El último semestre pasó más rápido de lo que imaginaron. Una semana antes de la graduación, Adams experimentó múltiples sentimientos: alegría y emoción por haber alcanzado una meta, el terminar la Universidad; así como preocupación y angustia, porque no había conseguido un trabajo, lo que le complicaría su permanencia en Ciudad Sigma. Sus ahorros sólo le alcanzaban para un mes de estadía, o el boleto de regreso a casa.
-¿Qué estás haciendo? –Daniel entró a la habitación sin previo aviso.
-¡¿Por qué demonios siempre entras sin tocar la maldita puerta?! –Adams le gritó exasperada, ya que la había asustado. Daniel se carcajeó y se recostó en la cama –¡No entiendo cómo siempre te dejan entrar al edificio! –Comenzó a teclear de nuevo en la computadora.
-¿Qué haces? –Daniel se acercó por detrás de Adams, que se encontraba sentada en el escritorio.
-Viendo vuelos a Ciudad Rho –Un nudo en la garganta se le formó rápidamente.
-Quisiera hablar contigo, es algo serio –Daniel se alejó y cambiando su expresión a un semblante serio, comenzó a caminar lentamente por la habitación. Adams se giró en la silla y lo miró con extrañeza –Tengo un proyecto en mente, y me encantaría que formaras parte del equipo de trabajo –Se detuvo a observarla, ver su reacción era muy importante. A Adams le brillaron los ojos, estaba abriéndole la posibilidad de quedarse en Ciudad Sigma.
-¿Hablas en serio? –La rubia le preguntó aún con incredulidad.
-¡Claro que sí! –Le dijo emocionado –¡Ven quiero mostrarte algo! –La tomó de la mano y salió con ella casi a rastras del edificio. Adams no le seguía el paso, iba casi corriendo detrás de él; no le preguntó nada porque le faltaba el aliento. La arrastró por varias calles alejándose del Campus.
Llegaron a la Torre Xing, un edificio de 50 pisos, reconocido localmente por albergar pequeñas oficinas para microempresarios. Adams se sorprendió cuando vio a Daniel abrir la puerta de una de las oficinas, ubicada en el quinceavo piso.
-Los muebles aún no llegan, pero te la mostraré –Él estaba aún inundado de emoción, mientras ella estaba perpleja -Ésta será la recepción y sala de espera –Le dijo apenas entraron, mientras Adams lo siguió sin articular palabra alguna. El lugar estaba vacío, las paredes blancas lo hacían lucir iluminado, la duela le daba un aspecto pulcro y el candelabro el toque de elegancia. Había tres diferentes puertas en diferentes direcciones. Daniel la llevó por la puerta de la derecha, donde había un estrecho y corto pasillo, que albergaba otras dos puertas, una frente a la otra. La llevó a la puerta de la derecho de nuevo, una amplia habitación se iluminó ante sus ojos –Ésta será nuestra oficina, habrá dos escritorios aquí –Le hizo señas mostrándole cómo estarían acomodados. Caminó hacia la puerta que estaba al final del lugar –Éste es el baño, obviamente lo compartiremos –Le mostró un baño completo –La tomó otra vez de la mano, jalándola por todo el trayecto hasta la puerta que estaba en frente –Ésta será la sala de juntas –La habitación tenía un largo ventanal, desde donde se vislumbraba la ciudad y una puerta de cristal a un costado. Adams echó un vistazo por la puerta de cristal, que le permitió ver un pequeño balcón –Aquel es un baño también –Le dijo Daniel, pero ella no prestó atención al lugar al que hacía referencia -¡Ven! –La volvió a halar de la mano, regresaron a la recepción y la llevó por la puerta de en medio. Unas puertas corredizas le permitieron contemplar el balcón en toda su amplitud –Ésta es la cocina y comedor para los empleados –Había una cocina pequeña, pero completa –La volvió a jalar, regresando de nuevo a la recepción y la llevó por la tercera puerta. Entraron a una habitación similar a la que sería la sala de juntas. Adams estaba impresionada y llena de ilusión; se acercó al ventanal, el panorama citadino la hizo emocionarse ante un futuro que hasta unas cuantas horas antes no existía.
-Escucha –Daniel la sacó de sus pensamientos. Se paró junto a ella, para observar la ciudad debajo de ellos –Por el momento, no puedo ofrecerte un sueldo –Adams se giró a verlo atónita y las preguntas se amontonaron en su cerebro –Sólo podré pagar todas tus necesidades básicas: casa, comida, el p**o de los servicios, y tal vez un par de trajes ejecutivos, para las presentaciones de la empresa… –
-¡Espera, espera! ¿Estás diciéndome que tú proyecto es empezar una empresa desde cero? –Le cuestionó estupefacta.
