Capítulo dieciséis
Ya en la soledad de mi habitación del hotel, me permito pensar en todas las emociones acumuladas en este día. Si le sumamos las últimas donde estuve a punto de ser violada y donde me doy cuenta que estoy enamorada de un c*****o que resulta ser mi jefe, soy un desastre emocional andante. Hace mucho que no me permitía llorar, pero aquí sola, sin nadie que me vea ni que se burle de mi debilidad, no he podido evitarlo. Me siento tan... jodida.
Hace semanas mi mayor preocupación era encontrar un trabajo, empezar de nuevo y olvidar mi sórdido pasado, antes y después de la muerte de mi madre, y todo lo que eso conlleva.
Pero aquí estoy, sintiéndome como la misma mierda después de cerrarle la puerra en la cara al mismísimo Christian Grey.
En el auto de camino hacia acá, no dijimos ni una palabra, pero sentía su enojo y su preocupación por la estúpida niña a su lado que estuvo a punto de ser abusada por su terquedad e ingenuidad.
Lo escuché hablar por telefono y, diez segundos después, sabía que jamás volvería a saber de Mike Miller en mi vida.
Aún en silencio, me acompañó hasta aquí y después, cuando intenté pasar, simplemente le cerré la puerta. No puedo lidiar con más emociones esta noche.
Así que tan cansada como me encuentro, tomo un baño aún con las lágrimas corriendo por mis mejillas y sintiéndome tan sucia como me sentía cada vez que hice algo como esto en mi pasado. Un baño no va a arreglarlo, pero lo intento y estrego mi cuerpo fuertemente hasta que mi pálida y blanquecina piel está rojiza e irritada.
No puedo hacer esto más.
Y así se lo haré saber.
Mañana iré a la reunión que tenemos pendiente, volveremos a Seattle y entonces o él me despide o simplemente renuncio. Debo detener estos sentimientos antes de que se vuelvan más fuertes o entonces no haya nada que hacer.
Y, por nada del jodido mundo, debo permitir que algo como lo que ocurrió en aquella sala de juntas, cuando sus dedos tocaron mi intimidad, se vuelva a repetir.
Con esa resolución en mente y aún sintiéndome como la mierda, me voy a la enorme y solitaria cama cansada tanto física como emocionalmente.
***
—Jamás y quiero decir enserio jamás vuelvas a hacer algo como lo que hiciste anoche, Anastasia. —Bueno... esperaba que estuviera enojado, pero juro que puedo ver humo saliendo de sus orejas y su cara está tan roja como una manzana. Su cabello está en todas las direcciones, deliciosamente desordenado, supongo que de pasarse tantas veces las manos por el pelo mientras sus plateados ojos me lanzan dagas.
—Lo siento, no me sentía bien —me disculpo avergonzada.
Durante esta mañana he tenido suficiente tiempo para pensar en todo y en que definitivamente necesito un cambio.
Lo estaba logrando sin Christian Grey y así debe continuar. Él es que me hace sentir una niña regañada y me hace querer comportarme de manera rebelde intentando demostrar algo, pero entonces simplemente sigo quedando en vergüenza o, en todo caso, como una adolescente inmadura.
Me tengo que alejar de él.
El simplemente pensarlo es tan doloroso que hace que mis ojos se llenen de lágrimas.
Él lo interpreta como un sentimiento arraigado a lo que ocurrió la noche anterior y su expresión se suaviza mientras se acerca más a mí.
—Casi mato a ese hombre, Anastasia —murmura y acaricia mi rostro—. Estoy tan malditamente enojado. Si te hubiera hecho algo... —Cierra los ojos y se aparta de mí negando con la cabeza como si la simple idea lo asqueara—. Vamos, tenemos que llegar a esa reunión para volver a casa —murmura a lo que asiento.
Caminamos lado a lado hasta el auto donde nos encontramos con Taylor.
—Buenos días, señorita Lambert, ¿está bien? —inquiere con preocupación.
Avergonzada, asiento. ¿Cuántas personas sabrán lo ocurrido anoche?
En el auto, Christian me ordena algunas cosas que quiere para más tarde, su última petición me sorprende ya que había dicho que hoy volveríamos a casa.
—... Avisa al hotel que nos quedaremos otra noche.
—¿Qué? —Okey, sorprendida es un eufemismo. ¡Ya no hay nada en la agenda! ¿Para qué nos quedaremos aquí... solos?
Además, debo renunciar —o que me despida— lo más pronto posible.
—¿Ahora eres sorda? —pregunta con sorna—. Dije que avises al hotel que nos quedaremos otra noche. Tú y yo, haremos turismo.