Capítulo veintiséis
Mientras estoy en el auto de Christian Grey con Taylor como chófer camino a mi departamento, miles de cosas pasan por mi mente, aunque sólo una la monopoliza por completo. Y es que las palabras de Christian no salen de mi cabeza y me hacen sentir más enamorada por momento.
Entonces me comienzo a preguntar cómo y cuándo fue que pasó. Se supone que él era un idiota atractivo que no me cayó bien desde el principio, pero mirénme ahora... Ahora es el hombre al que le entregué mi virginidad y con el que he tenido sexo incontables veces en un día.
Simplemente es algo sin sentido.
Pero, vamos, que es imposible no caer enamorada perdidamente de Christian. Y no me refiero a los lujos, ni su dinero, tampoco su atractivo —aunque influye bastante, por supuesto—, sino a su forma, al gran corazón que sé que tiene aunque se esconda siempre en esa dura coraza. Él es tan joven y exitoso. Se podría decir que son cosas con las que cualquiera de su edad sería feliz. Pero, por incontable vez esta noche, veo a Christian como un hombre atormentado que se muestra ante todos como si fuese de hierro.
Yo sé que no es así.
Cansada de pensar, decido que no iré al junte con las chicas, pero que tampoco volveré esta noche con Christian. Lo dejaré pensar las cosas, tal y como yo necesito hacerlo. Han sido demasiadas cosas las últimas 24 horas y necesito unos momentos a solas para descansar y pensar con cabeza fría y no con sus platinos ojos observándome.
Cuando Taylor estaciona el auto frente al pequeño edificio donde vivo, abro la puerta antes de que él lo haga, pero aún así él sale a acompañarme hasta la puerta de mi departamento.
—Gracias por traerme, Taylor —murmuro, mientras abro mi puerta.
—De nada, señorita Lambert. Me dijo el señor Grey que la llevaría donde guste esta noche. —Suspiro profundo y lo miro.
—Ya no iré a ninguna otra parte, pero gracias. Nos vemos el lunes —me despido y él asiente antes de dar la vuelta e irse.
Lo primero que hago al entrar, es soltar mi bolso y sacar mi celular mientras me quito los tacones que me empiezan a incomodar.
Llamo al número de María que responde dos tonos después.
—¡Ana! ¿Ya vienes en camino? —Momentáneamente me siento culpable por quedarle mal, pero no tengo ánimos para nada más esta noche. La pequeña discusión que tuve con Christian fue lo suficientemente agotadora.
—María, lo siento mucho. Pero estoy demasiado cansada y no me siento bien. ¿Podemos hacerlo otro día?
—¡Claro! No te preocupes, Ana, otra vez será.
—Gracias. Nos vemos el lunes.
—Por supuesto. Descansa y que te mejores. Yo te disculpo con las chicas.
Agradeciéndole nuevamente, termino la llamada.
Una hora después, me he comido un sándwich, me he dado una ducha y me he metido a la cama. Sigo sin poder dormir. Son sólo las once, pero me jefe no sale de mi cabeza y puedo descansar tranquila. Aunque últimamente no he tenido muchas pesadillas, cuando me siento demasido afligida o cansada simplemente aparecen, y es algo a lo que temo esta noche.
De repente, mi celular suena en alguna parte de la sala donde lo dejé cuando terminé de hablar con María. Suspiro y me levanto, yendo a ver quién llama a esta hora aunque tengo una leve sospecha.
Como lo imaginé el nombre de Christian Grey aparece en mi pantalla y por un momento pienso en si dejo que suene y no contestarle, pero mis ganas de escucharlo aunque sólo hace hora y media que nos separamos hace que conteste después de algunos tonos.
—¿Sí? —contesto y lo escucho suspirar profundo.
—Estás en tu casa —afirma y casi parece un reclamo, pero no lo es.
Supongo que sólo está buscando la respuesta de por qué yo estoy aquí sola cuando podría dormir y amanecer junto a él.
La verdad yo tampoco le encuentro lógica.
Necesitas tiempo, Ana, ¿recuerdas?
Ah, sí, eso.
—Sí, así es —confirmo. Y él suspira una vez más.
—Así que... —murmura vacilante, lo que me sorprende por un momento—... ¿no volverás ésta noche? —pregunta en voz baja y mi corazón se derrite al escuchar la esperanza en su voz.
—No, Christian, no volveré ésta noche —respondo suavemente, pero totalmente decidida.
—Está bien... Aunque me hubiera gustado que vinieras.
—¿Por qué? —pregunto rápidamente, ansiosa por escuchar qué tiene que decir a eso.
—Porque he descubierto que me gusta dormir contigo —susurra a regañadientes y su respuesta hace que sonría levemente.
—A mí también me gusta —respondo y lo escucho exhalar—. Pero necesito un poco de tiempo a solas, Christian. Han sido muchas cosas en las últimas horas y estoy increíblemente cansada.
—Podrías descansar aquí —dice, intentando convencerme.
Christian es el tipo de hombre que jamás se da por vencido hasta conseguir lo que quiere, y eso lo sé de primera mano, pero tampoco dejaré que me tenga cada vez que quiera como él pretende, le soy completamente fiel a mi independencia y no quiero perder quien soy mientras él se llena de mí.
—Nos veremos el lunes, ¿sí? —le digo, entonces vuelvo a la cama y me acurruco bajo las sábanas con el celular en mi oreja mientras escucho su respiración.
—¡El lunes! —exclama como si dije que en dos semanas—. ¿Por qué no nos veríamos mañana? ¿Tienes algo que hacer?
—No, pero pensé que tú sí...
—Estoy libre —me interrumpe rápidamente—. Te recogeré mañana a primera hora e iremos a desayunar.
—Okey —respondo algo abrumada.
—Bien... —Nos quedamos en silencio por un momento, sin querer terminar la llamada—. ¿No tienes sueño? —musita.
—En realidad, estoy con insomnio —le respondo sinceramente.
—Yo también —dice y de pronto lo escucho reír leve, como si se le hubiese ocurrido algo.
—¿Qué ocurre? —pregunto, sin poder evitar sonreír al escuchar su risa.
—No sé cómo suene esto porque jamás imaginé decirlo, pero... ¿podemos hablar hasta que te quedes dormida?
Mi corazón da un vuelco y una sonrisa estúpida se posa en mi rostro.
Éste es el Christian que nadie conoce y que yo espero seguir conociendo. Simplemente me encanta este hombre.
—¿Por qué querrías hacer eso? —pregunto, aún con la sonrisa plasmada en mi rostro.
—Estás sonriendo —murmura, como si el pensamiento de eso lo alegrara—. Y, bueno... yo sólo quiero oír tu voz.