Capítulo veintidós
Por mi cabeza nunca había pasado qué estaría pensando cuando fuera mi primera vez. ¿Estaría nerviosa, emocionada, enamorada...? Definitivamente me siento de cada una esas cosas en este momento cuando él me mira así y siento que sólo existimos él y yo.
Nunca había estado completamente desnuda frente a un hombre y pensé que jamás podría intentar algo como esto, pero aquí estoy. Con este hermoso dios cernido sobre mí, encerrada en sus brazos mientras muerde y besa mi cuello y me toquetea por todas partes. Me estremezco, sintiendo la agitación de mi corazón como el ritmo acelerado de tambores.
Nunca había sentido algo como esto. Está mal en todos los sentidos en los que pueda pensar, pero lo disfrutraré, vaya si lo haré; lo deseo demasiado.
Christian es un hombre experimentado y sabe exactamente a dónde ir para que yo me derrita. Lo sé cuando sus manos atrapan mis pechos desnudos y su boca hace un camino de besos hasta mi monte de venus y más abajo...
Retengo la respiración. Su boca está allí chupando, mordiendo y soplando, haciéndome arquear y gemir para él.
—Eres exquisita, Anastasia —lo escucho murmurar antes de volver al ataque.
Dios mío... Me siento increíblemente avergonzada cuando quiero enterrar mis manos en su cabello y acercarlo más a mí. Pero no lo hago, mi pudor puede más y clavo mis manos en la sábana blanca que cubre la cama. Cierro los ojos, sintiéndome mareada de placer y, con ganas de gritar, muerdo mi labio inferior con fuerza.
—No te retengas, Ana, no conmigo. Quiero que grites mi nombre —su voz en modo de orden resuena por toda la habitación y un gemido se me escapa. ¡Sigue siendo mandón hasta en la cama!
¿Y saben qué es lo peor? ¡Qué me encanta! Me excita de manera imposible que me guíe y me lleve a dónde quiera. Así que, al menos por una vez, obedezco sin reprochar y suelto mi labio. Mi grito se escapa y mi cabeza choca contra la almohada. Estoy temblorosa cuando siento su boca en la mía y escucho su última prenda caer.
El miedo en mí empieza a aumentar. ¿Va a doler? ¿Él es grande? ¿Sólo seré un polvo de una noche?
—Olvida todo, Anastasia, sólo estamos tú y yo —murmura, como si leyera mi mente—. No pienses en el ayer... —Deja un beso en mi frente—, ni en el mañana. —Besa la punta de mi nariz y sus actos junto con sus palabras me hacen sonreír más tranquila sintiendo que vuelvo a la tierra después de que haya llevado a las estrellas con su boca. ¿Ahora me hará tocar la Luna?
Recuerdo lo que me dijo mientras bailábamos:
—... a mi departamento, a mi cama, a mi cuerpo, a mi lengua y a un camino de placer del que no te arrepentirás.
Creo que ya hemos pasado la parte de su lengua... Tiemblo de sólo pensarlo. ¿Toca la parte del camino de placer del que no me arrepentiré? ¡Sí, por favor!
Christian me suelta y lo veo estirarse a su mesita de noche. Cuando se aleja un poco de mí para alcanzar lo que sea que busca, mis manos me tapan automáticamente mi pudor renovado. No puedo creer que acababa de gritar de placer como una gata en celo.
—Pido disculpas de antemano —la voz de Christian me lleva a mirarlo y de inmediato aparto la vista.
Se está poniendo un condón.
Y sí, el hombre es jodidamente grande. ¿Que si dolerá? Ya lo creo.
—¿Por qué? —susurro, nerviosa y sin mirarlo.
—No sé si podré controlarme, Anastasia. —Se cierne de nuevo sobre mí y besa mis labios suavemente, haciendo que lo mire a los ojos y ya no pueda apartarme—. He imaginado esto desde el primer día que te vi. Pero no puedo compararlo; esto es mucho mejor.
Y así, se apodera de mi boca al mismo tiempo que lo siento abriéndose paso en mi interior. Gimo adolorida en su boca, pero él se bebe mis gemidos y calma mi dolor con caricias. Cuando traspasa mi barrera, siento las lágrimas bajar por mi sien al cerrar los ojos fuertemente.
—Shh..., tranquila, bebé, ya pasará. —Él está demasiado agitado, pero admiro el que pueda controlarse y que haya sido suave con eso. Aún así duele más que el demonio.
Rápidamente, después de unos minutos de caricias y lentos movimientos, siento el placer crecer en mi cuerpo. No puedo creer que esté pasando... Estoy teniendo sexo... con Christian.
Jadeo cuando muerde mi cuello fuertemente al mismo tiempo que me da una dura estocada. Joder, eso se siente increíble.
—Tan estrecha... —lo escucho murmurar—. Deliciosa, eres deliciosa, Anastasia.
Me besa y entonces no me suelta mientras sus movimientos de cadera se hacen más rápidos y fuertes y yo salgo a su encuentro sin vergüenza alguna. Es algo que definitivamente quiero repetir con él.
—Christian... —gimo, sintiendo como mi corazón late a carrera y mis uñas se clavan en su espalda mientras la mía se arquea.
—Sí, Ana, gime mi nombre...
Me siento tensa. Mis cuerpo comienza a temblar y siento la misma sensación que cuando su lengua me devoró. Los sentimientos son inigualables, y me siento como si pudiera ver en sus ojos el mismo sentimiento. Aunque tal vez sólo sea el deseo del momento.
Él gruñe, acelerando sus embestidas y siento como si podría partirme en dos.
¡Y no hay nada mejor!
—¡Christian! —grito, y él me lleva consigo. Ambos nos dejamos llevar y llegamos mientras él dice mi nombre tras sus dientes apretados antes de dejarse caer sobre mí.
Dios mío... Con razón estaba desesperado por hacer esto. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para hacerlo de nuevo?
—Anastasia... —murmura con lo que parece adoración y veneración, quitándose de encima mío y dejándose caer a mi lado sacándose el condón. De inmediato tiro del edredón con la intención de taparme.
Sí, patética después de lo que hemos hecho. Pero ahora mismo siento que podría morir de vergüenza.
Él ríe un poco antes de inclinarse y besar mi frente mientras me abraza contra él.
—Eso fue... —musito sin voz, sin saber como continuar.
—Increíble —concluye él y me besa la boca suavemente—. Ahora, Anastasia, eres mía por completo. Y no pienso dejarte ir.