CAPITULO 3

915 Words
Capítulo tres —Buenas tardes. Soy Anastasia Lambert. Tengo información de que hay un puesto vacante y quisiera saber si puedo tener una cita para una entrevista. El señor Anderson me facilitó este número —repondo al saludo de la chica de voz comercial tras la línea que me pregunta qué deseo. —Por supuesto, señorita Lambert. Las entrevistas empezaron ayer, pero el puesto sigue vacante. No hemos encontrado a nadie. Suelto un suspiro de alivio que no sabía que contenía. Ese era mi mayor temor; que ya hubiesen conseguido a alguien. Después de lo que pasó con aquel idiota esta tarde, llegué a casa de un mal humor y cansada, pero aún así, esperanzada, llamé a Grey House. —Oh... ¿cuándo puedo asistir para presentar una entrevista con el jefe? —Carraspeé, intentando que mi voz vuelva a la normalidad después de haber hablado casi con torpeza. —Mañana a las 8:00 AM. Habrán varias más en busca del puesto y expectantes por las entrevistas, así que le recomiendo llegar con tiempo. —Sonreí; por supuesto que llegaría temprano. —Por supuesto. Muchas gracias, le aseguro que no se arrepentirá. —Aún no me dé las gracias, señorita —escuché la sonrisa en su voz; ella parece ser muy amable. Sonreí—. Hasta mañana, señorita Lambert. —Hasta mañana. Colgué y me senté en el sofá mientras comenzaba a comer lo que había comprado en el camino hasta aquí. Encendí la televisión y zigzagueé por un rato por los canales, pero nada llamó mi atención. Lo dejé en uno cualquiera y me dispuse a terminar lo que había en mi plato. Cuando terminé, llevé el plato a la cocina y lo lavé enseguida. Volví a la sala y apagué la televisión, sintiendo que necesitaba un buen baño y luego descansar. Miré a mi alrededor y, a pesar del pequeño espacio que era mi departamento, me sentí completamente sola por primera vez en todo este tiempo. Suspiro y me obligo a no pensar en nada de eso otra vez. Camino hasta mi habitación, mientras voy quitando mi ropa y dejándola a mitad de camino. Me adentro al baño y tomo una larga y relajante ducha, para luego caer en un sueño intranquilo. *** —Papá, mamá no tiene la culpa... lo siento, yo tomé el dinero, pero es que no nos dejaste para comer y quería... —No termino la frase cuando siento el fuerte golpe en mi mejilla derecha haciendo que mis oídos zumben y mi cabeza duela. —Cuando no les doy nada es porque no se lo merecen, Anastasia. —Toma mi cabello y me hace mirarlo a los ojos. Los míos están llenos de lágrimas sin derramar lo cual me hace ver borroso—. No vuelvas a hacerlo o será peor, ¿entiendes? —Miro a mamá a un lado del sofá a un par de metros de nosotros, ni siquiera se mueve, sólo está parada ahí, observando. Rápidamente asiente hacia a mí para que le responda a papá. Asiento y él se pone de pie, satisfecho. —No me esperen: llegaré tarde, pero por estar de glotonas ahora tampoco van a cenar. —Y con eso se fue, cerrando la puerta con fuerza tras de sí. Abro los ojos y observo el techo; es blanco, con algunas pequeñas partes donde se está descascarando la pintura. Afuera llueve y el frío empieza a calar hasta los huesos. Suspiro, sabiendo que tengo que levantarme. Odio las noches en donde pequeños flashbacks como esos me atacan. Desperté media hora antes de que sonara el despertador que había puesto a las 6:00 AM, así que con tranquilidad, me dirigí al baño. Mientras me cepillaba los dientes, me miré en el espejo. Mi cabello castaño que caía por debajo de mis senos llenos, firmes y pequeños; promedio y normales, serían palabras para describirlos. Mis ojos, azules claros, otras veces oscuros, se veían demasiado grande en mi siempre pálido y joven rostro. Estaba delgada. Fruncí el ceño ante mi reflejo; había dejado de ser una persona llena de vida y extrovertida cuando mi padre decidió que era lo suficientemente grande para soportar los golpes. Tengo dieciocho años y me siento mucho, mucho mayor. Como ese chico al que conocí ayer... ese idiota sexy e increíblemente atractivo como dios griego y con esos ojos de un tormentoso gris que comenzaba a perseguirme. Se veía joven con sus veinte y tantos encima, pero definitivamente parecía cargar un peso en sus hombros, lo cual lo hacía lucir mayor junto con su manera tan formal y su forma de vestir. ¿Por qué si quiera estoy pensando en él? Niego con la cabeza y termino de hacer mis necesidades. Me cambio con un vestido azul de oficina unos cuatro dedos por encima de la rodilla. También de mi mamá... me maquillo leve y vuelvo a recoger mi cabello, esta vez en una trenza de lado. Listo, eso tendrá que hacerlo. Pongo mis zapatos n***o de tacón en mis pies y me miro al espejo una última vez. Me parezco a ella... sólo que su cabello era más claro, casi rubio pero no llegaba a serlo, y ella era mucho más bonita que yo. Suspiro y salgo a la cocina. Preparo un rápido desayuno: una ensalada de frutas que aún quedada en el refrigerador y, tomando mi pequeño bolso y mi abrigo,salí en dirección a la parada de autobús. Grey House, aquí vamos. Espero tener suerte esta vez.
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