Soraya la recibió con tanto cariño y desinterés, que la hizo sentir reconfortada. El pasar con ella todo el día, ayudándole a preparar la cena, las decoraciones y la mesa para la celebración de la noche, la hizo pensar en su familia. Ni en su propia casa la habían hecho sentir de aquella manera. Adams era la hija más pequeña de una familia numerosa, tenía 2 hermanos y 3 hermanas, por tal motivo el dinero solo alcanzaba para las cuestiones básicas de la casa. Sus padres no le habían prestado la misma atención que a sus hermanos, sentía que ella tenía que salir adelante sola, por lo que cuando le ofrecieron la beca para estudiar en la Universidad de Ciudad Sigma, no lo dudó. Ese era la razón por la que se quedaba en las vacaciones en el Campus, las aprovechaba para trabajar y ganar un poco de dinero, para suplir parte de sus necesidades; además, de buscar opciones laborales para cuando terminara la Universidad, ya que no deseaba regresar a su Ciudad natal.
Cuando Dante y Daniel regresaron a casa, todo estaba listo. Fue de las mejores festividades que Adams pudo haber pasado. La cena transcurrió entre risas, anécdotas de la familia Olivier; pero lo mejor fueron los regalos, cuando pasaron a la sala a abrirlos, Adams recibió un reloj de pulsera y unos lentes más pequeños que los suyos, que la hicieron resaltar su rostro afilado, así como sus ojos grises.
-No se hubieran molestado –Dijo Adams avergonzada y enternecida por el detalle.
-¿Qué dices querida? No es ninguna molestia. Además… -Soraya le dio un golpe en el hombro a Daniel –Esperamos que regreses el próximo año –Daniel tenía el ceño fruncido, mientras observaba a Soraya y se sobaba el brazo por el golpe. Adams, no entendía el por qué se sentía cómoda con ellos.
-¡Bien, brindemos! –Dante se levantó y trajo la botella de Champagne, Soraya lo acompañó trayendo las copas con ella, para preparar todo para el brindis.
-¡Porque éste año se gradúan! –Dijo Dante alzando su copa, Daniel y Adams lo siguieron.
-¡Porque éste año me retiro de trabajar! –Soraya fue la última en alzar su copa, con una sonrisa de emoción.
-¡Salud! –Gritaron todos riéndose.
Las risas y la conversación continuó, cada quien bebió dos copas de Champagne; a excepción de Adams, que estaba un poco más alegre de lo normal.
-Creo que ya se le subió –Hizo notar Soraya, entre risas –Y sólo fue una copa -
-Es que no está acostumbrada a tomar –Respondió Daniel, divertido también ante la situación.
-Estoy aquí, puedo escucharlos burlándose de mí –Adams quiso fingir molestia, pero la risa no la abandonó, provocando que todos rieran con ella.
-Será mejor que la lleves a su habitación, para que descanse –Dante le ordenó a Daniel –No vayas a hacer nada extraño Daniel… –Lo apuntó con el dedo índice, amenazante.
-¡Ay, papá! –Fue lo único que le respondió el castaño.
Tomó de la mano a Adams, para guiarla a la habitación, pero ella se tambaleó un poco, por lo que la sujetó por la cintura. Llegaron a la recámara, le quitó los zapatos y la ayudó a recostarse, colocándole la sábana por encima de su cuerpo.
Adams tomó de la mano a Daniel, deteniéndolo, y clavó su mirada en los ojos verdes -Daniel, ¿por qué nunca has intentado nada conmigo? –Le habló bajo y con la lengua un poco torpe.
Daniel, sonrió divertido, era la primera vez que lo llamaba por su nombre. Se hincó sobre el piso, acercándose hasta quedar frente a su rostro; para su sorpresa, ella no se movió, provocando que estuvieran a escasos centímetros –¿Quieres que intente algo Amaia? –Le preguntó atrevidamente mientras pasaba unos cabellos rebeldes por detrás de su oreja.
-No lo sé –Respondió tímidamente la rubia.
