TRES

1816 Words
—Te tengo una nueva pregunta, una que me la he pasado pensando durante toda la tarde —dice Dru al entrelazar sus dedos bajo su barbilla, entrecierra sus ojos, dedicándose a mirarme con gran curiosidad. Levanto una ceja y espero nuevamente por su nueva pregunta estúpida—, ¿Qué fue antes? ¿El color naranja o el fruto? Llevo la copa de vino hasta mis labios a la vez de que me contengo de soltar una carcajada ante los nuevos efectos que el licor provoca en mi cabeza. Llevábamos al menos tres horas, sentados en ese restaurante cerca de la playa donde se podía escuchar el ruido de las olas al golpear la costa. Ya habíamos cenado y ahora, solo nos dedicábamos a beber vino, ya esta era la tercera botella, por lo que, comenzaba a sentirme alegre otra vez. —¿Es que no te cansas de hacer preguntas estúpidas? —Ya te dije —responde al chasquear su lengua—, me encanta escuchar tus respuestas inteligentes. —Bueno, pues es más que obvio que el color fue lo primero, imagino que antes de que descubrieran el fruto, había personas como yo que disfrutaban de los tonos naranjas del atardecer, o incluso, de algunas plantas que llevan ese color —me encojo de hombros, haciendo como si aquello fuese lo más obvio del mundo. —Sí que eres lista. —No —digo al torcer una sonrisa cargada de diversión—, solo es que tú eres demasiado tonto. —¡Eso ha sido muy cruel! —exclama al echarse a reír a la vez de que niega con la cabeza—, eres una pequeña bruja bastante grosera. —Supongo que así me toleras. —Sí, así te tolero —asiente con la cabeza, para luego dedicarse a rellenar las copas una vez más. Apoyo mi barbilla en la palma de mi mano, perdiéndome en aquella hermosa mirada azul, dedicándome a escuchar las tonteras con las que sale para entretenerme. Amaba tanto esta parte amistosa de él, esa parte que era capaz de hacer que nuevamente me hiciera ilusiones de que en algún momento lograra a mirarme como algo más que una simple amiga, la cual era capaz de quitarle las ganas. Necesitaba dejar de ver a Dru como un amor imposible, para así tratar de hacerlo realidad, pero, aquel maldito miedo de ser rechazada si le confesaba mis sentimientos, estaba ahí, siempre latente, llevándome a callar a pesar de que mi corazón explotaba con ganas de amar.   —¡Al fin los encontramos! —dejo de prestarle atención para mirar sobre su hombro, Kendall camina de la mano de Audrey, dedicándose a sonreír con notoria alegría—, sí que ha sido difícil dar con ustedes. —¡Ja! —me burlo al sacarle la lengua—, me la he pasado llamándote durante toda la tarde y tú solo te la has pasado ignorándome. —Lo siento —dice la rubia al dejarse caer en la silla a mi lado—, creo que me la pasé durmiendo durante todo el día. —Podría imaginar el por qué —Dru silba, empujando levemente con su codo a su mejor amigo. —Si tan solo te contara —musita Audrey, formando en sus labios una gran sonrisa cargada de diversión. —Audrey, no —lo regaña Kendall—, Dru no necesita ningún tipo de detalles. —¿Algo de tomar? Dru paga —digo al levantar una mano para que el mesero se acercara. —Oh no te preocupes, Ari. Solo veníamos a despedirnos, nos vamos de luna de miel en la madrugada, hubiese odiado marcharme sin decirte adiós. —¿Y solo te interesa despedirte de ella, Kendall? —reniega Dru al dejar salir un bufido. La rubia voltea a mirarlo, manteniendo una ceja arqueada. Siempre había sabido que Dru no era su persona favorita, desde el instante en que le confesé que me había enamorado de él, ella dejó de mirarlo de la misma forma en que lo hacía antes, pues la rabia le superaba a cualquier sentimiento de amistad. —Solo diré esto, Dru. Si eres mi padrino de bodas, es por el simple motivo de que Audrey te eligió, de lo contrario, me hubiese quedado con Dallas. El rubio frunce el ceño de inmediato al dedicarse a observar a Kendall con dureza, noto como su mandíbula se tensa, a la vez de que se inclina sobre la mesa para acercarse un poco más a mi mejor amiga. —Dime, Kendall… ¿Qué te he hecho para que me odies de esa manera? —No te odio, solo no me caes bien del todo. —¿Qué no vas a decir algo en mi defensa, Audrey? —gruñe él al tratar de buscar ayuda en su mejor amigo. —No seas llorón, Dru, ¿Qué no tienes veintiséis años ya? ¡Defiéndete! —se ríe Audrey al empujarlo con una mano. —Solo espero que algún día te des cuenta, idiota —ella le guiña un ojo, a la vez de que le sonríe para luego voltearse hacia mí—, cuídate mucho, Ari. Espero que pronto podamos vernos otra vez. —Disfruta de tu luna de miel —le susurro al oído—, y ya deja de pelear con Dru. —No seas estúpida y aléjate de ese imbécil. Hazlo comer mierda. Que sepa de lo que se pierde. Sonrío y cierro los ojos, dedicándome a frotar su espalda