vergüenza al respecto, haciendo que fuera el turno de Nora de reír.
-Si no existe historial de la enfermedad en tu familia, no tienes que preocuparte aun. Definitivamente en un futuro debes considerar hacerte revisiones periódicas, pero creo que eso es en cualquier ámbito de tu salud –Se apresuró a darle su opinión como próxima profesional del área médica.
-Me dio gusto conocerte –Daniel le dijo con sinceridad, y se levantó de la cama.
-Espero que repitamos –Se apresuró en proponerle, porque regresó al momento, aun había una fiesta desarrollando afuera de esa habitación.
-Cuando quieras –Le dio una amplia sonrisa, tomó su cerveza, que ya se encontraba caliente, y salió por la puerta, percatándose que cumplió con su palabra, fue su acompañante por 40 minutos exactos.