CAPITULO 8

630 Words
Capítulo ocho Hay cosas que, sin duda, necesito aprender. Pero para eso estoy aquí. No había caído en cuenta de la gran oportunidad que me estaba dando el señor Grey al dejarme trabajar aquí. Tengo una semana trabajando directamente para el señor Grey en el piso veinte. No tengo ninguna oportunidad de descanso mientras trabajo para él, pero ver su rostro todos los días, aunque esté de mal humor, hace que todo aquello valga la pena. Mientras trabajo voy de arriba abajo en cuestión de minutos. Al piso ocho en recursos humanos, el piso diez en finanzas, al piso cuatro en economía, al piso dos a la cafetería, el piso diecinueve la oficina de la segunda al mando Ross Baely... ando toda la empresa en busca de documentos y complacer al señor Grey. El dinero que voy a ganar está muy fuera de lo que tenía pensando... es demasiado. Pero ahora entiendo que gano lo que trabajo; hay mucho que hacer en Grey House. Era más que obvio que así tenía que ser en una empresa de miles de millones de dólares y que alguien tan joven y exitoso como el señor Grey maneja no se permitirían errores ni ningún tipo de descanso cuando de trabajo se trata. Hasta ahora he conocido a un par de personas que se han mantenido en contacto conmigo. Andrea y yo somos las más cercanas al señor Grey junto con Ross. Y, aunque no quiero aceptarlo, me siento sumamente orgullosa de estar a su lado aprendiendo de él. Hemos tenido nuestros roces de vez en cuando, pero él se comporta increíblemente paciente y no tan duro conmigo como sé que es capaz de llegar a ser. Son las diez de la mañana y estoy en el décimo piso en busca de unos documentos para el señor Grey. He tenido que estar viajando toda la semana hacia aquí por petición de mi jefe. —Lambert —saluda Jake Wilson, asistente del señor Giuseppe, encargado de finanzas. Es un hombre joven, y guapo, no tanto como el señor Grey, pero hay muy poco con lo cual comparar. Me ha estado tirando los tejos toda la semana cada vez que vengo por los documentos con su jefe inmediato. —Wilson, le informas al señor Giuseppe que ya estoy aquí, por favor. —Claro, preciosa, ya le digo. —Me guiña un ojo y yo ruedo los míos. Hace la llamada necesaria y, cuando cuelga dice: —Cariño, él no te puede recibir ahora porque está ocupado, pero yo iré por los documentos a su oficina y te los daré para que se los entregues al alto mando. Se pone de pie y, antes de entrar a la oficina de su jefe, me da un repaso de pies a cabeza de forma lujuriosa. Me estremecí. Cuando vuelve a salir, me entrega los documentos y se me acerca... demasiado cerca. —Qué dices si... tú y yo... Salimos un día de estos. —Su voz se reducía cada vez más a una que supongo que intentó ser seductora y que me estaba poniendo los nervios de punta. —No, gracias. Si me disculpas, estoy trabajando. Giro para dirigirme al ascensor cuando sus manos en mi cintura me detienen. Doy un respingo. —Vamos, quiero salir contigo. —Sonríe cuando me gira hacia él nuevamente y besa mi mejilla. Hago una mueca de asco. —Déjame en paz. —Vamos, muñeca, di que sí. —Si la señorita ya te dijo que la dejes en paz, ¿por qué sus manos están aún sobre ella? Me tenso de pies a cabeza cuando la voz de mi jefe, Christian Grey, resuena en el pasillo y vestíbulo del departamento de finanzas. Volteo y lo veo rojo de ira... Y ahora, ¿qué?
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