con las palmas de mi mano. —Trataré, lo prometo. —Disculpe, señorita. Ambas ponemos distancia justo cuando la voz del mesero resuena cerca de nuestra mesa, el joven hombre sostiene una rosa blanca en mi dirección, acompañada de una pequeña tarjeta. —Le han enviado esto —dice al sonreír. Observo con curiosidad hacia todo el lugar, buscando a quien pudo haberme enviado aquella bella rosa, encontrándome con la cálida sonrisa de Dallas a unas cuantas mesas más allá, quien levanta su mano y la mueve en señal de saludo. —Muchas gracias —respondo al tomar la rosa. —¡Dallas! Ven a sentarte con nosotros —lo llama Audrey al percatarse de la presencia de su otro amigo, quien de inmediato, se levanta de su sitio para caminar hacia nuestra mesa. Observo a Dru, quien justo ahora se encontraba completamente sumergido en la pantalla de su teléfono móvil, su mandíbula se mantiene apretada y su ceño levemente fruncido, una clara señal de que no le estaba haciendo ninguna gracia la presencia de Dallas. Ignoro su nuevo berrinche, por el que probablemente después terminaríamos peleados, para concentrarme en la tarjeta, la cual me es arrebatada de inmediato por parte de Kendall. —Dallas, ¿no me digas que te gusta Arizona? —bromea la rubia justo cuando el moreno toma el otro sitio a mi lado. —¿Qué? ¿es que uno no puede enviar una rosa a una amiga, Kendall? —replica él al echarse a reír—, y devuélvele la nota a Ari que no es tuya. —Es que estoy sorprendida —murmura ella al dedicarse a mirar a Audrey—, ¿tú sabías que este par se conocían, cariño? —Dallas me lo comentó esta mañana —responde el castaño al asentir—, me contó que te acompañó a tu habitación porque te cayó mal el licor ayer, Ari. —Qué vergüenza —musito al tallar mi rostro con ambas manos—, lo siento mucho, Dallas, no era mi intención que vieras esa horrible parte de mí. —No es nada —repone él al encogerse de hombros—, si en algún momento decides volver a embriagarte y necesitas a alguien que te cuide… puedes llamarme —una pequeña sonrisa se forma en sus labios mientras señala la tarjeta, la cual levanto y reviso, dándome cuenta de que era su número telefónico el que estaba impreso en ella con letras cursivas. Sonrío como boba a la vez de que asiento. —Buenas noches, me voy a descansar. Mañana tenemos que viajar —murmura Dru al levantarse para estrechar la mano de Audrey—, buen viaje amigo —su mirada se clava en Kendall, ella solo se limita a mirarlo con notoria burla—, cuídate, Kendall —se limita a decir para después desaparecer sin siquiera dirigirme una sola mirada. —Creo que no le caí bien —dice Dallas al echarse a reír. —A Dru no le cae bien ningún hombre que trate de hablarle a Arizona —corrige Audrey. Pongo los ojos en blanco. —Tonterías. —Solo tú no te das cuenta de eso, Ari —Kendall apoya a su esposo al entrelazar sus dedos con los de él. —Oh lo siento, pensé que no tenían nada serio. —No lo tenemos —asiento al sonreír con los labios apretados. —No, pero, Dru es tan imbécil de celar a Arizona con todo el mundo, sin querer algo serio con ella —bufa Kendall al poner los ojos en blanco—, no sé por qué simplemente no la deja ser feliz. —Porque los hombres somos así de estúpidos —repone Audrey al comenzar a hablar como si yo no estuviera presente—, pobre de Ari, si ni siquiera sé por qué se ha enamorado tanto de ese imbécil. —Sigo aquí, Audrey —reniego al lanzarle un trozo de hielo—, así que deja de hablar como si no estuviese presente. Dru y su berrinche quedan en el olvido, a diferencia de eso, me dedico a intercambiar historias con ese trío. A pesar de que Audrey y Kendall iban solo a despedirse, deciden quedarse a compartir un par de horas con nosotros, compartiendo risas y anécdotas de cuando comenzamos la universidad. En esa noche, me relajo y disfruto del buen tiempo que me ofrecen mis amigos, a los cuales, sin ninguna duda, echaba mucho de menos, además de que también pude conocer un poco más a Dallas, quien resultaba ser hijo único, de una madre soltera, jamás conoció a su padre, pero, nunca le hizo falta, pues su madre luchó para que él tuviera todo lo necesario, incluido un gran amor tan puro con el que jamás extrañó lo que su padre podría ofrecerle. Escucharlo hablar de aquella manera sobre su progenitora, me hacía sentir que estaba frente a un alma buena, Dallas era una de las pocas personas buenas que existen en un mundo tan lleno de maldad en el que ahora vivíamos. Al final, no terminé la noche a como lo imaginé: tal vez teniendo sexo con Dru en algún sitio remoto de la playa o en su habitación… acabé la noche rodeada de amigos, a como hacía mucho tiempo no lo hacía y sin ninguna duda, se sintió muy bien. 
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