CAPITULO 10

717 Words
Capítulo diez ¡Por fin es viernes! Y estoy más que emocionada por estar en casa y descansar un poco de todo el ajetreo que es Grey House y su apetecible CEO. ¡No aguanto a Christian Grey otro segundo más! Ha estado más que mandón después de lo que ocurrió con Jake Wilson, quien por cierto ya no trabaja aquí, y no puedo soportarlo más. Es Anastasia por aquí, Anastasia por allá ¡y no me deja en paz! Pero sé que es mi trabajo, así que intento hacerlo lo mejor que puedo y no quejarme. Son las seis y aún no he salido de la empresa. Quiero terminar todo hoy para no tener que llevarme el trabajo a casa y que mi fin de semana sea tranquilo. Sólo quedamos Grey y yo en este piso. Está encerrado en su oficina y no da señas de querer salir. Ese hombre en verdad es un obseso del trabajo. Cuando termino, decido ir a preguntarle si necesita algo antes de irme. Abro su puerta y lo veo enterrado en una montaña de papeles. La vista de noche desde su oficina es increíble. Se ve Seattle a través del ventanal con todas sus luces en plena oscuridad. —Señor Grey, ya me voy. ¿Necesita algo más? Él levanta la cabeza cuando escucha mi voz y lo veo sonreír levemente. —No, Anastasia, puedes irte. Tu hora de salida ya pasó hace mucho. ¿Qué haces aquí aún? —Se pone de pie y rodea su escritorio hasta llegar a mí. —Andrea me dejó unos documentos que quería listos para el lunes, así que decidí no llevarme el trabajo a casa y terminarlo hoy mismo para no tener pendientes en mi fin de semana. —Detengo mi vómito verbal cuando Christian frunce el ceño. —¿Alguna cita este fin de semana? —¿Qué? No... ¿Por qué lo dice? —pregunto cautelosa. —Eres joven. Puedes estar en esa etapa alocada de la adolescencia. —Alza una ceja y me mira malhumorado. —¡No soy una adolescente! Y no estoy en ninguna etapa. El que tenga dieciocho años no tiene nada que ver en como me comporto. Incluso sé podría decir que puedo llegar a ser más madura que usted. —Levanto mi barbilla, orgullosa. —A eso me refiero. Lo que acabas de hacer y decir es una pataleta; tal como una adolescente mimada. —¿Adolescente mimada? —inquiero indignada—. Usted no sabe por todo lo que he pasado para me venga con babosadas. —Que no se le olvide con quien habla, señorita Lambert. —Claro que no se me olvida. —Acerco más mi rostro al suyo—. ¡Con el estúpido de mi jefe! Doy la vuelta con la intención de irme teniendo la última palabra y dejarlo así, boquiabierta, cuando lo escucho reír. —¡Eres una petulante adolescente! Y, estúpido o no, sigo siendo tu jefe. Cierro la puerta de un portazo y me dirijo al ascensor. *** El sábado pasa rápido debido a que me levanté después del medio día. Tuve una comida tardía con lo que había en mi refrigerador (no he hecho compras ya que aún no me han pagado), y después me la pasé todo el resto del día leyendo. ¡Nada mejor que eso! Esperaba poder hacer lo mismo al día siguiente, pero una llamada a las tantas de la madrugada me despertó. Era el teléfono que me habían dado en la empresa esa semana sólo para asuntos de trabajos, según mi jefe. Así que me extrañó cuando sonó el domingo a primera hora de la mañana. —Hola —repondí, con la voz ronca por el sueño. —Anastasia, soy Andrea. —Oh, Andrea, buenos días. ¿Qué ocurre? —Sorprendida por su llamada, me espabilé aún en la cama. —Alista maletas y te esperamos en dos horas en el aeropuerto. ¡Empaca ropa para el frío...! —Vaya, espera, espera, ¿de qué estás hablando? —Tú, el señor Grey, Ross y yo, viajaremos a Londres dentro de... una hora y cincuenta y nueve minutos. ¡Date prisa! El tiempo corre. —Y con eso cuelga, dejándome con los ojos como platos. ¿Qué viajaremos a dónde?
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