CAPITULO 17

1028 Words
Capítulo diecisiete Bien, esto es de locos. Sí, definitivamente es de locos. Frente a mí hay dos guardaespaldas y un Christian Grey en ropa informar. Están esperándome para ir a hacer "turismo". Mis ojos se entrecierran. Sé que Grey planea algo y no estoy segura de soportar algo más en este desastroso viaje. Desastroso en la parte emocional, porque en lo laboral ha ido a pedir de boca. Y es que nada le puede salir mal al dios griego que es mi jefe. Claro que no. Incluso cuando se propone a hacer que mi corazón se acelere, que me enoje, que me ponga triste o todo lo que el quiera, lo logra. Simplemente porque así lo quiere. —Lambert, ¿te vas a quedar ahí todo el rato o saldremos ya? No tengo todo el día; tenemos que viajar. Camino hacia el ascensor sin decirle nada. He preferido quedarme callada que volver a quedar en vergüenza. Así que se puede decir que le estoy aplicando la ley del hielo. Debería hacerle lo mismo a mi loco corazón que aun no calma sus latidos. He decidido ser madura y renunciar a mis sentimientos en vez de mi trabajo... hasta que encuentre otro. Aunque no se considere la ley del hielo algo maduro, es lo único infantil que me permitiré de ahora en adelante. No es que quiera demostrarle a Christian Grey que no soy una niña —no después de lo que pasó la noche anterior. Los sentimientos aún son demasiados recientes—. Esta vez, lo hago por mí. Volveré a ser la misma que era antes que conocer a este hombre que a puesto mi pequeño mundo de cabeza. —Bien... ¿Adónde quieres ir primero? Iremos a donde quieras, no importa el  costo. Yo ya he estado aquí antes —inquiere en un murmullo. Joder. No me hables así ni me digas cosas como esas que me enamoro cada vez más. Ley del hielo, Ana, ley del hielo. Pero es que una propuesta como esa en un país donde siempre he querido estar, se me hace difícil seguir lo que mi cabeza estaba planeando y mi corazón estaba reprochando. ¡Me encuentro en constante guerra aquí, Grey! ¡Así que no me mires con esos ojos que me derrito como helado! —No lo sé —murmuro sin mirarlo—. Usted ha estado aquí antes, así que... guíeme. Miro hacia mis zapatos negros bajos y retuerzo mis manos en mi camiseta blanca para luego simplemente cruzar los brazos sobre mi pecho y apretar la chaqueta de cuero sobre mí. Mi jeans es idéntico, en color, al de Christian, lo que, patéticamente, me tiene algo emocionada. Gracias a Dios por las gafas. Sé que mis ojos están irritados por haber llorado demasiado anoche. Así que han permanecido pagadas a mí durante todo el día. Christian sonríe, sorprendido por mi supuesta sumisión. Si supiera el remolino que es mi cabeza. Y la verdad es que cualquier lugar sería increíble para mí ya que nunca pensé que podría llegar hasta aquí. Y así empieza nuestra ruta turística donde tengo que controlarme para no saltar cada vez que visitamos un lugar. Me mantengo distante de mi jefe como si no estuviera aquí. Quería hacer esto ayer, así que me alegro de poder hacerlo. Cuando caminamos por Hyde Park después de estar en toda clase de museo y atracciones, es de noche e increíblemente parece mágico. Y soy muy consciente del hombre que camina junto a mí y que se ha mantenido respetando mi espacio y sonriendo al verme sonreír. ¿Cómo no enamorarme más de él? Aunque hay personas a nuestro al rededor, siento como si estuviéramos solos en el mundo y esa electricidad y magnetismo se extiende por todo mi cuerpo cuando, al parecer despreocupadamente y con inocencia, su dedo meñique se entrelaza con el mío. Sin poder evitarlo, sonrío. ¿Se siente igual que yo? —Entonces... —murmura, aún sin soltar mi dedo del suyo. No es que yo haga cualquier cosa para evitarlo. —Entonces... —repito, derretida por la repentina timidez que escucho en su voz. ¿Ley del hielo? ¿Dónde? Si el señor Grey quiere hablar de esta forma para siempre, yo también lo haré. Las luces del Hyde Park en la oscuridad de la noche ilumina nuestro camino. ¿Por qué mi mente se está haciendo una película romántica de esto? ¿Por qué siento que estoy viviendo mi propia historia de amor como protagonista de un libro? Todos los sentimientos son como montañas rusas; en un momento estamos peleados que no podemos ni vernos, y en momentos como estos, que no sé cómo pasan ni como puedo aceptarlos, pero lo hago y me encanta. —Entonces, ¿estás bien? Su pregunta me sorprende, mas cuando nos hace detenernos en medio de nuestra caminata. Las gafas se han ido cuando empezó a oscurecer. Supongo que lo dice por mis ojos irritados. —Eh... Sí, gracias... supongo. —Él asiente y suelta mi meñique para tomar mi mano y entrelazarla con la suya y con su mano libre acaricia mi mejilla. —Lamento lo que pasó anoche y si yo te impulsé a ello. Pero debes prometerme, Anastasia, que jamás te pondrás en una situación como esa de nuevo. Estaba tan preocupado por ti y por lo que podría pasarte que yo... Simplemente no quiero ni imaginarlo. —Niega con la cabeza y aprieta mi mano antes de cambiar de tema—. ¿Te gustó el viaje? Asiento, aún sin habla por su anterior discursito. —Sí, gracias por eso. Supongo que no haces turismo con tus empleados siempre y siempre he deseado algo como esto —murmuro sin pensar cuando reacciono. —Bien. Me alegra que te haya hecho feliz. —Le sonrío breve antes de apartar mi mirada de las suya—. Pero aún no me prometes nada. Lo miro de nuevo antes de responder. —Lo prometo. —Okey... —responde y parece increíblemente aliviado. Y entonces pregunta algo que hace que se me pare el corazón por un segundo—. Entonces... ¿puedo besarte ahora?
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