Daniel suspiró. Su semblante cambió por uno de seriedad, sospechaba que ella estaba enamorada de él, pero él no podía corresponderle, su amor ya pertenecía a alguien más. Su mano tomó la mejilla de ella, y el pulgar la acariciaba suavemente –Escucha, eres una chica muy hermosa, que busca a un hombre que le brinde amor, que se preocupe por ti y que te ayude a sanar; lo mereces Amaia, porque eres una chica genial. El problema es que en éste momento de mi vida, yo no busco una relación, y no quiero lastimarte, yo no puedo darte lo que tú buscas, lo que tú mereces, porque conmigo sólo es sexo –Se levantó para recostarse a un lado de ella, y acariciar de nuevo su mejilla –¡Dios! ¡Si pudiera tomarte en estos momentos lo haría! ¿Puedo besarte? –Adams solo asintió, y Daniel eliminó por completo la escasa distancia que había entre ellos. La besó dulce y tiernamente. Por algún par de minutos, Adams se sumergió en los brazos de Daniel, en el calor que le transmitía a su cuerpo, en el delicado roce de sus labios, en el sutil sabor de la champagne. Probar sus suaves y carnosos labios, le pareció un sueño, del que ella no quería despertar. Daniel terminó delicadamente el beso, dibujó una sonrisa en su rostro, y le dio un casto beso en la frente –Descansa –Se levantó de la cama y salió de la habitación.
Adams lo siguió con la mirada todo el trayecto hasta que desapareció por la puerta, tocó sus labios y cerró los ojos para recordar su toque, que a pesar de tan solo haberse separado hacía unos segundos, lo extrañaba, lo anhelaba. Con esa idea en la cabeza, se quedó dormida.
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Los días antes de Año Nuevo, para que Adams conociera la ciudad, salieron a pasear; y René, el mejor amigo de secundaria y preparatoria de Daniel los acompañó.
-Tengo que aprovechar que Daniel fue al baño –René se inclinó un poco para asegurarse que el castaño se estuviera alejando por el pasillo. Adams lo vio con el ceño fruncido y extrañeza –No vayas a tomar mal éste comentario, es solo porque me preocupo por él, sabes… -Suspiró profundamente, para agarrar valor –Espero que ya le hayas quitado la virginidad a mi amigo –Le dijo con una expresión segura y seria.
-¿Cómo dices? –La expresión de Adams cambió a una de total confusión.
-Solo quiero estar seguro que ya no es virgen, no soy ninguna clase de enfermo que quiera saber detalles o algo por el estilo, lo conozco tan bien y… -Volvió a suspirar –Tú luces igual de introvertida que él, no lo tomes a mal, insisto –Se apresuró a agregar, cuando vio que ella abrió los ojos ofendida –Somos amigos desde hace mucho tiempo y no le he conocido a ninguna chica a la que haya invitado a salir, ni siquiera me ha hablado de alguna prospecto, por un tiempo creí que era homosexual… –Adams soltó una carcajada –¡No te burles! –René continuaba serio.
-Sólo porque veo que lo aprecias te lo diré –Adams no podía contener las risas –Estoy 100% segura que ya perdió su virginidad y definitivamente no es homosexual –
-Bueno, eso me tranquiliza demasiado –René relajó su postura corporal –Va a cumplir 22 y… –Se vio interrumpido por su amigo.
-Cualquier cosa que te haya dicho es mentira, o posiblemente haya una explicación a mí favor –Daniel se dirigió a Adams y se sentó de nuevo con ellos.
-¡Sin lugar a dudas! –La rubia aún se reía, no podía creer la imagen que René tenía del castaño.
Pasó la celebración de Año Nuevo, y Adams se sintió de lo más cómoda los días que pasó con la familia Olivier. La última noche antes del vuelo de regreso a Ciudad Sigma, se encontraba acostada, viendo el techo, pensativa. Había evitado por todos los medios el relacionarse con los hombres, especialmente con los populares, debido a una mala experiencia; pero Daniel había sobrepasado todas sus defensas y malos juicios. Nunca había tratado de propasarse con ella, ni siquiera le dio falsas esperanzas, había sido su amigo incondicional. Tuvo que aceptar que era mucho más maduro de lo que aparentaba; al igual que conocer sus dos facetas le fascinaba: la del niño de casa responsable e introvertido, con su contraparte, el popular y fiestero. Se tocó el labio inferior, recordando el beso que le había dado, una extraña sensación se apoderó de su estómago, y entonces quiso ser honesta con ella misma: Daniel le gustaba.