Capítulo nueve
De inmediato, Jake me suelta y el señor Grey se acerca a mí deteniéndose a mi lado.
—La próxima vez que intentes poner tus sucios dedos encima de Anastasia, te los cortaré.
—Señor, yo...
—No quiero tus excusas —interrumpió fuertemente haciendo que hasta yo me estremezca. Aún no entiendo como puede ser tan joven y tener tal poderío. Parece tener una alma vieja; una que ha pasado por mucho. El timbre masculino de su voz y la forma en la que me está defendiendo me tiene hipnotizada—. Antes de irte pasa por recursos humanos y contabilidad, recoge todas tus cosas y mañana, ni nunca, regreses. —Y con eso, toma los documentos de mis manos heladas y se adentra a la oficina del señor Giuseppe.
Abro la boca como plato mientras veo como Jake Wilson tiembla de miedo al quedar desempleado.
—Joder —murmuró aún incrédulo y yo sigo sin la capacidad de moverme.
—Oh, Dios...
—¡Esto es tu culpa, hija de puta! —exclamó, tomando mi brazo con aversión.
—No, no, no es mi culpa. Lo lamento, pero tú solo te buscaste esto. ¿Puedes soltarme? ¡Me estás lastimando!
Con brusquedad, aparta sus manos de mí y da una patada a la mesa.
—No puedo quedarme sin trabajo.
—Lo siento —me disculpo de nuevo sin razón aparente. La verdad es que me siento un poco culpable. Sé lo difícil que está la situación para buscar trabajo, así que intento remediarlo—. Mira, hablaré con el señor Grey y le diré que nada estaba pasando para ver si te puede dar otra oportunidad. —Mi voz es un leve susurro, pero sé que me escucha—. En caso de que eso pase, jamás volverás a posar tus ojos en mí.
—¿Harías eso? —Asiento—. No creo que logres nada. El señor Grey es obstinado. Ya tomó una decisión, no hay marcha atrás.
Jake se sentó en su silla, resignado. Es cierto que es un coqueto sin remedio y que se cree con derecho sobre todas las mujeres, pero perder su trabajo por mi culpa...
《¡No!, no es mi culpa, él se lo buscó》
En ese instante, el señor Grey sale de la oficina junto con el señor Giuseppe.
—Lambert, vamos —me apura y camina sin siquiera darle una mirada a Jake a quien lo veo hablar con su jefe (aún no es su exjefe hasta que yo hable con el señor Grey), mientras este me da una mirada suplicante.
Grey me apura de nuevo poniendo su mano en lo bajo de mi espalda instándome a caminar junto a él hacia el ascensor.
En un silencio tenso, llegamos al último piso donde está la oficina del señor Grey y entonces me doy cuenta que aún tiene su mano en mí. Ni siquiera me había dado la sensación de incomodidad que lo instara a apartarse. Se siente tan... normal. Como si fuera exactamente allí donde perteneciera y su toque mi piel lo reconociera.
—Señor Grey, ¿me da un momento para hablar con usted, por favor? —pregunto apartándome y alejando mis anteriores pensamientos.
—Vamos a mi oficina. ¿Está bien? —inquiere con tono preocupado.
—Sí, sí; estoy bien. No es nada. —Acomodo un mechón de cabello detrás de mi oreja. Él asiente, escéptico.
Nos encaminamos a su oficina, pasando a Andrea y a Olivia, a quienes saludo escuetamente, y él cierra la puerta con seguro cuando me adentro a esta.
—Dígame, señorita Lambert, ¿qué necesita?
—Es sobre el señor Wilson... No creo que debió despedirlo. —El hermoso hombre frente a mí levanta la cabeza de los papeles que revisaba y me mira con una ceja alzada.
—¿Está usted defendiendo a ése hombre y cuestionando una orden mía? Ninguna de las dos cosas son buenas, señorita Lambert.
—Oh, no, señor Grey, sólo digo que, si la despedirá por lo que vio, no es necesario; no volverá a acercarse a mí.
Lo veo respirar profundo y caminar hasta quedar frente a mí... muy cerca.
—En mi empresa, señorita Lambert, yo hago lo que se me dé la gana. Y si lo que quiero ahora es que dejes de coquetear con el idiota ese, así sea despidiéndolo, se logrará. Porque, Anastasia, yo soy quien mando aquí. —Mientras hablaba fue dando pasos y yo retrocediendo quedando así encerrada entre la puerta y sus brazos—. ¿Entendido?
Asiento, mi respiración agitada. Su aliento cálido cae en mi rostro haciéndome desear cosas imposibles.
—Que bueno que nos entendamos, señorita Lambert. —Se aparta, dejándome temblorosa. Se sienta en su trono en la cima del mundo—. Cierre la puerta antes de salir.
Suspiro profundo y abandono la oficina.
—Eres un maldito egocéntrico, Christian Grey.
—¡La escucho!
Oh, santo Dios... ¿Dónde me metí?