-Bueno, no. El proyecto es que desarrollemos unas aplicaciones para celulares, pero para poder venderla necesitamos un lugar establecido, un nombre y cosas legales en las que aún estoy trabajando. Voy a necesitar mucha ayuda y tú eres la segunda mejor programadora de la Universidad –Lo último se lo dijo con burla.
Adams cambió su expresión a una de fastidio –¿Y quién es el primero? ¿Tú? –Le preguntó irónica.
-Por supuesto –Aseveró Daniel, provocando que Adams simplemente negara con la cabeza.
-Bien, estoy adentro –Daniel sonrió satisfecho –¿Cuántos somos? –Interrogó, mientras regresó su vista al frente.
-¿Contándote a ti? –Contestó con otra pregunta, y Adams solo asintió, esperando por la respuesta. Daniel suspiró -Por el momento, solo tú y yo… –Le respondió con cierta ansiedad, y quiso terminar de una vez con las revelaciones –Ésta será tú habitación… -
-¿Cómo dices? -Adams se giró a verlo al instante, pero Daniel evitó su mirada.
-Y la de enfrente es la mía… -El castaño metió sus manos a los bolsillos del pantalón con cierto temor.
Adams parpadeó largo –¿Estás diciéndome que viviremos juntos? Pero no solo eso, sino que además ¿en unas oficinas? –Le cuestionó llena de asombro e incredulidad.
Daniel se armó de valor, se giró a verla con una sonrisa cínica -Ya aceptaste y no puedes retractarte –Comenzó a caminar hacia la salida –Nos mudamos en ésta semana, antes de la graduación –Y la dejó sola en la habitación.
Adams se giró para prestar atención de nuevo en la vista que le ofrecía el ventanal, pensativa. En definitiva, esa era la mejor propuesta que tenía hasta ese momento, y tenía que hacerla funcionar.
La última semana antes de la graduación, los hizo sentir que el tiempo no era suficiente. La mudanza, la llegada de los muebles a la oficina, y la decoración; aunándose las últimas actividades de la Universidad, los mantuvo con la mente ocupada y exhaustos físicamente.
El día de la graduación llegó, con la ausencia de los padres de Adams al evento; porque ni siquiera tenían conocimiento, ya que no se comunicaban con regularidad. Dante y Soraya, después de verlos recibir sus condecoraciones, los abrazaron a ambos para felicitarlos, llenos de orgullo y en el caso de Soraya con lágrimas en los ojos. Los cuatro se fueron a comer a un restaurante para festejar. Cuando terminaron de comer, Daniel los llevó a la que sería la oficina, y con una botella de vino brindaron en el balcón, por el éxito que añoraban para la nueva empresa.
-¡Usted señorita no puede beber más! –Dante le quitó la copa de vino a Adams después del brindis, con tan solo dos tragos dados. Ella abrió la boca al igual que sus ojos por la sorpresa, haciendo que Soraya y Daniel comenzaran a reír.
-Ven cariño, acompáñame -Soraya se apresuró a tomar las copas, y se llevó a Adams con ella al interior.
-¡Gracias papá! –La mirada de Daniel era intensa y cristalizada.
Dante lo abrazó con fuerza, y prófugas lágrimas salieron por sus ojos –Daniel, eres mí único hijo, siempre voy a apoyarte –Le dijo al oído en medio del abrazo.
-Te devolveré el dinero tan pronto como esto crezca –La voz decidida de Daniel, le hizo saber a Dante que lo cumpliría.
-No es necesario, soy un inversor –Se separó de él, tomándolo por lo hombros y lo vio con una sonrisa maliciosa.
-Con mayor razón, quiero ser el único dueño de esto –Daniel le devolvió la sonrisa, aunado a su tono de suficiencia. Ambos se carcajearon ante la arrogancia que se mostraron, sabiendo que era de familia.
Las mujeres volvieron a salir al balcón, y Dante pasó un brazo por los hombros de Soraya, depositando un beso en su sien.
-Lo único que me preocupa ahora, es quién se hará cargo de la pastelería en unos años. Tú te volverás un hombre muy ocupado cuando esto crezca, y en definitiva la pastelería no es lo de Aranza –Dante confesó con cierta melancolía.
-Papá, eso nunca ha sido tema de discusión, yo me haré cargo de la pastelería –Daniel habló con tanta seguridad, que hizo a Dante sonreír de felicidad.
Dante y Soraya regresaron a Ciudad Alfa. Adams y Daniel comenzaron a trabajar, cada uno en sus propias actividades, por lo que casi no se veían durante el día y por las noches solo cenaban juntos, hablando exclusivamente de temas relacionados con el trabajo. Mientras Adams pasaba todo el día encerrada en la oficina, como recepcionista, vendedora y programadora a la vez; Daniel, viajaba de un lado de la ciudad a otro, con cuestiones legales para establecerse, aunado a las citas con posibles clientes que Adams le conseguía.