Capítulo veintiuno
Nunca en mi vida imaginé estar en un lugar como éste, pero supongo que, conociendo a Christian Grey, debía suponer que algo así es como este lugar luciría. Es lujo, vestidos caros, hombres guapos, música clásica y camareros por donde sea que miro. Entrando a una gala del brazo de mi jefe, se siente como si estuviera mal tener cualquier sentimientos por él o simplemente estar al lado de un espécimen como este. Pero a la vez se siente tan correcto, como si aquí es justamente donde debería de estar.
Christian parece tenso, ansioso e inquieto. Intuyo que está loco por irse y el saber por qué me pone igual de tensa y ansiosa que él.
Ya he conocido a su familia y son tan amables que me hace desear ser aunque sea la mascota de los señores Grey o una familia como esta. Ellos son todos tan guapos que es casi imposible. Me pregunto por qué nunca van a ver a Christian a la empresa si todos parecen tan amorosos los unos con los otros. Aunque Christian es algo distante, Elliot es definitivamente el alma de la fiesta al lado de Mía y me he reído más de una vez por sus comentarios.
Christian mira su reloj carísimo por incontable vez y sé que está contando los minutos que nos quedan. Me río y detengo su pierna que se mueve sin control debajo de la mesa.
Él me mira y alzo una ceja.
—No puedo esperar más —murmura sin voz, lo que me hace leer sus labios para entenderlo.
—Falta poco. Cálmate —le digo igual y él se echa a reír sin razón aparente.
Se supone que yo soy la que debo estar nerviosa. ¡Es de mi primera vez de lo que estamos hablando aquí, señor Grey!
Entonces él se inclina y susurra en mi oído:
—No eres tú la que anda con una dolorosa erección. Me duelen las bolas con sólo mirarte, Ana.
Okey... eso me dejó sin aliento. Un jadeo se me escapa cuando su mano derecha acaricia la seda de mi vestido en mi muslo interno. Lo que de inmediato me hace remontarme al momento en que me tocó en la sala dr conferencias. Algo que después tuvo consecuencias porque estábamos en un lugar donde todos nos podían ver... igual que ahora.
Aparto su mano de mi muslo con rapidez, esperando que su familia no se de cuenta de nada.
Él me mira, y aprieta la mandíbula, nada feliz por mi rechazo. Pero ¿qué quiere? ¿Que lo deje follarme con la mano en frente de sus padres y hermanos? Estoy desesperada por él y lo deseo más que nada, pero no es para tanto. Además de que estoy claramente avergonzada por lo que sé que pasará esta noche.
De pronto, Christian se levanta y me tiende la mano. Lo miro fijamente, achicando mis ojos en su dirección intentando saber qué planea.
—Vamos, ya pasó media hora. —Joder, él de verdad tiene un plan. Ahora toca... ¿los diez minutos con futuros contratos? Creo que eso dijo, pero mi mente estaba tan hipnotizada que no estoy segura de que lo haya dicho.
Me despido de sus padres y hermanos diciéndoles que fue un verdadero placer conocerles. Ellos me sonríen, como los que conocen toda la verdad. ¿Intuirán lo que haremos esta noche? ¡Eso no es posible!... ¿verdad?
Me sorprende cuando en vez de buscar conversación con los pequeños grupos de personas a nuestro alrededor, él nos lleva a la pista de baile.
Mi corazón da un vuelco.
Nunca había estado en un baile, mucho menos en uno como este.
Cuando nos posicionamos para bailar, él me sonríe, apretando sus manos en mi cintura. Le sonrío de vuelta, mi corazón corriendo como loco. ¿Cómo puede ser tan hermoso?
Llevo mis manos a su nuca mientras acaricio su cabello y empezamos a movernos. Él me guía y sé que así será toda la noche; Christian Grey me enseñará lo que es el placer y me llevará hasta el límite de la locura... lo sé, y él sabe que lo sé.
Me siento como una princesa en un cuento de hadas bailando con el hermoso príncipe azul... ¿tendré que salir corriendo cuando sean las doce? Espero que sí, pero que sea directo a sus brazos... a su cama.
Me mira, me mira y no deja de mirarme. Él me hace sentir única y especial cuando me mira de ese modo. No aparto mi vista de la suya y él sonríe lánguidamente antes de apretarme contra él de modo que siento su erección de acero contra mi vientre a través de sus finos pantalones.
Dios... este hombre va a matarme.
Se inclina y entonces murmura:
—Se acabó el tiempo, Anastasia, nos vamos.
—¿A... a tu departamento? —pregunto estúpidamente. Esa respuesta es más que obvia.
—Sí, Anastasia, a mi departamento, a mi cama, a mi cuerpo, a mi lengua y a un camino de placer del que no te arrepentirás.
Me toma de la mano y me saca a tropezones de allí bajo la mirada de todo el mundo. No tengo tiempo ni para sentir vergüenza porque en el momento que estamos en el auto, los vidrios son levantados y dentro del auto una pared de cristal n***o nos separa de Taylor.
Christian no me da tregua; me come la boca como si su vida dependiera de ello y no hago más que responderle. Tira de mí y me sube a horcajadas sobre él. Y, por primera vez, lo siento justo allí, en mi centro que cada vez está más húmedo.
Creo que el juego se seducción en el que nos habíamos metido y ese tiro y jala en el que siempre estábamos, así era justo como iba a terminar; yo, gimiendo y temblando en sus brazos mientras el perdía todo el control que poseía.
Llegamos a un enorme edificio rápidamente, o al menos para mí porque no paramos de besarnos ni un segundo. Pero a él no le importa. Porque no para ni cuando entramos al vestíbulo donde me tiene cargada como panda a él aún con sus labios en los míos. Tampoco en el ascensor y definitivamente no se detiene cuando llegamos a su departamento y él comienza a tirar sus prendas y las mías por todas partes antes de llegar a su habitación.
Nunca, jamás, me había sentido de esta manera.
Me siento ebria, adicta y desesperada por este hombre que me come viva mientras me abraza fuerte.
—Anastasia... —murmura jadeante en mi oído cuando me deja en su gigantesca cama.
—¿S-sí? —tartamudeo sin aire.
—Después de esto... —Respira profundo—… no te dejaré ir jamás, ¿entiendes? Serás mía y sólo mía.
Lo observo y él lo hace conmigo como esperando una confirmación de mi parte. Asiento lentamente, consciente de lo que está a punto de pasar.
Christian Grey me hará su mujer.