Entre el amor y el sexo

1130 Words
Hicieron que algunos empleados de Ciudad Sigma viajaran, para ayudar con la apertura de la sucursal de O&A Tech en Ciudad Ómicron, incluso algunos de ellos aceptaron quedarse como encargados, entre ellos se encontraba Johan. Durante los meses de estadía, todo había resultado todo un éxito con las cuestiones legales y comerciales, por lo que decidieron festejar antes de partir de nuevo a Ciudad Sigma, a la cede. Rentaron un salón, la cena pasó tranquila, entre risas y conversaciones de cada empleado; para dar paso a la música en vivo y a las bebidas, sinónimos de fiesta. -Amaia, ¿estás segura de que quieres beber? –Johan le preguntó con genuina preocupación, él también tenía conocimiento que ella no bebía en lo absoluto. -¡Sí Johan! –Respondió con una risa nerviosa –Ya no soy una niña, ¿sabes? –Dijo con un tono ofendido. Y es que quería, necesitaba encontrar un poco de calma mental. El rubio rodó los ojos, le molestó su comentario, y él no tenía por qué andar de niñero, así que la dejó beberse la copa del Vodka Tonic que había pedido. Y muy pronto la perdió de vista. -¿Y Amaia? –Daniel le preguntó a Johan, cuando regresó después de haber estado conversando con algunos empleados nuevos. -¡No lo sé Daniel! ¡No soy su maldito niñero! –El tono molesto que utilizó, hizo que Daniel frunciera el ceño. -¿Por qué te enojas? Era una simple pregunta, ella estaba aquí contigo –Le habló con tono severo. Pocas veces le hablaba de esa manera, y Johan lo notó. -¿Quieres que te responda como tú empleado o como tú amigo? –Cuestionó con media sonrisa irónica y malintencionada, provocando que Daniel lo mirara entrecerrando los ojos. Johan se encontraba con alcohol en su cuerpo, así que el castaño decidió pasar por alto el incidente. Le mostró el dedo medio, y se alejó caminando por los alrededores, buscando a la rubia. A pesar de que estaba emocionado por su logro profesional, sentimentalmente solo se sentía tranquilo. Saber que la promesa seguía intacta, lo hacía abrazar la idea de que podría sobrevivir a la lejanía física. Simplemente quería irse al hotel, pero necesitaba avisarle a Amaia. Algunos empleados lo saludaban con una sonrisa, o simplemente levantando la mano en su dirección. Prestó atención al grupo de personas que estaba bailando al centro del salón, porque estaban haciendo mucho escándalo. Entonces vislumbró la cabellera rubia moviéndose de un lado a otro. Se acercó lo suficiente para descubrir que era ella en medio de todos, siendo el centro de atención, por su forma sensual de bailar. Fue un recorrido de sentimientos: primero sonrió, nunca la había visto bailar, divertirse o disfrutando de manera relajada; después se sintió atraído por ella, siempre le había parecido una mujer bella físicamente, y el estar viendo cómo movía su cuerpo seductora y desinhibidamente lo había excitado; luego, se dio cuenta que todos la estaba observando y sintió celos, de nuevo, no sabía por qué, pero le molestaba que otros la vieran de esa manera. Se abrió paso para llegar a la primera fila, y como si ella lo supiera, tan pronto llegó, los ojos grises se conectaron de manera atrevida con los verdes, que se encontraban obscurecidos por la lujuria. Daniel tenía mucho tiempo sin tener esa sensación de deseo, de seducción; y mucho menos previó que fuera con Amaia. Acortó la distancia moviéndose al ritmo de la música e intentado seguir el paso que ella llevaba; deslizó su brazo por la cintura, mientras ella entrelazó sus manos por el cuello de él. Quería mostrarles a todos, que ella no estaba disponible, y a la vez, quería sacarla de ahí. -No sabía que bailaras tan bien –A pesar de que fueron honestas sus palabras, Amaia notó la burla en el tono. -Hay muchas cosas que no conoce de mí Ingeniero Olivier –Contraatacó con atrevimiento, que lo hizo carcajearse. -Pero hay muchas otras cosas que sí –Respondió con suficiencia, con una sonrisa pícara. Fue el turno de Amaia de reír -¿Qué conoce de mí Ingeniero Olivier? –Le preguntó divertida. -Sé de tú lista especial de reproducción cuando vas a programar, que te quitas los zapatos y sacas un poco la lengua porque estás concentrada haciéndolo –Poco a poco la sonrisa de Amaia fue desapareciendo –Sé que odias que deje las corbatas con el nudo hecho y te encantaría que fuera un poco más paciente con el portero –Lo último la hizo sonreír un poco –Sé que arrugas la nariz cuando te ríes honestamente y que sólo te has enamorado en dos ocasiones –La sonrisa se volvió a borrar y abrió los ojos con sorpresa -¿Quieres que siga? –Preguntó con excesiva seguridad. Se mantuvo conmocionada por unos segundos, pero el alcohol que corría ya por sus venas, la hizo atreverse a hablar sin reservas –Quiero tener sexo contigo Daniel –Porque sabía que para él solo sería eso, mientras para ella sería hacer el amor. -De acuerdo, ¿nos vamos? –El corazón se le aceleró abrupta y precipitadamente, haciendo que solo asintiera una vez. Daniel la tomó de la mano, y la guió por todo el salón, con las miradas de todos sobre ellos. El trayecto al hotel fue de manera silenciosa. Amaia iba totalmente incómoda, nerviosa; había esperado por mucho tiempo el evento que estaba a punto de acontecer. Incluso se sintió sumamente cautivada al enterarse que él la conociera tan bien. Para Daniel no fue incómodo, no se sentía nervioso y mucho menos pudo predecir el rumbo que tomarían los siguientes sucesos. Abrió la puerta de su habitación, y permitió que Amaia entrara primero, quien a paso titubeante caminó una corta distancia. -¿Quieres agua? –Le preguntó mientras cerraba la puerta detrás de él, provocando que ella se sobresaltara un poco cuando lo escuchó. -No, estoy bien –Respondió de manera apresurada, haciéndolo que percibiera su nerviosismo. Daniel se acercó hasta ella, la tomó de la mano y la guió hasta la cama –Siéntate por favor –Ella obedeció al instante. Se agachó y le desabrochó los zapatos, removiéndolos con delicadeza –Recuéstate –Siguió las instrucciones de nuevo con rapidez, fijando su vista al techo blanco, que en ese momento se convirtió en el objeto de su fijación. Daniel se quitó el saco, el chaleco, la corbata; hasta se tomó el tiempo de acomodar todo en la silla; luego se sentó y se quitó también los zapatos, rodeó la cama y se acostó a un lado de ella. Minutos que parecieron eternos para Amaia. Entonces ambos se acomodaron para quedar frente a frente.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD